Con doce años tuvo una alegría en su triste vida al descubrir que tenía una media hermana de madre con la que mantuvo una estrecha relación toda su vida. Cuatro años después, cuando los tutores con los que vivía tuvieron que mudarse, Norma debía entrar en un orfanato. Para evitarlo, decidió casarse. Corría el año 1942 y tenía dieciséis años.
De la fábrica a los focos Un año después, cuando Estados Unidos entraba en la Segunda Guerra Mundial, su marido, James Dougherty, se enroló en la marina. El ejército lo llevaría a las lejanas tierras de Austrial. Mientras, Norma se trasladó a vivir con su suegra y empezó a trabajar en una fábrica de municiones.
En aquellos tiempos un fotógrafo descubrió la belleza de la joven y la introdujo en el mundo de las modelos, algo que a su marido no le gustó nada. Al regresar de la guerra, James no consentiría que su esposa y ama de casa, quien ya en 1942 había dejado atrás sus estudios por él, intentara ahora vivir su propia vida como modelo. Pero Norma no aceptó las prohibiciones de James y en 1946 pidió el divorcio.
Claquetas y barbitúricos
Su carrera cinematográfica empezó con un contrato de seis meses con la Twenty Century Fox para aparecer como extra. Ya entonces empezó a llamarse Marlilyn Monroe. Tras un breve paso por la Columbia Pictures, volvió a la Twenty donde firmó un nuevo contrato por seis años. Empezaba entonces una carrera artística con altibajos, con apariciones en films que pasaron sin pena ni gloria y compartiendo cartel con nombres como los Hermanos Marx o Bette Davis.
1953 fue un año importante para Marilyn. Además de protagonizar la primera portada de la revista Playboy, protagonizó una película que se convertiría en un clásico del género musical, Los hombres las prefieren rubias.
Un año después se casaba por segunda vez, en esta ocasión con el jugador de béisbol Joe DiMaggio. A pesar de que la fiesta fue uno de los acontecimientos del año, su matrimonio duró escasos meses.
A su frustración en lo sentimental, se unió un sentimiento de inferioridad y un deseo de mostrar a la industria cinematográfica que ella era algo más que una cara bonita. Pero a pesar de haber ingresado en la prestigiosa academia Actors Studio e intentar conseguir papeles más profundos no condicionados con su físico, los directores y productores siguieron apostando por la rentabilidad que producía la imagen de la Monroe.
Puede que buscando ese lado más intelectual, Marilyn se casó en 1956 con el dramaturgo Arthur Miller. Sin embargo, el mundo intelectual de Miller no encajó con la hermosa actriz de la que se separó en 1961. Marilyn, aun casada con Miller, hizo otro intento por reconducir su carrera creando su propia productora con la que grabó El príncipe y la corista.
Así,en los años siguientes, a pesar de protagonizar películas tan míticas como Con faldas y a lo loco, los rodajes con ella se convirtieron en una pesadilla para directores y actores. Llegaba tarde, muchas veces bajo los efectos de pastillas o de alcohol.
Un extraño suicidio
Lo único cierto es que Marilyn Monroe murió joven, hermosa y con una gran fama en el Hollywood de mediados del siglo XX. Su imagen, eternamente joven, se convertiría con el tiempo en un icono de aquel tiempo de esplendor y su rostro fue y aun es, un rentable gancho publicitario. Norma Jean, una niña triste e insegura que se convirtió en una flamante actriz con el nombre de Marilyn Monroe, fue en verdad una mujer llena de sombras tras un brillante rostro.