La opera prima de Adriano Salgado se proyectará en la sala 1 del Centro Cultural San Martín los jueves, viernes y domingos a las 20 y los sábados a las 22.
Mañana desembarcará en el Centro Cultural San Martín La utilidad de un revistero, película argentina con atributos cada vez más infrecuentes en el cine contemporáneo, vernáculo y extranjero. Algunos compatriotas recordarán su paso promisorio por el Festival de Mar del Plata de 2013, donde fue distinguida por partida doble: como ganadora de la competencia nacional y con el premio DAC al mejor director.
Adriano Salgado es el autor de esta crónica de un encuentro breve entre dos mujeres que nunca se vieron hasta que un tercero (el tío de una de ellas) las pone en contacto. La sobrina -veinteañera- dibuja y busca trabajo; su interlocutora -de treintaylargos– precisa ayuda para terminar la escenografía y el vestuario de una obra de teatro.
La película dura casi dos horas, un poquito más de lo que se extiende la entrevista informal en casa de Ana. El pequeño living-comedor es el único escenario por donde la anfitriona y la joven postulante, Miranda, se desplazan apenas.
A Salgado le bastan dos actrices (eso sí, de fuste) y la colocación estratégica una sola cámara fija, un espejo, un buen set de luces y micrófonos para sacarle el jugo a un guión hecho con sentido del humor y mucha minuciosidad. De a poco, el encuentro circunstancial se revela como fachada de un ejercicio narrativo cuyo tema principal es el cine o, mejor dicho, el artificio cinematográfico.
Yanina Gruden y María Ucedo sostienen con total naturalidad la omnipresencia escénica de Ana y Miranda. Crecen las actrices y crecen los personajes a medida que el juego de Salgado avanza. La crónica del encuentro abre paso a otros relatos: desde la síntesis de la obra de teatro en cuestión (una versión aggiornada y argenta de Caperucita roja) hasta la enumeración de consejos prácticos sobre sexo oral.
Al término del largometraje, en la instancia de los créditos de cierre, Salgado regala un último guiño que confirma que el cine es -ante todo- un compendio de trucos de magia. A menor cantidad de recursos disponibles, mayor es el desafío de encantar al público, de hacerlo participar de un juego de ilusiones con final abierto.