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July, Torquemada del Toreo

Por Antoniodiaz

July, Torquemada del Toreo

Torosysanfermines


Esta tarde se lidia en Pamplona la corrida de Victoriano del Rio. La primera, y casi  última, en la que asoman miembros del G-10. En este caso, son Perera y July, que es nuestro hombre.
Nos vamos a remontar unos meses hacía atrás cuando la casa de la Misericordia reseña en el campo, por medio de su conocedor, Miguel Criado, el hijo del Potra, una corrida muy seria de Victoriano del Rio. Entonces se apartan doce toros, de los que, normalmente, viajan ocho y se matan seis... Entre esa docena había de todo, unos que bajaban más pero que se adivinaba se podrían tapar por la cara, otros muy hermosos;  también tíos en toda regla; y, los demás, de Pamplona, sin exageraciones, pero con trapío. Pero delante de todos ellos, como patriarca de la camada, sobresalía un 26, que hoy es cinqueño, burraco, Bravucón de nombre y amplio de velas. Un toro como para enamorarse. Y allí que se quedó, aguardando junto a sus hermanos destino a Pamplona...
...hasta que llegaron a el Palomar los verdaderos dueños de las ganaderías: los toreros y su gente. En este caso, la de Julián López, el Juli. Que, como es normal en su caso, repudió el 26, se negó tajantemente a que fuera cargado en el camión, haciendo caso omiso de la gente de la Meca y sobre todo, de Victoriano y su hijo Pablo, dueños del toro y, que al fin y al cabo, son los que ven su nombre y apellidos anunciados en el cartel. Le tenían fé al burraquito, cuya imagen como uno de los protagonistas de los sanfermines ha sido publicada en revistas del sector, como 6 Toros 6 o Aplausos, amén de algún blog taurino más. La jugarreta se completa con que ese Bravucón, que han dejado tirado hace sólo algunos días, tiene ya díficil salida. Por edad y por trapío es difícil que pueda ser lidiado en un festejo ordinario. Casi imposible a sabiendas de lo que se mata en el ferragosto español y de los vómitos de sudor que le entran a las figuras cuando ven un pavo así. Su destino puede estar en el matadero o bien en una tienta a puerta cerrada.
Hasta aquí todo "normal" -por desgracia-, no es un hecho extraordinario. Aunque sí de poca categoría taurina y humana por parte del matador. Lo "gracioso" viene a partir del día nueve, en el que en el primer reconocimiento veterinario se desecha un victoriano por una cojera. Y ahí que el camión vuelve a Guadalix a por un remiendo que sustituya al cojito. Y no se les ocurre otra cosa al Potra y a los ganaderos, que embarcar, y digo embarcar cuando quizás debería de decir "secuestrar", a Bravucón, ese galán que el July no quería ver ni en pintura. En el más absoluto secretismo, como si fueran papeles de Estado, se lo traen a los corrales. Esperan a que se haga de noche, a eso de las doce, y con mucho sigilo, lo meten en un corral aislado, solitario, escondido del público, en el que nadie se pudiera percatar de su extraordinaria presencia. Y ahí, en un zulo al resguardo de los profesionales que lo repudian, pasó la noche.
Hasta que por la mañana se realiza el reconocimiento definitivo, y sale todo a la luz. Con el equipo del Juli por allí -desconozco si estaba el matador-, que cuando vieron al burraquito se les cambió la cara. Sólo faltó en el cuadro a Isabel Gemio soltándoles un "¡sorpresa, sorpresa!". El malestar fue grande, porque el malestar de los toreros cuando ven toros que asustan también es cultura. No hace falta decir que volvieron a repudiarlo, por segunda vez, como San Pedro a su Jesucristo, pero que medio aceptaron, a regañadientes, en un principio, ponerlo como sobrero.
Lo que pasó después, lo desconocemos, aunque lo imaginamos, ¿un telefonazo o una conversación con el matador, tal vez?. La verdad es que no lo sabemos, y aquí sólo hablamos de hechos concretos. El caso es que un rato después, la negativa a que se reseñara, ni siquiera como sobrero, fue tajante. Sin lugar a la negociación. Órden y mando de la figura que, además, en hecho insólito en la Historia de la tauromaquia, dejó ordenes dadas de impedir que Bravucón saliera de su zulo, que fuera visto por la gente y, sobre todo, prohibió que le echaran fotos al galafate. Sí. Eso mismo. Prohibir las fotos. De risa.
A estas horas del mediodía no sabemos si sigue allí o está en el camión, de vuelta a casa... Como aficionado, sólo me queda solidarizarme con el ganadero y su familia, que están que fuman en pipa, como los indios; y con Andrés Tirado, el mayoral, que ha vivido días amargos, y al que no le ha quedado otra, tal y como está montado el sistema, que tragarse la amargura para adentro. Cinco años criando toros para esto... para que luego sólo valgan para esconderlos...
Y de aquí un rato, a la plaza, a ver como le dan orejas a este Torquemada del Toreo que es el Juli, principal juez de ese Tribunal de la Inquisición Torista que es el G-10. Y que ya, medio año después de su formación, no engaña a nadie. Panda de antitaurinos.
Nota: No hace falta decir que dos de los victorianos que saltarán al ruedo, el 49 y el 54, están muy justitos de presentación...

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