¿Alguna vez has visto una pareja donde ambos que parecen ser la misma persona? Y no hablo de una pareja “complementaria” (de esos que se ven bien juntos), sino de una pareja que parecieran ser dos personas casi idénticas: con los mismos gustos, el mismo estilo en vestimenta, preferencia por la misma comida y música… incluso tienen las mismas opiniones y pareciera que piensan lo mismo.
¿En algún momento tú has sido así? Probablemente sí. Y no te preocupes, a veces es una cuestión transitoria. Es decir, en ocasiones para lograr acercarnos a una persona podemos “fingir” tener gustos semejantes, ya que tener algo en “común” nos otorga el pretexto perfecto para relacionarnos con la otra persona. No quiere decir que sea bueno o que sea la mejor opción, pero al menos funciona como estrategia para acercarnos y atrevernos a conocer a alguien.
¿Entonces, cuándo representaría algo no tan bueno? Para explicar esto, se me ocurrió retomar una parte de una película llamada “Novia fugitiva”. Es una película americana, la cual (a grandes rasgos) trata de una mujer que puede hacerse novia, incluso comprometerse; pero al llegar el día de la boda sale huyendo. De esta forma su historia se vuelve “popular” gracias a un reportero, quien decide escribir un artículo sobre ella. En fin, la historia se desarrolla en base a esta problemática (la cual no es de mayor importancia en este momento).
La parte interesante que quisiera retomar aquí, es una donde el reportero se da cuenta que la forma en la que le gusta que le preparen los huevos a la protagonista, es aquella que le gusta a su pareja en curso: es decir, no tiene una forma preferida… sino que va eligiendo en base a su pareja
¿Realmente se estaba dando cuenta de sus “cambios” en lo referente al gusto de la preparación de los huevos? ¿Era algo que ella planeaba? ¿Lo hacía a propósito? Según la historia en la película, no era algo que ella hacía de manera consciente. Es un buen ejemplo porque a pesar de ser una película, en la vida real a veces podemos hacer cosas parecidas a elegir el mismo tipo comida que nuestras parejas, tales como vestir de forma similar, copiar el estilo al hablar o las palabras que se utilizan, cambiar las actividades que realizamos para que sean las mismas que nuestra pareja, etc.
Se trata de compartir con la pareja, no mimetizarnos con ella. Aprender de sus gustos, y aquí puede que también resulten gustarnos y eso no tendría nada de malo. El problema radica cuando sólo lo hacemos por imitar a la otra persona, no porque sea algo que realmente nos defina y nos identifique como personas. La cuestión no es ser personas idénticas, sino complementarias: que a pesar de que tengan cosas que “distingan” a su relación, también existan cosas que los distingan a cada uno de ustedes.
Respetar nuestros propios gustos y sentirnos orgullosos de ellos es algo que nos define y distingue de los demás. Habrá cosas que sean similares y otras no, habrá cosas que se compartan y algunas otras no. Se trata de compartir en pareja: simplemente estar juntos, pero no revueltos.