[7/10] A primera vista, un grajo no es el pájaro más adecuado, por bonito o cantarín, para tenerle cariño. Sin embargo, Jojo no piensa de esa manera y un día recoge una cría a quien su madre ha abandonado, y la cuida y adiestra para que sobreviva a los peligros y dificultades de la vida, mientras trata de preparar el cumpleaños de una madre ausente y de tranquilizar a un padre con frecuentes arranques de malhumor. Así comienza “Kauwboy” (“kaw” significa “grajo” en holandés), una pequeña película holandesa -nominada a los Oscar- que mira a la muerte desde la inocencia de un niño que se niega a creer que al final solo quede la nada. En ella, Boudewijn Koole imprime a las imágenes un sentido poético al entrar en contacto con la naturaleza y servirse de la metáfora para hablar de la iniciación a la vida, al saber adentrarse en el alma de un padre y de un hijo que lloran de distinta manera la ausencia, al salpicar de esperanza -y de preciosas canciones country- un camino a veces un tanto oscuro y en el que todo parece venirse abajo.
La sencillez y frescura de la puesta en escena permiten, junto a la naturalidad de la interpretación de Rick Lens, que asistamos al drama de quienes sufren la tragedia y la soledad, pero que lo hagamos con la inocencia de un niño que necesita querer y sentirse querido o con el dolor de un esposo que estalla con arrebatos de rabia y violencia. Ambos se resisten a aceptar la nueva vida, pero el padre lo hace huyendo y adoptando la actitud cínica de quien piensa que “al principio no había nada, despúes hubo vida, y al final volvió a no haber nada”. Es el dolor y resentimiento que le llevan a impedir a Jojo que se quede con el pájaro o haga una tarta, a ahogar su pena en la bebida en mirar hacia otro lado. En cambio, el hijo quiere seguir viviendo como siempre y mantener vivo el cariño hacia su madre… con conversaciones o detalles para el cumpleaños. El grajo no es sino la metáfora para explicar ese sentimiento de abandono y soledad, y la ocasión para volcarse en atenciones de cariño.
Koole observa con discreción y respeto el dolor de ambos, y saber dejarles tiempo para que los acontecimientos fluyan y las penas se remansen. Hay esperanza en su propuesta y también convencimiento de que la “llama grande” del amor siempre surgirá al final para combatir los sinsabores de la vida, como queda claro en el último plano de la película. Hay evocación y tierno lirismo en la propuesta, lo mismo que una absoluta falta de pretensiones y solemnidad. Es, en definitiva, una fábula de aprendizaje y una lección de humanidad, con algunas caídas de ritmo emocional pero con suma sensibilidad y un tempo adecuado. Una cinta intimista y delicada para hablar de lo dulce y lo amargo, de la vida y la muerte, de la familia y la naturaleza, de la infancia y la edad adulta. Y entre ellos, la figura de una madre que cobra protagonismo desde su ausencia, porque sus fotos y su música están en el ambiente y en el corazón herido de quienes más la quieren.
Calificación: 7/10
En las imágenes: Fotogramas de “Kauwboy” – Copyright © 2012 Waterland Film y NTR. Todos los derechos reservados.
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Publicado el 21 mayo, 2013 | Categoría: 7/10, Año 2013, Críticas, Drama, Holanda
Etiquetas: Boudewijn Koole, familia, infancia, Kauwboy, muerte, Rick Lens