
Katherine Johnson: Matemáticas, precisión y el vuelo hacia las estrellas
En la historia de la ciencia moderna, pocas figuras encarnan con tanta fuerza la conjunción de talento matemático, perseverancia y lucha contra la discriminación como Katherine Johnson. Nacida en un contexto de segregación racial y de escasas oportunidades para las mujeres afroamericanas, Katherine Johnson desafió las barreras sociales y académicas para convertirse en una de las mentes más brillantes de la NASA y en un símbolo de lo que la pasión por las matemáticas puede alcanzar.
Infancia y formación: una mente precoz
Katherine Coleman Goble Johnson nació el 26 de agosto de 1918 en White Sulphur Springs, un pequeño pueblo del estado de Virginia Occidental, en Estados Unidos. Desde muy temprana edad, Katherine demostró un talento innato para los números. Según sus propias palabras, «contaba todo: los pasos al camino, los platos que lavaba, todo lo que se podía contar».
A los 10 años, cuando la mayoría de los niños afroamericanos de su época aún enfrentaban grandes dificultades para acceder a la educación básica, Katherine ya asistía a la escuela secundaria. Su familia decidió mudarse a Institute, Virginia Occidental, para que ella pudiera continuar sus estudios en un entorno más favorable.
A los 15 años, ingresó en el West Virginia State College, una institución históricamente negra, donde se graduó a los 18 años con máxima distinción en matemáticas y francés. En este colegio tuvo como mentor al profesor William Schieffelin Claytor, el tercer afroamericano en obtener un doctorado en matemáticas en Estados Unidos. Él reconoció el talento excepcional de Katherine y diseñó cursos especiales para prepararla para una carrera investigadora. Uno de sus consejos más importantes fue: «Tú serás una gran matemática, y yo voy a asegurarme de que estés lista».
Primeros pasos profesionales
Tras graduarse, Katherine trabajó como maestra en escuelas públicas para afroamericanos, una de las pocas profesiones disponibles para mujeres negras con estudios superiores en la década de 1930. Se casó con James Goble y, durante un tiempo, se dedicó a su familia.
En 1952, con sus hijas ya algo mayores y habiendo enviudado posteriormente, Katherine buscó nuevas oportunidades. Fue entonces cuando supo que el Comité Asesor Nacional para la Aeronáutica (NACA), precursor de la NASA, buscaba mujeres para trabajar como computadoras humanas. Estas mujeres se encargaban de realizar, a mano, complejos cálculos matemáticos que serían fundamentales para el desarrollo aeronáutico y, más tarde, aeroespacial.
Llegada a la NACA y primeros logros
En 1953, Katherine Johnson ingresó a la NACA, en el Centro de Investigación de Langley, en Hampton, Virginia. Al principio, fue asignada al grupo segregado de computadoras negras conocido como el West Area Computers. Sin embargo, gracias a su inteligencia, dedicación y habilidad excepcional para las matemáticas, no tardó en destacar.
En una época donde los puestos científicos estaban dominados por hombres blancos, Katherine rompió esquemas al ser asignada al equipo de investigación de vuelo. Allí comenzó a trabajar directamente con ingenieros varones, un logro inusual para una mujer afroamericana en los años 50. Su dominio de la geometría analítica fue clave para su incorporación al equipo de trayectoria de vuelos.
Aportaciones matemáticas a la exploración espacial
Trayectorias orbitales y vuelos suborbitales
Uno de los primeros trabajos de Johnson en la NACA fue calcular manualmente las trayectorias de los primeros vuelos suborbitales. Estos cálculos requerían una comprensión profunda de la física del movimiento, así como de las matemáticas aplicadas. Katherine utilizó métodos de integración numérica, geometría espacial y álgebra matricial para trazar las trayectorias que permitirían a las cápsulas espaciales regresar a la Tierra con precisión.
Su trabajo fue crucial para el éxito del vuelo de Alan Shepard en 1961, el primer estadounidense en el espacio, así como para la misión del Mercury-Atlas 5, en la que voló el chimpancé Enos.
Misión Friendship 7: el cálculo que hizo historia
En 1962, con la misión del astronauta John Glenn a punto de despegar, la NASA había comenzado a utilizar computadoras electrónicas IBM para realizar los cálculos de trayectoria. Sin embargo, Glenn pidió expresamente que Katherine Johnson verificara manualmente los cálculos computacionales. Su reputación como matemática de precisión era tan grande que el astronauta dijo: «Get the girl to check the numbers», una frase que marcaría un hito en la historia de las mujeres en la ciencia.
Katherine revisó las fórmulas y los resultados computacionales, confirmando que la trayectoria de Glenn era segura. El vuelo fue un éxito y marcó el inicio de la era orbital para Estados Unidos.
Apolo 11: llegar a la Luna con matemáticas
Katherine también participó en los cálculos necesarios para la misión Apolo 11, que llevó al hombre a la Luna en 1969. Su trabajo incluyó el diseño de trayectorias que permitieran el acoplamiento del módulo lunar con el módulo de comando en órbita, una maniobra compleja que requería exactitud milimétrica.
Utilizó técnicas de mecánica orbital, ecuaciones diferenciales y análisis vectorial para determinar los momentos críticos del vuelo, incluyendo el momento exacto del reingreso atmosférico. Estos cálculos ayudaron a asegurar que los astronautas Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins regresaran sanos y salvos a la Tierra.
Programa del Transbordador Espacial y satélites
En las décadas siguientes, Katherine también trabajó en el programa del Transbordador Espacial, en misiones de satélites y en la planificación de misiones futuras a Marte. Se retiró de la NASA en 1986, tras 33 años de servicio.
Durante su carrera, coescribió 26 informes técnicos, algo muy poco común para una mujer en su época. Entre ellos destaca:
«Determination of Azimuth Angle at Burnout for Placing a Satellite Over a Selected Earth Position» (1960), un documento técnico en el que se detallan los cálculos necesarios para colocar un satélite en una órbita geoestacionaria sobre un punto específico de la Tierra.
Este trabajo combinaba trigonometría esférica, cálculo vectorial y dinámica de cuerpos rígidos, y fue uno de los primeros artículos técnicos de la NASA firmados por una mujer afroamericana.
Un legado de ciencia, lucha y dignidad
Katherine Johnson no solo es recordada por sus prodigiosas habilidades matemáticas, sino también por su capacidad para romper barreras. En un entorno de segregación y discriminación, se hizo un lugar con su inteligencia, ética de trabajo y dignidad personal. A menudo tenía que asistir a reuniones a las que no se permitía la entrada de mujeres. Ella luchó para que su voz matemática fuera escuchada, y lo logró.
En 2015, el presidente Barack Obama le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad, el más alto honor civil de Estados Unidos. En 2016, la NASA nombró uno de sus edificios principales en Hampton como el Katherine G. Johnson Computational Research Facility.
Su vida y trabajo también llegaron al gran público gracias a la película «Hidden Figures» (2016), basada en el libro homónimo de Margot Lee Shetterly, donde se relata la historia de Johnson y sus compañeras Dorothy Vaughan y Mary Jackson.
Matemáticas que cambian el mundo
El caso de Katherine Johnson demuestra cómo las matemáticas no son una disciplina abstracta y distante, sino una herramienta poderosa para cambiar el mundo. Cada uno de sus cálculos era una contribución real al avance de la humanidad hacia el espacio.
Katherine decía: «Las matemáticas eran algo que podías mirar y entender. Era limpio. Era preciso. No era subjetivo». Esa precisión fue la que salvó vidas, permitió avances científicos y sirvió como prueba irrefutable del poder de la mente humana cuando se le da la oportunidad de brillar.
Últimos años y fallecimiento
Katherine Johnson vivió hasta los 101 años, falleciendo el 24 de febrero de 2020. Su vida fue un testimonio de perseverancia, inteligencia y humanidad. Dejó un legado que inspira a nuevas generaciones de niñas, especialmente afroamericanas, a estudiar ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM).
Katherine Johnson no necesitó telescopios ni cohetes para tocar las estrellas. Lo hizo con lápiz, papel, y una mente matemática que transformó la historia. Su legado no solo está escrito en los documentos técnicos de la NASA, sino en cada vuelo espacial que hoy sigue surcando el cielo, gracias a los fundamentos que ella ayudó a construir.
Las matemáticas fueron su lenguaje, y con él escribió una de las historias más importantes del siglo XX. Que su ejemplo nos recuerde siempre que la ciencia, cuando se abre a todos los talentos, sin importar su color de piel o su género, es capaz de alcanzar lo más alto.
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