Revista Deportes

Joselito, ¿el iniciador del toreo en redondo?

Por Malagatoro

Las imágenes de una película, de la que Pepe Alameda extrajo diversos fotogramas, demuestran como el joven maestro de Gelves presenta la muleta con la mano izquierda, por delante, como el toro la persigue, y como, ayudándose el torero con el estoque, marca al toro el recorrido de su viaje en redondo, para después perder un paso y, de la misma guisa, seguir embarcando la embestida en redondo hasta tres veces, de modo que la media circunferencia de cada muletazo se hilvana y se cierra en una espiral de pases que los convierte en un inmenso muletazo, compuesto de tres, sin solución de continuidad.


“El gran crítico español en el exilio mexicano (Pepe Alameda), consciente que el toreo en redondo no pertenecía a las aportaciones belmontinas, anduvo intrigado en buscar sus orígenes, hasta que un día, contemplando por primera vez la película de la corrida del 3 de julio (los seis toros de Martínez en 1914) se encuentra de bruces con tres pases naturales completos. En un momento de la faena a Descarado, Joselito le deja tres veces la muleta puesta en la cara con una intención más funcional que estética. Encorvado y ayudándose con la espada, en vez de expulsar la embestida, como era habitual, Joselito la recoge, la sujeta. No la deja pasar para volver a esperarla, sino que, girando, la obliga a volver. Y consigue así una serie de tres muletazos de tosco diseño pero de gran significación: desde una gran capacidad analítica, José descubre que las suertes puedan enlazarse. Estudiando las trayectorias y las miradas de los toros, comprueba que, cargando la suerte por el eje, el final de un pase puede ser el inicio de otro si se hace doblar hacia adentro a las reses.

No hay estética aún en aquella primitiva serie en redondo, como no hay estética en los laboratorios. Joselito estaba experimentando un mecanismo técnico objetivo y fácilmente repetible y, por tanto, susceptible de tener continuidad en manos de otros toreros. No se trata de un matiz personal, de una cuestión estética y subjetiva que podía perderse con su autor, sino una aportación técnica de gran dimensión histórica: su  mayor aportación a la tauromaquia moderna. Por eso, Pepe Alameda llega a la conclusión de que Joselito fue capaz de encontrar el camino para toda una época.

Aquel intento de toreo ligado – que, sin embargo tenía sus precedentes – se convirtió entonces en la pieza fundamental de sus faenas, de su tauromaquia total, dejando poco a poco de ayudarse con la espada, que era el único defecto que le afeaba la crítica. En la temporada de 1917, Don Quijote testificó una gran faena de Joselito a un saltillo en la plaza de Barcelona, en la que dio tres naturales en redondo, tan clásicos, tan prodigiosos, que no puede pedirse más. Uno de ellos, sobre todo, fue tan largo, tan completo, que el toro describió casi un círculo entero en torno al torero, erguido, inmóvil, majestuoso. Y nada más. ¿Para qué más?

 Paco Aguado en su magnífico libro, El rey de los toreros, Joselito El Gallo.


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