Mariano José de Larra publicó el
30 de abril de 1833 en La Revista
Española un artículo,
firmado como Fígaro -uno de sus
varios seudónimos-, un texto que ha pasado a la posteridad como uno de sus
mejores en materia periodística en la corta vida de este joven escritor. Basta
con conocer el dato de que fue el primer cristiano que, tras suicidarse tras
sus desamores –en plena época romanticista-, fuera enterrado en un cementerio
con el permiso de la Iglesia española, conservadora de los viejos ideales del
Antiguo Régimen por aquel entonces. Un ejemplo de la gran pluma literaria de este autor.
El artículo comenzaba con una
introducción haciendo referencia a la necesidad en ciertos pueblos de buscar
palabras o frases que fueran difundiéndose y mutando hasta llegar a usarse sin saber por
qué. Una de esas frases era “en este país”, que justificaba constantemente los
males que aquejaban entonces a España, que eran muchos y varios pues, el reino
estaba en vísperas de una guerra civil y, el proceso liberal no acababa de
asentarse con la irrupción en la vida política de varios espadones a través de
pronunciamientos, ya fuere de carácter liberal o, absolutista.
Precisamente, esa frase es
utilizada en su mayoría por la juventud según Larra, que achaca la mala
situación del país y la falta de progreso con esta ‘muletilla’. Larra
personifica este malestar juvenil en su amigo ‘Don Periquito’ que critica sin
saber todo. Si Don Periquito no almuerza, tiene la habitación desordenada o si
escribe un panfleto y no logra venderlo, éste lo achaca al país. Con esta
personificación, el autor pretendía en este artículo poner de manifiesto el medio
saber de la juventud. Despreciar lo que se tenía intentando aparentar que se
conocían cosas mejores. Concluye Larra mencionando que, en su opinión, la gente
como Don Periquito que lo critica todo tendría que haber mirado atrás en el
tiempo y ver los progresos que se hicieron.
El texto en sí, merece la pena
leerlo porque aunque hayan pasado más de 180 años, parece que España no sale de
su asombro una vez más y, mantiene la vigencia en los tiempos actuales. Sólo
una apreciación, esta vez la juventud, nos hemos cargado de recursos para
conocer otros países, otros modelos, gracias a las experiencias que nos
permiten las becas Erasmus o herramientas tecnológicas como internet, que
‘empequeñecen’ el mundo y los entresijos que esconde éste. Por ello, ha surgido
entre las nuevas generaciones una nueva forma de pensar acorde a los tiempos que
el mundo padece y, creo que esta vez, teniendo en cuenta los titulares con los
que nos levantamos cada mañana, podemos decir más alto que nunca: ¡lo que no
suceda en este país!
“Creo entrever la causa verdadera de esta humillante expresión. Cuando
se halla un país en aquel crítico momento en que se acerca a una transición, y
en que, saliendo de las tinieblas, comienza a brillar a sus ojos un ligero
resplandor, no conoce todavía el bien, empero ya conoce el mal, de donde
pretende salir para probar cualquiera otra cosa que no sea lo que hasta
entonces ha tenido (…) Éste es acaso nuestro estado, y éste, a nuestro
entender, el origen de la fatuidad que en nuestra juventud se observa: el medio
saber reina entre nosotros; no conocemos el bien, pero sabemos que existe y que
podemos llegar a poseerlo, si bien sin imaginar aún el cómo. Afectamos, pues,
hacer ascos de lo que tenemos para dar a entender a los que nos oyeron que
conocemos cosas mejores, y nos queremos engañar miserablemente unos a otros,
estando todos en el mismo caso.”
Revista Coaching
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