…¿Cómo justificas el escribir Literatura Juvenil? Respuesta corta: No lo hago.
Me he tomado la libertad de traducir un post muy reciente de la escritora Ally Condie, cuyo libro Juntos está siendo un éxito (espero poder subir la reseña dentro de poco). Aquí tenéis el link original por si alguien lo quiere leer de su blog. Lo subo porque creo que puede sernos de ayuda para todos.
La imagen del monovolumen es porque mientras estoy escribiendo este post recordé lo que me dijo mi amiga Libby cuando las dos estábamos locamente enamoradas de nuestros movolúmenes a pesar de lo doméstico y maternal que pueda parecer. Un día Libby me dijo: “¿Sabes que pienso cuando la gente dice que nunca jamás conduciría un monovlumen y que no puede creer que yo lo haga?”. “¿Qué?”, le contesté. “Solo siento pena por ellos”, me dijo “¡Piensa en lo que se están perdiendo! Es como la gente que dice que nunca leerían Harry Potter”. No podía parar de reírme.
Pero este post no es para hablar de imponencia de los monovolúmenes o de Harry Potter, aunque me gusten ambas cosas. En vez de eso es voy a aclarar porque a veces nosotros tenemos que justificar por lo que escribimos. Todo surgió por una pregunta que Karen me hizo en uno de los comentarios de una entrada reciente de mi blog.
“¿Cómo justificas tú el hecho de que que escribas ficción (especialmente para niños) es trabajo serio?”
Dí mi respuesta corta a esto el martes: “No lo hago”.
Lo que quiero decir, por supuesto es que yo no me justifico. Quizá es porque he trabajado en muchas profesiones donde la gente tiende a meter las narices: profesora de una escuela pública y ama de casa. Ya me he acostumbrado a ser la que mata la conversación cuando alguien pregunta “¿A qué te dedicas?” y entonces se lo dices y entonces puedes ver como sus ojos escanean la habitación desesperadamente en busca de otra persona para hablar.
Así que he aprendido a que si tengo que convencer a alguien de que lo que yo hago merece la pena, me va a tomar demasiado tiempo y puede ser demasiado frustrante para ambos. Frustrante para mí porque realmente pienso que lo que yo hago merece la pena a pesar de lo que opine la gente, y frustrante para el otro porque sinceramente no lo cree (o porque puede que sea condescendiente, en cuyo caso es incluso más frustrante).
- ¿Así que qué haces?
- Pues contestas con orgullo, abres la puerta, y esperas a que se produzca el cambio.
Mi marido es economista. Durante muchos años ha sido un agua-fiestas. “¿Qué haces qué?”, le dijo alguien. “Soy economista”, respondió él. “¿Cómo un trabajo?”, volvió a preguntar para asegurarse. “Sí”, dijo, sus ojos brillan de alegría por la profesión que escogió (gente, a mi marido le encanta la economía y matemáticas). “Odiaba esa clase en la universidad”, le dijo, y entonces intentó huir.
Pero entonces la economía se vino abajo, y de repente la gente se interesaba más y quería hablar con él. La gente de la calle le llamaba pidiéndole consejo. Todo esto está bien, pero él adora las matemáticas de cualquier forma.
¿Entonces qué pasó? Todo se volvió relevante para la gente. En un momento la economíaa les importó y querían saber por qué y cómo y todas esas preguntas.
Así que yo estoy esperado ese cambio. Quizá yo misma pueda ser la que lo cause preguntando si recuerdan el libro que les gustaba cuando eran niños. Quizá pueda preguntar si tienen un hijo, o quieren tener uno, o creen que la literatura importa, o si han pasado tiempo en el colegio recientemente, o si alguna vez han intentado contar una historia. Si es así, entonces las cosas podrían cambiar. Y nosotros podríamos charlar. Pero si aún no están convencidos puedo pasar de ellos, porque yo sí que sé que estás cosas importan, y algún día (creo firmemente en esto) lo recordarán. Yo puedo intentar recordar a la gente el porqué los libros, y leer, y las historias, son importantes, pero al final la vida les enseñará o les recordará la verdad.
Leer para los jóvenes y escribir para los jóvenes son dos de las cosas más importantes de mi vida, y no tengo que justificárselo a nadie.