Suelo decir con frecuencia que los Servicios Sociales no deben ocuparse de garantizar las necesidades básicas de las personas. La supervivencia material de las mismas no debería ser objeto de nuestro sistema.
Defender estas tesis me resulta cada vez más difícil, pues siempre que lo hago me encuentro con la incomprensión de mis interlocutores. Probablemente sea consecuencia de mi incapacidad para explicarlo, pero también de cómo la cultura dominante ha asignado a los servicios sociales esa función.
Las razones de ello las hemos analizado de forma recurrente en este blog. Razones ideológicas, políticas e históricas explican esta situación, tanto como el deficiente desarrollo técnico que hemos sido capaces de incorporar al sistema.
Del mismo modo hemos descrito las consecuencias de esta decisión social, la cual considero un enorme error estratégico de la deficiente política social de este país.
No reiteraré pues de nuevo las causas y consecuencias de este fenómeno. Pero sí tengo alguna propuesta.
Asumida por tanto esa convención social que nos asigna la función de satisfacer las necesidades básicas de las personas y familias, creo que tendríamos que hacer el esfuerzo de simplificar al máximo los procedimientos, y para ello considero necesario comenzar cambiando la terminología de muchas de las prestaciones del sistema.
Si nos pusiéramos a unificar estas denominaciones a lo largo de todo el Estado, ya sería perfecto. Pero vamos a ponernos a nombrar las cosas como son.
Habitualmente nuestras prestaciones son un conjunto grandilocuente de términos vacuos que, a mi juicio, sólo pretenden generar la ilusión de que el contenido de las mismas responde a otra cosa que lo que verdaderamente son.
En el fondo es un juego de trileros, que intenta esconder el contenido asistencial (y asistencialista) de las prestaciones con denominaciones y formas que nos hagan sentirnos menos incómodos y tengamos la ilusión de que van dirigidas a la promoción, rehabilitación, inserción y no sé cuantas zarandajas más.
Por ejemplo: "Subsidio para Familias Pobres" igual suena peor que "Renta Mínima de Inserción para Personas en Situación de Exclusión o Vulnerabilidad Social", pero tal vez responda mejor a su contenido.
Como sin duda la "Prestación Económica para cuidados en el entorno familiar y apoyo a cuidadores no profesionales de la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de Dependencia" (tomad aire) suena mejor que "Pensión por Dependencia", pero seguro que de esta segunda manera se identifica mejor su contenido.
Algunos podréis aducir que lo que pretenden estas denominaciones es no estigmatizar a sus beneficiarios. Es un error. Lo que verdaderamente estigmatiza es el contenido de las mismas y, por supuesto, las situaciones que se atraviesan para percibirlas. Situaciones para las que todas estas prestaciones han demostrado su absoluta ineficacia.