Revista Economía

Keynesianos vs neoliberales. reflexión para economistas

Publicado el 28 marzo 2012 por Eleconomistahumilde
KEYNESIANOS VS NEOLIBERALES. REFLEXIÓN PARA ECONOMISTASNo, no se trata de ninguna errata. Aunque quizás el título se preste a cierta confusión, acostumbrados como estamos a textos del tipo “Fiscalidad para no economistas”, “Finanzas para dummies”, “La crisis explicada a un niño”… Pero no, en esta ocasión el público objetivo del artículo lo conforman los economistas, que solo en España sumamos unos cuantos cientos de miles (ahí es nada). Aunque por otra parte, las siguientes reflexiones acaso también sirvan a los no economistas para comprender un poco mejor nuestro peculiar comportamiento, resumido en la célebre cita de Kenneth Boulding:  
"El que piense que el crecimiento exponencial puede continuar para siempre en un mundo finito o es un loco o un economista”
 De todos modos creo que, aunque muy en el fondo, los economistas no estamos locos. De lo que no estoy tan seguro es de que sepamos lo que queremos.
Una de las manifestaciones más visibles de nuestro colectivo se encuentra en los debates y tertulias sobre la manera de salir de la actual crisis. Los economistas solemos optar por un enfoque de corte keynesiano (defendiendo la necesidad de incrementar a toda costa la demanda) o bien neoliberal (planteando como ineludible el acometer sustanciales recortes). Sobra decir que ambas posiciones disponen de una sólida batería de argumentos descriptivos y positivos para avalar sus respectivas tesis. También resulta obvio que con independencia del horizonte temporal del debate, éste vencerá sin la más mínima aproximación entre las dos posturas. Y entre unos y otros, la casa sin barrer. O mejor dicho, sin gestionar, para ser más coherentes con el origen etimológico del término “Economía”.
Aplicando la dinámica de la teoría de juegos, el resultado es un equilibrio en el que ni hay ganadores ni aprendizaje. Y prisioneros de este esquema conceptual binario, la perdedora es nuestra capacidad de realizar aportaciones de valor. Porque la cuestión relevante, y lo digo aún a riesgo de que se me acuse de herejía económica, no es tanto que se gaste ni se recorte más o menos; lo verdaderamente importante es decidir en QUE hay que gastar y en QUE ahorrar.
 En España vamos camino de demostrar que tanto puede conducir al desastre una política de gasto como una de recortes. No merece la pena extenderse sobre las barbaridades cometidas por el sector público en nuestro país durante los años de “crecimiento”. De ellas hablarán sin duda los futuros manuales de Economía, incluyéndolas como perfectos ejemplos de despilfarro. Pero además eso ya es pasado. Ahora el péndulo se halla en el otro extremo, el de recortar o morir. El debate parece centrarse en la cifra global, más que en qué partidas recortar. Y los ajustes en sanidad o educación no son un buen augurio. Porque si no se recorta grasa y en cambio nos cargamos músculo, la recuperación del paciente será tarea imposible. Y no hay un euro con mayor coste de oportunidad que el que se deja de invertir en educación. El problema es que el ROI de la inversión en esta área es a más de 4 años, circunstancia que la relega a un eterno segundo plano en la agenda política del gobierno de turno.
Por todo lo anterior, convendría quizás que todos los economistas firmáramos un armisticio (o al menos a una tregua), que detenga nuestros estériles enfrentamientos internos. Si nos lo proponemos podemos desaprender nuestra arraigada defensa maniquea e improductiva de recetas que han demostrado sobradamente su ineficacia, e intentar aportar nuevos enfoques más fructíferos. En este nuevo escenario nos tocaría mojarnos más, y sin duda a menudo equivocarnos, pero en general seriamos de mucha más utilidad de lo que hemos sido hasta la fecha.
 Ha sido fuerte la tentación de concluir con un chiste sobre economistas, de esos que circulan por internet como fiel reflejo de nuestra reputación actual, pero al final he desistido. Primero porque la situación no deja demasiado margen para bromas. Y segundo porque seguro que según el chiste elegido, se reirían los keynesianos pero se ofenderían los neoliberales (o viceversa), lo cual agrandaría la brecha que justamente estas líneas han tratado de reducir.

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