Kenzo cobra un nuevo impulso social y comercial gracias a Leon y Lim, sus nuevos directores creativos. Hace dos años nadie daba un duro por la firma japonesa que, ahora reclama su trono en la moda y a nosotros nos encanta.
Hoy es un valor seguro y rentable estimado en 150 millones de euros, y subiendo. El gigante del lujo comandado por Bernard Arnault jamás desvela las ganancias de sus muchos activos, a excepción de Louis Vuitton, principal motor del grupo (90% de los ingresos de la división de moda y marroquinería), pero baste decir que las ventas de Kenzo en el último ejercicio suponen un nada desdeñable 2% del total (según datos de la financiera CA Cheuvreux). Y algo tendrá que ver en ese 12% de beneficios netos logrados por LVMH en los últimos tres meses.¡Marchando una de lavado de cara y otra de lifting rejuvenedor! El tándem chinoperuano él, coreana ella; ojo a los jubilosos estragos que tienen previsto causar tales orígenes en El Dorado mercantil asiático– fue concienzudamente elegido por su proverbial toque de Midas, don abracadabrante en el que se unen ojo clínico para la moda, contactos sociales y habilidad para los negocios y que se resume en dos palabras: Opening Ceremony.En efecto, Leon y Lim son son los artífices de la que, hoy por hoy, es la meca del shopping neoyorquino y de su éxito sobrenatural, un santo grial del diseño que incluye sucursales igual de celebradas en Los Ángeles, Tokio y Londres, más de 300 puntos de venta en todo el mundo para su colección propia, una boyante boutique online, una revista y casi 86.000 seguidores en Twitter, amén de involucrar a celebrities de máximo calado cool como los actores Jason Schwartzman y Chloë Sevigny, el cineasta Spike Jonze y la cantante Solange Knowles.
Inaugurada en 2002, Opening Ceremony tiene, además, el crédito de haber conseguido que firmas de culto foráneas como por ejemplo Havaianas y Acne triunfen entre los consumidores estadounidenses, con lo que el plan maestro para Kenzo (desaparecida de EEUU desde hace una década) estaba más que trazado.
La efervescente presencia de compradores internacionales en la presentación de la firma en Pitti Uomo, el pasado enero, demuestra el alcance real de la resurrección de Kenzo, apuntalado por su entrada apoteósica en grandes almacenes tipo Barney’s y Saks Fith Avenue, un meteórico logro que pone aún más en evidencia los últimos ocho años de inútil remozado con Antonio Marras, anterior diseñador de la marca.
Todo se reduce a haber sabido reconducir el espíritu principal de la casa, lastrado por una década larga de lujoso inmovilismo que vendía vestidos a 4.000 euros cuando la filosofía de su creador (retirado desde 1999) siempre había sido la de la anticostura.
Con precios que apenas rebasan los 700 euros y colaboraciones específicas (Vans y New Era, zapatillas y gorras a 90 y 40 euros, respectivamente) dirigidas al consumo juvenil, el éxito está cantado. Y no olvidemos esa sudadera unisex, la del tigre bordado y el logo gritón, que ya es la pieza más deseada de la temporada. Fundada en 1970, Kenzo vendió su firma a LVMH en 1993 por 64 millones de euros. El creador japonés se retiró en 1999. Diez años después, su casa languidecía social y económicamente. A finales de 2012, LVMH aumentó un 12% sus beneficios. Kenzo contribuyó con el 2% de las ventas. La clave del éxito: pasar de vender lujo caduco por 4.000 euros a lujo moderno por 300 y 600 euros.
Hoy la firma es un activo seguro que ha recuperado su valor que se estima en 150 millones de euros. Para este otoño, los diseños de Kenzo siguen apostando por los estampados geométricos que campan a sus anchas en total looks; entre ellos, un originalísimo print de ojos que acaparará todas las miradas. Para los hombres se impone la sobriedad en tejidos, en patrones y en tonos.
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