Como comentamos hace tiempo, esto de los aniversarios y celebraciones es un poco raro. Recordamos cumples y olvidamos otros. Igual pasa con los escritores. Este año, por ejemplo, se cumplen 100 años del nacimiento de Jose María Arguedas y nos colamos al tono.
Arguedas es de esos pocos escritores que he podido leer casi en orden cronológico. Algunos de sus cuentos los leí en el cole, pero recién fue en la universidad donde lo disfruté plenamente. Agua (1935) fue su primera obra. Un pequeño libro con solo tres relatos: "Agua", "Los escoleros" y "Warma Kuyay", chéveres los tres. En Amazonas, hace tiempo encontré la primera edición de este librito, pero con la cubierta rota y tan maltratado que la verdad no valía la pena, por más que estaba a 5 lucas. El cuento que le da título al libro narra los conflictos en una comunidad andina por el precios líquido. Y vaya que este relato tiene fuerza, uno se siente conmovido por la trama y luego de leerlo me dio tanta sed que me fui corriendo a tomar agua.
La primera novela que le leí fue Yawar Fiesta (1941). Quizás algunos se sintieron un poco estafados, porque nunca se ve al cóndor atacando al toro, ese es el problema de guiarse por la carátula del libro, jeje, como mencionamos en otro post. La obra en sí es superinteresante y entretenida. Hay algo que siempre se dice de las novelas de Arguedas: que representan muy bien el mundo andino y que su innovadora propuesta de aplicar la sintaxis del quechua al español es muy efectiva. Lo que puedo decir yo es que algunas de sus novelas son realmente atrapantes porque mantienen la tensión y uno quiere saber en qué acabará o qué le pasará a los personajes. Mientras me zambullía en sus páginas me preguntaba ¿se celebrará o no la Yawar Fiesta? ¿Atraparán al toro Misitu? Uno de los personajes (no me acuerdo quien, creo que el subprefecto) ¿se pondría de parte de los indios o los mistis? Las dudas de los personajes, los conflictos y toda la vida del pueblo de Puquio atrapan al lector. Muy recomendable.
Extrañé un poco esa emoción cuando leí su novela más renombrada Los ríos profundos (1958). Si bien es una obra con partes muy hermosas (¡zumbayllu!) sentí que quedaban algunas partes sin resolver: ¿Qué pasó con el padre de Ernesto? ¿Y las chicheras?, como si la historia fuera un poco desordenada. Lo que más me gustó del libro fue algo que también sería una constante en los libros de Arguedas: ese mensaje de paz, ese mantra de no apelar a la violencia a pesar de las injusticias sociales en el pueblo y en el colegio donde el protagonista Ernesto trata de integrarse. Este intento fue el que no logré a entender por completo y fue la razón por la que el libro no me gustó tanto.
Con El sexto (1961) tiene algunos puntos en común. Nuevamente nos encontramos frente a un protagonista inmerso en una realidad terrible y violenta: la cárcel, donde apristas y comunistas se pelean entre ellos y con los delincuentes comunes de los pisos inferiores. El personaje principal, que no está en ningún grupo, logra de alguna manera que los presos políticos se olviden de sus diferencias, se unan, canten juntos y que incluso traten de poner freno al salvajismo del encierro, como parte del mensaje de fraternidad del autor. Un tío mío, que estuvo con Arguedas en prisión, comentaba que algunos sucesos que se narran en la novela (como el suicidio de un preso y la violación de otro) ocurrieron realmente durante su periodo entre las rejas.
Pero la mejor obra de Arguedas, para mí, es sin duda Todas las sangres (1964). El título del libro resume uno de los ideales del autor y es una frase que se se ha convertido en un epíteto del Perú. Es una novela que lo tiene todo: un comienzo espectacular, acción, intriga, misterio, romance y grandes personajes. Deberían hacer la película. Y a pesar que tiene casi 50 años de escrita, refleja aún parte de la situación del país: el conflicto entre minería y agricultura, entre inversión extranjera y trabajadores nacionales. Y a pesar de todo lo que sucede, el mensaje de fraternidad y unión que propone el autor (y su personaje, el entrañable Demetrio Rendón Wilka), de convertir al Perú en un país de todas las sangres no suena utópico.
Con El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971) concluye la historia de sus novelas. Superarse a sí mismo iba a ser muy difícil y para algunos lo consigue. Para mí no tanto. La obra tiene partes bastante crípticas, donde se mezclan novela, diario, cartas, discurso, etc.; con varios lenguajes. Un libro algo caótico, consecuente con el estado que por el que pasaba su autor, tan consecuente que todo lo que narra (incluso su suicidio y los detalles de su entierro) terminan ocurriendo en la realidad. Es pastrulazo.
Además de los libros antes reseñados, Arguedas escribió poesía, ensayos de antropología, etnología, hizo recopilación de canciones quechuas, de cuentos, de poemas... en fin. Debe ser uno de los peruanos con más libros publicados. Además de eso también fue profesor, en la escuela, de Jorge Eduardo Eielson y, en la universidad, de Leopoldo Chariarse. Con una vida tan fructífera como no decirle ¡Feliz cumpleaños!
Actividades por los 100 años: La República, Caretas.