El martes, la Academia de las Ciencias y las Artes de la Televisión colgaba en su web el siguiente comunicado:
“La Junta Directiva de la Academia de las Ciencias y las Artes de la Televisión, acuerda por unanimidad emitir la siguiente declaración:
Asistimos con alarma a la cada vez más frecuente contratación por parte de determinados programas de televisión de personas que denigran a otras con falsos testimonios, sin que se haya realizado la más mínima verificación de los hechos que relatan.
La Academia quiere hacer un llamamiento a las empresas y profesionales que trabajan en programas de televisión para que observen celosamente en su desempeño las normas éticas y profesionales, tanto en el tratamiento de las cuestiones abordadas, como en el respeto debido a las personas a las que se haga referencia, ya sean presentadores, artistas, periodistas, contertulios o invitados.
La relajación en esta obligación profesional degrada a la profesión periodística, a los profesionales de la televisión y a la propia sociedad.
Somos un colectivo que no puede descuidar valores como la integridad y el rigor profesional, por lo que todos debemos hacer un esfuerzo por aplicar las normas de esta profesión, por respeto a nuestra audiencia, a las personas sobre las cuales informamos, y por sentido del deber hacia nuestra profesión.”
¿Verificación? A qué verificación se refieren. A la que no realizan los participantes de las meriendas circenses de Sálvame, o a la verificación de los vídeos de Youtube que se practica en los informativos de la tele pública.
¿Degradación? Sólo se me ocurre decir... ¡a buenas horas!