Por encima del debate de la política nacional, sobrevuela el ámbito en el que se pueden tomar las decisiones. Decía la canciller alemana hace poco, verbalizando algo que opinan muchos de quienes la critican, que quizá vaya siendo hora de que los estados miembros de la Unión Europea cedan más soberanía a las instituciones comunitarias. Dicho de otro modo, que los presupuestos nacionales pasen por una supervisión y corrección de autoridades europeas que no sólo no controlamos los ciudadanos, sino que ni siquiera conocemos.
No dejo de pensar en que la creación de la moneda común y su irremediable banco central hayan sido las primeras etapas de una casa que se ha comenzado a construir por el tejado porque de otro modo nadie en su sano juicio permitiría colocar el primer cimiento. Pues bien, con una moneda común a países en situaciones tan dispares como Grecia y Alemania, está claro que sin algo más que un criterio de convergencia como puede ser el déficit público, esta moneda perjudicará a unos y beneficiará a otros. El euro, desde el punto de vista de la instrumentalización política, no es inocente. Como tampoco es inocente la decisión de multar o no a países que incumplen o no acuerdos en materias dispares como polución o pesca. El euro no es inocente, insisto, porque el BCE no es inocente. En el momento en que tu banco central es un componente que parametriza la política nacional de un país y que tiene que bregar con economías que crecen y exportan y otras que no sólo no crecen sino que se comen una deuda que no pueden pagar, es el momento de plantear que las mismas normas no pueden valer para todos.
Es muy curioso observar cómo opera esa extraña idea de que en cuestiones económicas los países de la Unión tienen que ir todos juntos y en otro tipo de cuestiones (política migratoria, por ejemplo), se permite que haya grupitos de países que hagan lo que les viene en gana. Es la doble vara de medir que se usa con los países pobres de la Unión. ¿Dónde está escrito que un acreedor sea un amo? ¿En qué parte de los tratados de la UE dice que se permitirán acciones unilaterales para algunos países pero no para otros en función de su cuenta de resultados? ¿Por qué se pone el acento en la cesión de soberanía nacional y no se critica que haya países que pertenezcan a la UE y no a la Eurozona? Hay ciertos debates en Europa que simplemente no existen. No quiero pensar que cuando muchos hablan de ceder soberanía, en el acuerdo incluyan nuestros cerebros.
Uno pensaría que cuando vota a un Parlamento o a un Gobierno (en el caso español es la misma elección, ya que debemos de ser medio imbéciles), estos se dedican a crear leyes y/o a ponerlas en práctica. Pues parece que eso es una especie de privilegio del pasado. Hoy un Gobierno no gobierna, sigue instrucciones de los acreedores del país. Si ese país ha firmado algún tipo de tratado internacional que comprenda áreas de colaboración política con otros, puede que sea debatible que ciertas cosas deba o no hacerlas. Ahora bien, no existe tratado internacional por el que un país ceda su soberanía sin que la población se ponga de acuerdo con amplísimo margen. E incluso con el acuerdo de la población, habría que tener en cuenta que la voluntad de quienes estuvieron antes y quienes vendrán después. Vender un país no puede salir gratis ni se puede hacer por la puerta de atrás y a oscuras.
Vemos que Merkel dice alegremente que es hora de que los países cedan soberanía. Tan sólo unas décadas atrás otros países hubieran llamado a consultas a sus embajadores en Berlín. Como poco, ni la habrían escuchado. Ceder soberanía en Europa, a una entelequia desconocida para el ciudadano, es hacer la guerra por otros medios.
Insisto en que en ningún sitio pone que si yo te debo dinero, tengo que hacer lo que a ti te de la gana. Tendré que devolverte el dinero y desde luego que me interesa devolvértelo para que en el futuro podamos llegar a acuerdos beneficiosos para los dos, ahora bien, si haces algo que yo considero que me perjudica, tengo no sólo el derecho sino la obligación de defenderme. La agresión puede presentarse en muchas formas, como el conde Drácula.
Yo lo último que me esperaría es que mi Gobierno actuara no ya como una puta, sino que además pagara el polvo. Bueno, en concreto haciéndonos pagar a los ciudadanos su polvo. Así, nuestro presidente del Gobierno, con una mayoría absoluta que le da poderes dictatoriales, está rendido ante sus amos, pero sus amos no somos nosotros, que sería lo sano, sino agentes extranjeros cuyas acciones hay que empezar a considerar hostiles.
¿Qué es eso de postular que los presupuestos nacionales deben pasar por el visto bueno de una oficina desconocida? ¿Somos la Guatemala de la United Fruit Company? ¿Cómo puede ser que el partido en el Gobierno critique a los secesionistas catalanes porque actúan contra los intereses generales del país y acto seguido se ponga a disposición de poderes no electos que responden a intereses ajenos a los españoles?
Puede que yo vaya demasiado lejos y la cesión de soberanía se limite a una supervisión bancaria europea y en unos años a la creación de Eurobonos. Eso no sería malo. El problema es que llevamos 25 años dando el beneplácito a cosas que no son malas. Qué queréis que os diga, yo no me fío de un pelo de esta Unión. En gran parte porque no me fío de lo que no conozco y en menor medida porque veo que a la UE no le interesa darse a conocer, lo que realimenta mi ojeriza. Y otra cosa que me pone los pelos de punta es que ningún tratado de la Unión tiene vía de escape. Eso sí que es alucinante y debería ponernos en alerta.
Lluvias de Castamere: