Leer a Joseph Roth (* Brody, Ucrania, 1894, + París, Francia, 1939) es un placer y una necesidad. El autor austríaco es un clásico, un clarividente capaz de anticipar hechos históricos capitales ( La tela de araña) o un excepcional intérprete de los momentos cruciales de la historia europea, que en sus manos se convierte en universal.
Este último es el caso de La marcha Radetzky, el original publicado en 1932, aquí, en español, antes en diversas ediciones, por diversas editoriales y diversos traductores desde el alemán original o el inglés.
Y es que Roth es uno de los grandes escritores centroeuropeos del siglo XX, de aquellos elegidos que saben escoger temas y lenguaje para convertir un hecho específico, ubicado en un lugar concreto, en un evento y una lectura universales. Porque los acontecimientos que narra el autor en esta novela son el canto del cisne de la monarquía austrohúngara, dual (imperial y real), nacida en 1867 y liquidada tras la Primera Guerra Mundial, en 1919. Sin embargo, al mismo tiempo, superan la cronología y la ubicación geográfica.
El autor sabe leer los signos que anunciaban el desmoronamiento, los síntomas anticipadores del fin de una era y los que marcaban los inicios de otra, radicalmente diferente: el hundimiento del último sistema político europeo basado en el antiguo régimen y el advenimiento de los sistemas políticos modernos, propiciados antes por la Revolución Francesa, las revoluciones burguesas de los siglos XVIII y XIX y la Revolución Rusa de 1917, con los grandes cambios que experimentó el continente europeo.
La lectura del libro nos permite asistir al desplome de un mundo tenido durante siglos por inamovible, un mundo que ya no volvería, un sistema de valores arcaico que había perdido su razón de ser y que había dado sentido, el único sentido, a muchas vidas, unas vidas que también se hunden y tocan a su fin, acompañando simbólica y biológicamente el entierro de la doble monarquía.
La novela es también la crónica de la caída y la desaparición de cualquier época que ha condicionado la Weltanschauung de muchas generaciones, de la revelación de que las creencias tenidas por absolutas y eternas por mucha gente no eran ni absolutas ni eternas, el testimonio de la desorientación existencial que ello provoca, narrada por un observador que, si bien muchos críticos alemanes, austríacos y españoles han querido calificar de nostálgico, relata los hechos de manera imparcial. Con razón el crítico literario Marcel Reich-Ranicki dijo de Joseph Roth que "siempre se lo ponía fácil a los lectores, pero difícil a sus intérpretes".
Roth sitúa la acción en los últimos años de la monarquía austrohúngara y la hace terminar a comienzos de la Gran Guerra, en 1914; no necesita incluir el tiempo de la acción bélica para reproducir el derribo de la doble monarquía; la atmósfera decadente que se respiraba en el extenso territorio era una realidad demasiado evidente. De hecho su decadencia fue la causa de la guerra, y no al revés. Al finalizar la acción en 1914 el autor no hace sino subrayar esta tesis.
A través de tres generaciones de una misma familia, los Trotta, Roth nos muestra los síntomas del hundimiento de un imperio. Los cambios que se producen en las costumbres y en las convicciones de las personas en algunos ambientes son significativos: la veneración cada vez menos absoluta de la población hacia el emperador de Austria y rey de Hungría, Francisco José I; el grado de importancia menguante que se otorga a la defensa del honor; la degeneración de las costumbres dentro del ejército imperial; el crecimiento de la conciencia de la gran diversidad de culturas y lenguas que reúne, que se percibe difícil de mantener políticamente unidas; las revueltas obreras, cada vez más imposibles de sofocar...
Roth alterna la voz narradora omnisciente con los diálogos entre los protagonistas, que sobrepasan con creces los representantes de las tres generaciones de los Trotta. El tratamiento del tiempo cronológico es lineal. La estructura de la novela y la detallada descripción de la acción y los ambientes es continuista de la novela burguesa del siglo XIX, en un momento en que muchos contemporáneos suyos habían optado por romper este modelo.
El autor otorga carácter simbólico de la desaparición del imperio a muchos de los detalles que integra en la narración, por ejemplo al hecho de que el teniente Trotta, ascendido a varón y a capitán por haber salvado la vida de Francisco José I en la batalla de Solferino, deje el ejército y se retire a la vida del campo. O que su hijo, funcionario político, comisario de distrito a Silesia, que empuja a su único descendiente de nuevo a la carrera militar, deba enjugar las deudas que éste ha contraído en el juego y tenga que ver cómo deja al ejército y termine retirándose a una vida discreta, de modo similar al abuelo.
Carácter simbólico tiene también la muerte del viejo servidor del comisario de distrito, Jacques... No hace falta decir que la marcha Radetzky, estrenada en 1848, es el leitmotiv recurrente. Compuesta por el austriaco Johann Strauss (padre) y dedicada al mariscal de campo Joseph Wenzel, conde de Radetz, quien consiguió varias victorias para Austria en el norte de Italia durante la revolución 1948-1849, alcanza categoría de símbolo mayor, en tanto que el esplendor del imperio que representaba se contradice con la acción de los acontecimientos y con su final.
El autor ha sido traducido ampliamente al español. El sello L'Avenç ha publicado este año La marx Radetzky en catalán, traducida por Jaume Creus.
Joseph Roth
Traducción (del inglés) de Isabel García Adánez
Alianza, 2020, 428 págs.
Última actualización de los productos de Amazon en este artículo el 2021-10-04 / Los precios y la disponibilidad pueden ser distintos a los publicados.