Revista Cultura y Ocio
Estamos, siempre, rodeados de misterios, de zonas oscuras, de oquedades. Las podemos ignorar (es estrategia tan frecuente como útil) o podemos fingir que, conociéndolas, las desdeñamos o que somos capaces de seguir caminando con ellas alrededor. Para vivir sin más lágrimas de las inevitables, nada mejor que ser un poco miope o un poco amnésico.Maria es una niña italiana que ha nacido en una familia pobre e inescrupulosa. Es la cuarta hija de Anna Teresa Listru, la cual, ante la oferta que le realiza la tía Bonaria, una modista con buena situación económica, se la cede como “hija de alma”. Es decir, que la niña vivirá en un nuevo hogar, con una nueva madre, sin que tal cesión se vea regulada por un contrato jurídico convencional. Tras unas semanas de adaptación, Maria encaja perfectamente con su nueva progenitora, que la trata con respeto y que insiste en que acuda a la escuela para continuar su formación, aspecto que su madre biológica descuidaba por considerarlo algo innecesario para una cría sin más destino que casarse y formar un hogar. Por primera vez en su vida, Maria siente que no es invisible o que no estorba, lo cual la hace sentirse bien. No ha perdido el vínculo con su familia carnal (acude a ayudar en momentos especiales, relacionados con las labores del campo o con las festividades), pero lo ha ampliado su horizonte de vida.No obstante, una serie de acontecimientos (algunas salidas nocturnas de la anciana, los rumores que llegan hasta su oído, la inesperada muerte de Nicola Bastíu) la ponen sobre alerta. ¿Qué esconde, en realidad, la tía Bonaria? ¿Qué recodos de sombra descubriría en ella si hurgase un poco? Cuando por fin se decide a dar el paso de preguntarle y de corroborar sus sospechas, Maria descubrirá que no siempre es agradable descubrir la zona oscura de quienes nos rodean.
Esta novela es la primera que publicó Michela Murgia (Cerdeña, 1972) y que traduce Teresa Clavel Lledó para la editorial Salamandra. Un relato interesante, denso, magníficamente contado, y donde los pequeños saltos temporales nos van conduciendo hasta su terrible y bellísimo final.