Y el invierno finalmente llegó... Y lo hizo en plena primavera, cuando la HBO estrenó el pasado 17 de abril el episodio piloto de Game of Thrones, pistoletazo de salida y primera parada en la adaptación que dicha cadena de televisión ha llevado a cabo del primer tomo (Juego de Tronos) de la saga Canción de Hielo y Fuego, de George R.R.Martin. Esta primera temporada, de diez episodios de duración, se inició con un primer episodio de una hora de duración que colmó realmente las expectativas de los fieles seguidores de la saga. El inicio de la serie rayó a gran altura y desde un principio dejó entrever que se avecina, una vez más, una excelente serie y una fiel adaptación de la mano del canal HBO, que una vez más ha dado en el clavo y domina claramente el mundillo de las series.
El primer episodio es, en una palabra, fascinante. Y lo es porque aparte de ser una adaptación totalmente fiel al universo creado por George R.R.Martin, potencia las virtudes del los inicios de la primera novela de la saga y maquilla los escasos defectos que dicho libro tiene. En pocas palabras: se detiene en lo épico y misterioso y pisa el acelerador cuando se trata de mostrarnos la enorme cantidad de personajes que aparecen en los comienzos de la novela (pero lo hace, eso sí, dibujándolos perfectamente y dejando claro quién es quién).
Así, después de unos títulos de crédito sensacionales (a los que ya dediqué una pequeña entrada), somos testigos de un epílogo realmente potente, donde vemos el Muro y comprobamos que la ambientación es y va a ser magnífica durante toda la serie. Vestuario, escenarios, paisajes... La HBO no ha escatimado en gastos y ha puesto al servicio de Juego de Tronos todo su arsenal y su poderío artístico y económico, cosa que los fans le agradecemos.
Tras un arranque más potente aún si cabe que en el libro (esa incursión de la Guardia de la Noche fuera del Muro y el ataque de Los Otros, llamados aquí the White Walkers para que los despistados no me los confundan con los que aparecían en Lost...), comienza el desfile de situaciones y personajes con una fidelidad extrema respecto al papel. Comprobamos que Sean Bean es el perfecto Eddard Stark, noble e imponente, llenando la pantalla en cada aparición. Robb, Bran y Jon Nieve se acercan bastante a la idea que tenía de ellos al leer las novelas (sigo sin simpatizar mucho con el bastardo) y Michelle Fairley también clava el papel de Catelyn Stark, sufrida esposa y madre. Arya y Sansa están perfectamente definidas y quedan claras sus diametralmente opuestas aficiones e intenciones a pesar de sus escasas intervenciones. En el lado Baratheon-Lannister, Mark Addy interpreta al rey Robert Baratheon, al que me esperaba no tan desmejorado. Nicolaj Coster-Waldau es un gran Jaime Lannister y Lena Headey es, y lo digo desde ya, la perfecta Cersei Lannister.
Pero sin duda el que se lleva la palma, y no sólo en lo que a la Casa Lannister se refiere sino brillando con luz propia por encima de todos los personajes es Peter Dinklage como el gran Tyrion Lannister, llamado a ser, sin ninguna duda, uno de los grandes personajes televisivos de la historia de las series. Dos pinceladas, tres apariciones de nada, y ya tenemos claro que El Gnomo es un personaje "high class". Por último, si echamos un vistazo a la ciudad de Pentos, encontraremos a Viserys y Daenerys Targayren, interpretados por Harry Lloyd y Emilia Clarke respectivamente, que se ciñen mucho a mi idea preconcebida: totalmente impresentable y repugnante Viserys, y muy ñoña e indecisa Daenerys. Jason Momoa (el próximo Conan) da vida a Khal Drogo y, sinceramente, no me parece mala elección ahora que le he visto en pantalla. Impone y es parco en palabras, exactamente igual que en la novela.
Otro punto a favor de la serie es que no se han cortado ni un pelo y han dado vía libre a los guionistas a la hora de mostrar toda la violencia, la sangre, el sexo, los desnudos y el lenguaje obsceno que el señor Martin dispuso en las páginas de la saga. No cabe duda que esa libertad le aporta a la serie fidelidad, pero también realismo y un marcado carácter adulto y maduro que la hace desmarcarse totalmente de la imagen generalizada que la gente pudiera tener hasta ahora de las novelas de fantasía èpica, brujería y espada.
La banda sonora, a excepción del enorme tema de los títulos de crédito, no me ha dicho hasta ahora gran cosa. Es una banda sonora adecuada, medieval, evocadora y se ciñe al ambiente, pero esperaba algo más épico, algún que otro tema que ejerciera realmente de distintivo de la serie y destacara sobre músicas ambientales similares. Algo parecido me ocurre con ciertos efectos especiales, especialmente con la escena de Bran correteando alegremente por las cornisas y las zonas elevadas de Invernalia: canta un poquito a CGI y, aunque es un detalle sin importancia, podrían haber pulido la escena y habría quedado un episodio piloto visual y estéticamente perfecto.
Y qué decir del cliffhanger final del episodio con la escena que es todo un punto de inflexión en la historia de Juego de Tronos y de toda la saga por extensión. La tremenda escena es una perfecta demostración de pericia narrativa televisiva (aunque esto es mérito total del señor Martin, que de guiones para televisión sabe un rato...) y te deja con unas ganas gigantescas de que llegue ya el segundo episodio, hayas leido o no las novelas.
Así pues, no me queda más que quitarme el sombrero ante los responsables de tan tremenda, fascinante y maravillosa adaptación, y sólo puedo sentarme a esperar impaciente la sucesión de episodios que desgranen, lenta pero inexorablemente, el entramado de este "juego de tronos" que en su día creó para el papel George R.R. Martin y que ahora la HBO ha osado llevar a la pequeña pantalla.