Como siempre y como en todo, en eventos especiales del tipo Bodas, Comuniones y Bautizos escuchamos historias de ostentación… pero también de crisis, que es ahora por desgracia lo más habitual. Familias religiosas, que desean ofrecer a sus hijos la oportunidad de tomar su Primera Comunión se ven en situaciones económicas precarias que hacen poco posible una celebración como habían soñado tanto padres como hijos. Es la historia de Ana.
Ana es la mamá de dos gemelos, Silvia y José. Llevan varios años acudiendo a su catequesis preparándose para ese día que para ellos y su familia es tan especial. Ana había soñado para sus hijos una celebración no excesivamente ostentosa, pero mucho más de lo que puede ofrecerles en realidad. Su vestido y su traje, sus rosarios de plata, unos zapatos impecables, un tocado para Silvia y el reloj para José, un restaurante con hinchables y piscina de bolas, el menú para que toda la familia disfrutase en compañía de ese momento… en fin, supongo que como cualquier otra familia para quienes el día de la Primera Comunión de sus hijos sea realmente importante.
Lo que sucede es que Ana y José Luis son una de las miles de familias que se han visto duramente afectadas por la crisis que vivimos. Esto hace que para los padres sea imposible permitirse todos esos gastos. Pero si hay algo que tiene Ana es imaginación y creatividad, por lo que desde hace un par de meses se puso manos a la obra para organizar la Comunión de sus hijos. Para ello ha contado también con la colaboración de varios familiares, pero creo que el día será finalmente muy emotivo precisamente por eso, porque muchos han participado en su organización.
Para el vestido de Silvia, Ana recuperó el vestido de su hija mayor que hace cuatro años tomó su Primera Comunión. Ha tenido que hacerle unos arreglillos pero como ella es muy apañada, le ha quedado un vestido de Comunión precioso. El traje de José ha tenido que ser de uno de sus primos que el año pasado pasó por el gran día.
Una amiga de Ana es una artista haciendo tocados para novia. Cuando llega la temporada va haciendo sus diseños y los vende en internet a pequeña escala. Como a Silvia le apetecía mucho llevar un tocado, esta chica le está haciendo uno para ella, precioso y discreto para su día de Comunión.
Silvia y José no llevarán rosarios de plata, ni de oro, ni de ningún metal noble… pero llevarán los crucifijos más bonitos y hechos con más cariño que cualquier otro niño con las joyas más caras. Su abuelo es carpintero y les ha fabricado dos crucifijos de madera de olivo tallada. Estoy segura que esas joyas de Comunión han empezado una historia preciosa para estos niños que les acompañarán el resto de su vida.
José llevará el reloj que Ana le regaló a su marido el día de la pedida de mano, y Silvia llevará los pendientes de su madre que, al igual que el reloj, forman la historia de amor de Ana y José Luis.
La celebración será muy íntima, pocos invitados aunque los más allegados. Pasarán el día de Comunión en el Cortijo de sus abuelos paternos en un pueblecito de la Sierra de Cazorla. Allí tendrán espacio de sobra para que los niños disfruten de día y de la comida que las dos abuelas de los niños se han comprometido a cocinar para este momento tan especial.
Ana, que como os decía es muy creativa, ha preparado los detalles para regalar a las invitadas. Ella misma se ha encargado de hacer unos abanicos preciosos con los recordatorios de Comunión de sus hijos.
Gracias, Ana, por compartir tu historia y la de tus peques con nosotros y os deseamos que disfrutéis de un día de Comunión precioso y, sin ninguna duda, muy emotivo.
¿Conocéis alguna historia parecida? Desgraciadamente la crisis nos deja historias aterradoras pero en ocasiones las personas agudizan su ingenio para disfrutar de momentos de gala con los mínimos recursos.
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