Revista Cultura y Ocio

Justiniano I

Por Enrique @asurza

Justiniano fue emperador de Oriente que en el siglo VI fue artífice de un período histórico caracterizado por la construcción de espectaculares monumentos arquitectónicos y por su labor legisladora. «El emperador que nunca duerme», como fue conocido, dejó su impronta en la legendaria Bizancio, antigua colonia griega de Megara, que llegó a ser la capital del Imperio romano de Oriente con el nombre de Constantinopla. Dos bellos mosaicos del siglo VI perpetúan la imagen de Justiniano I en las iglesias de San Vital y San Apolinar, en la ciudad de Ravena.
Nada se sabe de los primeros años de la vida de Flavius Petrus Sabbatius Iustinianus, llamado el Grande, salvo que nació en Tauresio, cerca de la actual Skopje (Yugoslavia), y que llegó muy joven a Constantinopla, donde su tío Justino ostentaba un alto cargo militar. En la antigua Bizancio los romanos habían asegurado la defensa de sus posesiones en Oriente, amenazadas constantemente por los bárbaros germánicos, los esclavos del Danubio y los persas del Éufrates. En Constantinopla, construida a orillas del Bosforo por mandato de Constantino, Justiniano comienza su brillante carrera hasta alcanzar los más altos cargos del Estado; se casa con Teodora, una actriz de teatro conocida en la época por su vida licenciosa.

Nombramiento como emperador

Cuando Justino se convierte en emperador su joven sobrino ya ejerce una poderosa influencia en el diseño de la política de su anciano tío. No resulta sorprendente que, a la muerte de éste, en el 527, Justiniano sea nombrado emperador. Se inicia con él una época densa en acontecimientos culturales, bélicos y jurídicos. Cuando llega al trono, sus ejércitos se hallan comprometidos en la antigua contienda contra los persas y Justiniano decide organizar la reconquista de las provincias romanas de Occidente, sometidas al yugo de los invasores bárbaros. Envía contra el imperio de los vándalos a sus generales Belisario y Narsés, quienes derrotan a sus tradicionales enemigos e incorporan al imperio el norte de África y de Italia, así como numerosas ciudades costeras del sureste de España. Sin participar personalmente en las campañas militares, Justiniano desplegó su enorme habilidad diplomática para asegurar los límites del imperio haciendo oportunas concesiones a los bárbaros vecinos. Siguiendo esta política, donde se mezclaban el acero de las armas y el sutil arte de la diplomacia, Justiniano firma con el rey persa Cosroes I el tratado de la «paz eterna», muy favorable a los bizantinos, quienes no perdieron parte alguna de su territorio.

Las leyes de Justiniano

No obstante, el período de Justiniano como emperador se ha perpetuado en la memoria histórica merced a su legado como codificador y legislador. El gran estímulo recibido por los estudios jurídicos hizo que en el 528 formara una comisión encargada de producir un nuevo código de las leyes imperiales promulgadas desde el período de Adriano. El trabajo de esta comisión, conocida como Digesto, apareció en el 533, al tiempo que se preparaba un manual para el uso de los estudiantes de leyes, que recibió el nombre de Instituía. Un año más tarde apareció una edición más completa del Código de Justiniano, que contenía las propias leyes elaboradas y promulgadas por el emperador. Su siguiente trabajo jurídico se conoce como las Novelas, que, como las obras anteriores referidas a la jurisprudencia, estuvieron supervisadas e inspiradas por Triboniano. Este sutil jurisconsulto era cuestor del palacio sagrado, el ministro judicial más importante del imperio.

Corte de Justiniano I
Corte de Justiniano I

Desarrollo cultural

El terreno cultural también fue abonado por la semilla de este polifacético emperador, y la universidad acogió en sus aulas a figuras como el historiador Procopio, autor del Libro de las guerras, y el poeta Romano el Melódico. La máxima expresión arquitectónica de la época de Justiniano I es la basílica de Santa Sofía, construida para reemplazar a la de Constantino, que resultó destruida durante los motines de 532. La cúpula de esta basílica se derrumbó en 538 y el emperador hizo levantar otra que era diez metros más alta. El arte bizantino quedó plasmado también en otras ciudades: en Ravena se puede admirar en las iglesias de San Vital y San Apolinar, que albergan maravillosos mosaicos. El carácter innovador de Justiniano hizo que en 552 se introdujera la cría de gusanos de seda mediante capullos procedentes de China.

Estudio de la teología

La intensa dedicación de Justiniano a los asuntos públicos disminuyó considerablemente hacia el final de su reinado, entregándose casi exclusivamente al estudio de los problemas relativos a la teología. El interés por los asuntos religiosos le llevó a las puertas de la herejía cuando en 564 hizo publicar un edicto en el que afirmaba que el cuerpo humano de Cristo era incorruptible. Este punto de vista del emperador, que implicaba que el sufrimiento de Jesús era sólo aparente, suscitó las protestas airadas de muchos eclesiásticos, que se negaron terminantemente a suscribirla. No obstante, a la muerte de Justiniano I en el 565 la polémica se desvaneció con la llegada al trono de su sobrino Justino II. Semejante concepción herética debe entenderse bajo el prisma religioso que rigió la conducta de los emperadores bizantinos que le precedieron. Justiniano I se consideraba a sí mismo como el representante de Cristo en la tierra, y, de otra parte, el Imperio romano de Oriente no conocía esa taxativa distinción entre Iglesia y Estado que luego se desarrollaría con el cristianismo latino.

Escrito por Historia Universal

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