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Juan Carlos Palma (10 menos 30, 2)

Publicado el 07 mayo 2011 por Angpama

Juan Carlos Palma (10 menos 30, 2)
Decía en una entrada anterior que la reseña allí mencionada no fue «desde luego, la única "alegría" que me deparó (tiempo habrá de comentar algunas otras), pero sí una de las más "sonadas"...» refiriéndome a «las publicadas en su momento sobre 10 menos 30, la antología de L.A. de Villena en la que fui (ya no sé si decir que por suerte o por desgracia) uno de los seleccionados.» Me encuentro ahora una carpeta con muchas fotocopias, parte (supongo) del dossier de prensa reunido por la editorial —que probablemente nos las hizo llegar— y entre ellas una firmada por J. Carlos Palma que no lleva indicación del medio ni la fecha en que apareció.
A diferencia de la de Tortajada o la de García Martín (a la que también se hace referencia aquí y que sigue pendiente en esta serie) debo confesar que ésta no la recordaba, y la verdad es que me resulta bastante extraño, por cuanto se trata de uno de los mejores ejemplos de crítica de poesía que recuerdo, escrita con tanta madurez como conocimiento de causa, con tanta ponderación como ausencia de animadversión hacia el antólogo, con tanta independencia y solidez de criterio como falta de interés personal en la materia tratada (asunto que lastra gravemente, como saben, muchas piezas del género)...
Juan Carlos Palma (10 menos 30, 2)
A falta de mayor indicación sobre el autor, deberemos suponer que se trata (si no es así seguro que alguien nos lo hará saber) de éste Juan Carlos Palma, que se define a sí mismo con estas palabras en su blog (Soltando lastre, iniciado en marzo de 2009): "Cercano a la cuarentena, pero de espíritu joven, me licencié en periodismo para ejercer el tiempo suficiente para no querer hacerlo más (en condiciones precarias, claro)"; que dice trabajar desde hace ocho años "rodeado de mi verdadera pasión, los libros. Los vendo, los recomiendo y los ordeno. El tiempo libre me ha permitido escribir y publicar dos novelas, un libro sobre cine, algunos poemas y otros artilugios más o menos narrativos que quizá algún día vean la luz"; y que pone al frente de su bitácora tal vez a modo de divisa— esta noble declaración de intenciones:
"Nada de sentar cátedra ni de abrir nuevos caminos, sólo emitir juicios valorativos sobre lecturas, películas, viajes o acontecimientos de la actualidad, soltar el lastre que toda persona lleva en su cabeza para evitar futuros naufragios y hacer la travesía más liviana."
No podía ser menos en alguien que ya por entonces —1997, con apenas 25 años— demostraba un conocimiento tan profundo de la obra de los autores de aquella antología (incluso de los que a la sazón sólo
habían publicado un par de libros en editoriales ajenas a los circuitos comerciales) como para poder calificar de "execrable" no ya el poema del que cita más adelante unos versos, o de toda la obra, sino el entero conjunto obra-y-autor:
"escondido tras la personalidad del "inexistente" y execrable (este adjetivo es mío) poeta cacereño Angel Paniagua"
remarcando además (por si no había quedado claro) que a diferencia del de "inexistente" (que es de García Martín) el adjetivo "execrable" es suyo. Todo un ejemplo, como apunté arriba, de mesura y ecuanimidad.

[Aunque puede leerse bastante bien en la fotografía (se despliega haciendo clic sobre ella, y puede ampliarse más haciendo clic nuevamente), transcribo a continuación —con tipo más pequeño— el texto completo de la reseña.
Aclaro que el Vicente García a cuyo "alcance metafísico" alude no forma parte de 10 menos 30: es de suponer que Palma confunde en uno al andaluz Álvaro García (Málaga, 1965, que sí está en la antología) con el también poeta Vicente García (Gijón, 1972), que había aparecido (o estaba a punto de aparecer) junto a otros en un reportaje sobre poetas jóvenes en El País [José María Goicoechea: Atrapados Por Los Versos, en El País De Las Tentaciones, viernes 11 de abril de 1997].
En la segunda fotografía puede leerse el texto completo del poema al que pertenecen los versos que Palma cita descontextualizándolos sin hacer mayor aclaración, se supone que porque usando sus propias palabras— como semidiós de la crítica, él está por encima de esas bajezas.
TEXTO DE LA RESEÑA:

La ruptura inexistente. J. Carlos Palma.
Cuando al ir pasando poemas, uno percibe que la tesis planteada no se sostiene en pie, es el momento de pedirle cuentas al autor, un Villena que llegó una noche a su casa desfondado de venecianismo y se levantó con un gin-tonic en la mano versificando como quien habla con el vecino. Los ha habido muy meticulosos —dicen que algunos de los poetas selcccionados superan los 30 años— y otros sangrantes —como el atacado (en el prólogo) antólogo García Martín, que se venga urdiendo que Villena se ha escondido tras la personalidad del "inexistente" y execrable (este adjetivo es mío) poeta cacereño Angel Paniagua—. Uno, por esa tenaz manía de ensamblar objetivos con resultados, prefiere husmear en los cimientos de la antología y comprobar si el edificio levantado responde a una argumentación aparentemente sólida o amenaza con derrumbarse al más patético seísmo.
Luis Antonio de Villena (del que no se ofrece una mínima reseña curricular, como semidiós del verso que está por encima de esas bajezas) traza un ameno prólogo que se podría titular Breve historia de la poesía de la experiencia. Sus mitos ante el futuro. En él habla de la etiqueta remendada del libro de Richard Langbaum, de Gil de Biedma y otros padrinos de la tendencia, de la escuela granadina de García Montero, de sus puntales más sobresalientes y, faltaría más, de la chapucera guerrilla dialéctica que la enfrenta con el sector de la diferencia, tocados con el sombrero cordobés de su líder, Antonio Rodríguez Jiménez, y a los que Villena despacha sin paliativos: "su único nexo unitivo es el fracaso, la conciencia de su falta de éxito" (sic). Tras este preámbulo esclarecedor, el antólogo confiesa su intención: la poesía de la experiencia está "quemada" —noches de farra, coqueteos fugaces, tono conversacional repetitivo...— y es necesaria una ruptura interna, la que supuestamente practican los poetas aquí reunidos.
¿Pero es ruptura decir: "Bueno, nada, me voy, te llamo luego... / a ver si vienes algún fin de semana / a mi casa en la playa, nos tomamos / unas birras y vamos a Calblanque / a bañarnos en bolas ¿vale, tío?..." o sólo una corroboración del peligro que acecha a la poesía de la experiencia, que cualquier tontería que suene coloquial pueda pasar por poema? Si esto es para Villena "mayor interiorización" o "exploración de la forma" mucho me temo que la poesía de la experiencia tiene las horas contadas. El modo de hacer de los cachorros elegidos poco tiene que ver de uno a otro, como sus respuestas a las inocentonas preguntas del antólogo y, en conjunto, su intcrés se reduce a pocos nombres: el alcance metafísico de Vicente García, la abrupta concisión de Alberto Tesán o el desparpajo irónico de Juan Bonilla.
Para perpetrar una antología poética —ese acto cada vez más parecido al terrorismo literario— es fundamental desplegar una base consistente de poetas que demuestren ser los más valiosos de su generación. Por las higiénicas, púberes y pobremente plasmadas razones de Villena (visto el resultado) se han quedado fuera nombres que ya gozan de prestigio reconocido (Benítez Ariza, Pelayo Fueyo, Silvia Ugidos...) y que exploran más caminos que los aquí representados. No nos engañemos: ¿15 menos 35? ¿20 menos 40? Quizás deberíamos hablar sólo de buena poesía y dejarnos de fórmulas matemáticas fallidas. Los lectores comprometidos con esta causa perdida lo agradecerán.]

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