Revista Comunicación
Ya han pasado 22 años desde el estreno de Jurassic Park, y ya tocaba revelar lo que nos quedaba pendiente en todas las entregas anteriores: ver el parque jurásico por fin abierto, y eso han hecho.
Partiendo de que el público fan de la saga, el más exigente y el que más ama las películas de Steven Spielberg llevaba mucho tiempo esperando el gran momento de la gran apertura, y es lo que nos han dado. Cuando hablaba de las películas de Spielberg, me refiero a las únicas que para mi cuentan, ya que Jurassic Park III me pareció tal aberración, que he sido incapaz de asumirla como una continuación.
Jurassic World se desarrolla justo 22 años después de Jurassic Park, lo que sería una línea temporal real. A la gente después de tanto tiempo conociendo que los dinosaurios ya existen y, eliminado el factor sorpresa, ya nos les impresiona los animales tradicionales, y es por ello que los creadores comienzan a modificar el ADN a sus "atracciones" para crear superdinosaurios con los que impresionar tanto a los turistas como a los inversores. Hay algo turbio en todo ésto, ¿a que sí?
En esta ocasión, el director encargado de llevar a cabo la película ha sido Colin Trevorrow (Seguridad no garantizada), y no sé si es su falta de experiencia o el guión que hace aguas por todas partes, pero la película decepciona en bastantes aspectos.
Ya llevaba mucho tiempo con la mosca detrás de la oreja, y con las primeras impresiones que me suscitaban los spoileantes trailers que nos iban dejando, había algo que olía mal, pero es una de esas películas que estás casi obligado a ver, y además en el cine.
Todo comienza de una forma muy forzada e incluso precipitado; parece que están como locos por mostrarnos lo bonito que han dejado el parque, y no dejan tiempo a la incertidumbre. Una vez presentado todo, no deja de venirnos a la cabeza aquella nostálgia con la que han jugado a lo largo de todo el metraje, pero luego hablaré de eso.
Los protagonistas han dejado de tener esa humanidad habitual de sus predecesoras para convertirlos en protagonistas del siglo XXI, quizá allí resida uno de los fallos más grandes. Chico guapo (Chris Pratt), chica guapa (Bryce Dallas Howard), músculos, y acción. Si recordamos a Alan Grant, la Dra. Ellie Sattler e Ian Malcolm eran los entrañables personajes que daban vida a aquel grupo tan peculiar, y sin olvidar al padre del parque: John Hammond y los niños repelentes. Todo aquello del nuevo cine de los 90 que tanto aprendió de los grandes años 80, en el que el cine de ciencia ficción nos regaló tanto. Ésto se ha perdido definitivamente, y lo entenderéis en cuanto lo veáis.
Como os contaba, el factor nostálgico está presente a lo largo de toda la película, en la que podéis descubrir algunos objetos, lugares y chascarrillos que os harán viajar de nuevo a 1993, e incluso cosas muy freaks sólo reservadas a unos pocos elegidos que se darán cuenta. Es de agradecer que se hayan tomado las medidas para que todo ésto tuviera cabida, pero es cierto que el motivo por el cual pude ver con mejores ojos el resto de lo que me esperaba.
Y no es que me haya resultado una película mala, o me he llevado el disgusto del siglo, pero simplemente resultó ser una película entretenida sin más. La película palomitera del verano que te deja indiferente a la salida, a diferencia de lo que consiguieron con JP I y II. Y no es que esté exigiendo algo más profundo que un producto de ciencia ficción, sino que en mi opinión, podrían haber creado algo mucho más espectacular. En ocasiones genera una sensación de precipitación a la hora de manipular un producto tan delicado. Los jóvenes tampoco transmiten nada. A diferencia que los nietos de Hammond que, pese a ser lo más repelente del mundo, consiguieron que les cogiésemos cariño en algún momento, pero a éstos no hay por dónde cogerlos.
Si no tenéis nada que hacer este verano, hace calor en la calle y queréis pasar un rato sin utilizar demasiado el cerebro, podéis acudir al cine a ver Jurassic World, pero no esperéis sentir nada de lo que visteis en aquellos cines todavía analógicos de 1993 donde vivimos aquella aventura más real.
Lo mejor: Los huevos de pascua que dejan para recordarnos que estamos viendo la cuarta entrega de Jurassic Park.
Lo peor: La manía de manipular todo genéticamente, lo artificial que resultan los protagonistas y los fallos de guión.
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