Sinopsis Editorial:
Carole Gardner y su amante, Lee Edwards, consiguen llevar a cabo con éxito su plan de asesinar al abusivo y maltratador exmarido de ella; sin embargo, no saben que su acción ha tenido un espectador muy particular.
Wayne Lock es un psicópata que todavía no ha asesinado a nadie, pero que solo necesita un pequeño empujón para animarse a ello.
Carole y Lee, sin saberlo, le dan ese empujón. Wayne les ve cometer el asesinato y se convierten casi en sus héroes, («¡Se han atrevido a hacerlo!»); tras descubrir quienes son estas personas que han llevado a cabo algo que él ansía hacer, urde un plan: se llevará a Carole y a Lee consigo, para compartir juntos la emoción del asesinato. Al fin y al cabo, ellos pueden entenderle…
Esta es la segunda novela que leo de Jack Ketchum. Me acerqué a él por primera vez en noviembre del año pasado leyendo “La chica de al lado”, pero no busquéis reseña porque fue una novela que me generó un malestar enorme como hacía tiempo no lograba un libro y no sabía ni por dónde empezar a hablar de él, sin embargo, a la vez, no puedo dejar de reconocer que me pareció una novela magnífica, no por lo que contaba, que era terrible, sino por cómo eligió hacerlo, a través de la voz y los ojos de un niño. Es una novela que consigue atraparte dentro de la narración haciendo que te sientas un testigo más de las atrocidades que en esa historia se cometen. Os recuerdo además que “La chica de al lado” está basada en un hecho real, el crimen de Sylvia Lykens, del que podéis encontrar mucha información en internet.
Jack Ketchum
(Noviembre1946 - Enero 2018)
Ser testigo del asesinato del exmarido de Carole, un maltratador de manual, hace que algo llevaba mucho tiempo latente dentro de Wayne acabe por explotar y de repente necesita experimentar qué se siente matando por puro placer y sin planificación de ningún tipo, pero además quiere compartirlo con Carole y Lee como si fueran cómplices y amigos.
Está claro que Ketchum se siente cómodo entre crímenes y es un genio a la hora de hablarnos de ellos y de hacer sentir incómodo al lector por estar disfrutando de su magnífica narración. Al igual que en "La chica de al lado", de nuevo logra que te sientas un personaje más dentro de ese Volvo rojo en ese viaje hacia un infierno de muerte sin fin.
La verdad es que lo que hace que sus historias sean terroríficas es pensar que los monstruos que las protagonizan puedan ser gente normal y corriente cuyos “verdaderos deseos y apetitos” pasan desapercibidos entre quienes les rodean, de igual modo que son gente normal las víctimas de Wayne, personas que por pura casualidad se cruzan en su camino y de las que además el autor nos aporta la información suficiente para empatizar con ellos antes de su muerte, haciendo que todavía odiemos más a este sediento asesino.
La policía trabajará contrarreloj para frenar esta ola de asesinatos, pero antes de que eso ocurra ¿A cuánta gente podrá asesinar Wayne?
Aquí estoy, amigos y vecinos.
El señor Desastre. El tipo que vive para volaros la tapa de los sesos. El tipo que os ama, que ama vuestra sangre y vuestros huesos. Es la hora de la venganza.
Una jodida y sagrada buena hora. Que le ha llegado a todo el mundo