Siempre que pienso en un escritor, me lo imagino sentado en una habitación frente a un ordenador, concentrado, el ceño fruncido, la vista fija en la pantalla. Sus dedos vuelan sobre las teclas en el mejor de los días; otros permanecen estáticos, esperando que la inspiración traicionera se despierte. Es un trabajo lento y laborioso, que dura semanas, meses… incluso años. Después vienen las correcciones y las segundas lecturas, cuando las dudas acechan y se reescribe, se elimina, se añade, una y otra vez, hasta la desesperación. Cuando finalmente se pone la palabra fin se siente una extraña sensación de satisfacción y desasosiego porque viene la pregunta: ¿Y ahora qué?Entonces se inicia la caza y captura de editoriales; otro camino de “sin sabores”, colmado de decepciones, hasta que un día un editor se fija en la historia y bingo: se publica. Y ahí llega la tercera etapa: alegría y miedo. Una vez más las dudas acechan: ¿Mi historia gustará a los lectores? ¿La leerán al menos? ¿Me pondrán a parir? Estoy segura que en esa etapa, es como sufrir un parto, hasta que vemos como el retoño, que tanto se ha hecho esperar, ve la luz y vemos los resultados.Esa es, creo yo, la aventura de un escritor actual, ¿pero os imagináis todo este proceso hace más de doscientos años? Cuando los escritores escribían de su puño y letra sus novelas, cuando los procesadores de texto no facilitaban la tarea, cuando los ordenadores no existían, ni siquiera una mísera máquina de escribir. Cuantas hojas tachadas, reescritas entre renglones, en los márgenes, a la luz de un candelabro o lo que se usara en aquel entonces… para después pasar todo ese trabajo a limpio con pluma y tinta. ¿Da miedo, verdad? Creo que en aquel entonces la vocación de escritor era más bien una pesadilla y quien se arriesgaba tenía que ser muy valiente con mucho tesón, y es de admirar.Por suerte, algunos genio de la pluma y el papel dejaron maravillas que han envejecido con elegancia, han superado las estrellas fugaces de las modas temporales, y hoy en día podemos leer esos pequeños tesoros que llamamos Literatura Universal.Es el caso de Los tres mosqueteros. La leí en lectura obligada en el instituto y eché peste. A los dieciséis años, cuando la palabra “OBLIGATORIO” aparece, la rebeldía hace acto de presencia, lo que me llevó a ojearla por encima y olvidarme de ella al momento. Pero años atrás, leí El Club Dumas de Arturo Pérez Reverte y quedé tan maravillada por la novela que me entró ganas de leer de nuevo el clásico: Los tres mosqueteros (para los que no han leído la novela de A P R, la novela de Alejandro Dumas es el eje central en torno al cual se desarrolla la trama principal de El Club Dumas).
El clásico de Alejandro Dumas es una historia completísima con amor, aventura, traiciones, venganzas, amistad y odio. Es una magnífica novela, no tengo otra palabra: un joven espadachín llega a París con la intención de convertirse en mosquetero. En su primer día, se ve envuelto en tres duelos con tres mosqueteros conocidos como ser las mejores espadas de la corte. A partir del triple duelo, el joven D'Artagnan se ve involucrado en las intrigas palaciegas que podrían llevar a la guerra Francia e Inglaterra. Y como pasa con todo lo bueno, aparecen los satélites que se acoplan y quieren absorber un poco de la receta mágica: es el caso del cine. ¿Cuántas veces se ha estrenado una película basada en la novela: Los tres mosqueteros? Imposible nombrarlas todas, desde la versión Gene Kelly interpretando a un D’Artagnan saltarín y muy sonriente, hasta la versión “Mosqueperros” para los más pequeños, pasando por la versión Disney para el cine o el, una vez más, D’Artagnan pero en versión ninja. Incluso le salió una hija al mosquetero que tuvo su propia película, tan intrépida como el padre. ¿No dan miedo tantas versiones? Pues a mí sí porque cada vez que aparece una nueva adaptación cinematográfica, cada creativo, cada guionista, quiere dejar su diminuta huella en la historia de Los tres mosqueteros, lo que nos lleva a la última versión estrenada en España hace muy poco.
Esta nueva versión es, creo, la más disparatada de todas, pero para ser aún más innovador, la película es en 3 D… Vaya, que si nos despistamos al ver el largometraje (larguisimoooo), D’Artagnan nos saca un ojo con la punta de su espada.
Pero no es todo, de la trama del libro no se ha respetado gran cosa: el encuentro de los cuatro mosqueteros y la búsqueda del colgante de la reina. Todo lo demás parece salido de un vídeo juego de acción.
Empecemos con Mila Jojovich, modelo reciclada a actriz de películas de acción con bichos asquerosos para matar a diestro y siniestro (Véase Resident Evil), incluso rodó una versión de Juana de Arcos que me gustó mucho. Aquí interpreta a la pérfida Mi Lady de Winter y luce modelitos de época con corsé incluido, que no le impiden hacer pirueta digna de Matrix. Incluso esquiva unos rayos laser en una escena que me recordó mucha otra de una película de Catherine Zeta-Jones y Sean Connery (aquí los ojos se me pusieron en blanco y dieron la vuelta a mis cuencas oculares).Después tenemos a Orlando Bloom… ¿Quién no le recuerda como Legolas en El señor de los anillos o en Los piratas del Caribe como Will Turner? Pues en esta versión de Los tres mosqueteros, es el Duque de Buckingham. Arhhh… ese tupé (más digno de Tintin) me hizo saltar de mi butaca pero no fue nada comparado con determinadas escenas… para llorar.Y en este caso, no sé si llorar por el personaje de Athos o por el actor que lo interpreta. Ya no podré ver la versión que Matthew MacFadyen hizo de Orgullo y prejuicio junto a Keira Knightley. En esa película era el perfecto Darcy, pero después de verle en esta faceta tan poco atrayente de Athos… Ya no sé si llorar o reír.
En general, la película es un despropósito en todos los sentidos, un ‘eye-popping action film’ (¿?¿?¿? ¿Alguien me lo puede explicar antes de que mis neuronas estallen?), con batallas navales en el aire repletas de efectos especiales (un amigo de mi hija dijo que para los susodichos efectos especiales contrataron a Campanilla y su polvo de hadas para que volaran. ¿Por qué no ante tal despropósito?), máscaras/escafandra para bucear (aquí faltaron unas cuantas pirañas del Amazona o un buen tiburón blanco con anorexia) y hasta ¡¡¡AMETRALLADORAS!!! Ay, mi pobre Alejandro Dumas, ¿Qué dirías de tu novela convertida en un circo de tres pistas? La única nota respetable es que D’Artagnan tiene la edad que el personaje de la novela tiene, es decir jovencísimo… El actor Logan Lerman ha pasado de luchar entre dioses en Percy Jackson y el ladrón de rayo a luchar con capa y espada. Por lo demás es un espectáculo surrealista. ¿Por qué “masacrar” una novela de esa manera? Se pueden hacer todo tipo de películas y como hay gustos para todos, pues bien, hagamos películas de época con artilugios sacados del espacio, pero ¿por qué empeñarse en estropear una historia que lo tiene todo? Sencillamente me parece una falta de respeto hacia el trabajo del autor de la novela.Como remate, se ha reeditado el clásico con el cartel de la película. Espero que los que compren el libro no esperen encontrarse con las batallas navales en el aire porque se llevarán una decepción. Tal vez se saque algo bueno y es que, gracias al tirón de la película, alguien descubra el talento de Alejandro Dumas.
Los tres mosqueterosAlejandro DumasTítulo original: Les trois mousquetairesEditorial: Punto de lectura/2011Género: Narrativa
Ambientada durante el reinado de Luis XIII de Francia, Alejandro Dumas crea una insuperable novela de aventuras en la que narra las peripecias del joven d’Artagnan en su intento por convertirse en uno de los mosqueteros del rey.Repleta de acción, romance, intriga y humor, considerada una de las piezas más importantes de la literatura francesa, sorprenderá al lector por su atrevimiento y actualidad.