Se encuentra un amigo con otro y le dice:
- Oye Paco, mira el teléfono que me he comprado. Es increíble. Tiene brújula, termómetro, barómetro, cámara de vídeo, crea hologramas, puedo hacer los informes de la oficina en él, ver películas, series de televisión, todo en 4K, y lo más increíble… incluso me sirve para hacer llamadas telefónicas.
A pesar de todas las cosas increíbles que nuestros Smartphones pueden hacer, hay una cosa que no ha cambiado desde que el teléfono fue desarrollado por primera vez. No importa lo avanzados que se vuelvan los teléfonos, siguen siendo dispositivos de comunicación que buscan conectar a las personas entre sí.
Sin importar de qué manera lo hagan, la esencia de los teléfonos sigue siendo siempre la misma y es la de facilitar la comunicación entre las personas, hoy en día, a través de audio, vídeo y mensajes de texto. Lo único que en verdad ha cambiado con el tiempo en los teléfonos, es que su interfaz ha evolucionado para proporcionar diferentes opciones que permitan enviar diferentes clases de mensajes en diferentes momentos del día.
Los seres humanos somos una especie social y estas nuevas soluciones tecnológicas nos ayudan a recrear la conexión tribal que necesitamos como especie. Sin embargo, hay toda una psicología oculta que las personas desconocen y que ha sido la encargada de lograr que los servicios de mensajería de los teléfonos modernos, mantengan a las personas atrapadas todo el día revisando información, sin poder desprenderse de la pantalla de sus teléfonos ni por un solo instante.
En esencia, los servicios de mensajería exitosos han desarrollado un sistema de cuatro pasos, que genera en los usuarios de los mismos, una muy alta adicción.
Esos cuatro pasos son los siguientes:
1. El desencadenante
2. La acción
3. La recompensa variable
4. La inversión
Detrás de estos cuatro pasos se encuentra la psicología oculta de la que se deriva nuestra absoluta dependencia a las herramientas tecnológicas actuales.
1. El desencadenante
Un desencadenante es lo que inicia un hábito. Los servicios de mensajería de los teléfonos modernos, han desarrollado a través del sonido y la vibración, el desencadenante perfecto para que las personas se mantengan constantemente aferradas a sus teléfonos.
Basta con que un mensaje enviado por otra persona llegue a su teléfono, para que el mismo emita un sonido, una vibración, o ambas, y automáticamente se activa la curiosidad en las personas para saber qué es lo que está sucediendo. La continuidad en la activación de ese desencadenante, genera un hábito que, en la inmensa mayoría de personas, es casi inquebrantable.
Lo peor de esta situación es que, con el paso del tiempo, los usuarios de los teléfonos dejan de depender de un desencadenante externo para estar conectados a sus teléfonos, y comienzan a desarrollar sus propios desencadenantes internos. Sin ninguna clase de estímulo externo, las personas revisan Facebook, WhatsApp, Tinder, Snapchat, su correo electrónico y todo lo que esté sucediendo dentro de su teléfono, así no esté sucediendo absolutamente nada.
Cuando esta situación se presenta, es porque se ha generado un grado de dependencia tal del dispositivo telefónico, que aquello que inicialmente era algo “novedoso y divertido”, se convierte para la mayoría de personas en una obsesión enfermiza.
Una vez se han desarrollado los desencadenantes internos, el dominio que el teléfono ejerce sobre las personas, es total. Hace 30 años, nadie pensaba en la idea de salir a la calle con un teléfono en el bolsillo de su pantalón. 30 años después, hoy en día a las personas se les hace impensable el salir a la calle sin llevar su teléfono en el bolsillo de su pantalón. Y de hecho, es probable que muchas personas olviden primero ponerse el pantalón, antes que logren olvidarse de su teléfono.
2. La acción
Una vez los desencadenantes externos o internos se han activado, viene la acción. Para ello, cada sistema de mensajería ha desarrollado su propio lenguaje a través de señales, textos, imágenes, sobre las que los usuarios deben hacer un clic a fin de poder consultar la información que desean recibir. Este es tal vez el comportamiento más simple que se realiza luego de que se activa un desencadenante. Simplemente haciendo clic en el icono de una aplicación, se abre dicha aplicación de mensajería y se leen los mensajes recibidos.
Esta acción genera a su vez su propia dependencia. Cuando este hábito se forma, los usuarios harán esta simple acción de abrir las diferentes aplicaciones de su teléfono, para aliviar una sensación como el aburrimiento o la falta de alguien especial. Abrir una aplicación le da al usuario de la forma más simple posible, un poco de alivio frente a sus propios vacíos emocionales.
3. La recompensa variable
La recompensa variable está relacionada con darle a los usuarios aquello que han venido a buscar, lo que los hace quedarse siempre con ganas de más.
Por ejemplo, alguien recibe un mensaje por WhatsApp sobre una conversación grupal, en la que dicha persona no es un participante activo. Dos personas de un grupo cualquiera están conversando sobre algo en particular, pero lo hacen a su propio ritmo. Cada vez que alguno envía un mensaje, se activa el desencadenante externo a través de la notificación del nuevo mensaje que ha aterrizado en el WhatsApp. Luego de esto viene la acción, en la que todas las personas del grupo participan con el fin de saciar su curiosidad y saber qué es lo que se está hablando en ese grupo de WhatsApp. Por último, llega la recompensa en la forma del mensaje que se espera leer.
Pero si se observa con cuidado, cada miembro de ese grupo queda con ganas de más. De hecho, hay personas que, en esta clase de escenarios, consultan sus teléfonos una y otra vez, haciendo fuerza para que la conversación avance con más fluidez, a fin de saciar su curiosidad y poder enterarse sobre lo que está sucediendo entre las personas que se están comunicando en ese grupo.
Aplicaciones como Snapchat, la aplicación de mensajería masivamente popular que el 70% de los estudiantes universitarios alrededor del mundo dicen que usan todos los días, incorpora todo tipo de recompensas variables que aumentan la curiosidad y el interés. La facilidad de enviar mensajes que se autodestruyen sin dejar rastro, hace de esta aplicación algo adictivo en grado extremo ya que los usuarios envían fotos, vídeos e información “confidencial” con más facilidad, teniendo en cuenta “supuestamente”, que dicha información no quedará almacenada en ninguna parte.
¿Será posible?... Si usted está leyendo esto y no sabía que existía algo llamado Snapchat y que podía mantener todas sus conversaciones en un absoluto anonimato, es muy probable que su curiosidad, que ya debe estar bastante desarrollada, lo lleve en este momento a buscar la manera de generar un nuevo foco de dependencia de su teléfono inteligente, a través de esta aplicación.
4. La inversión
Esta es la fase final del proceso psicológico usado para atrapar a los usuarios de los teléfonos, que incita a los usuarios a mantener activo todo este proceso. Por ejemplo, cuando los usuarios añaden amigos en sus redes sociales, establecen nuevas preferencias de búsqueda a través de Internet, o revisan algún contenido que les parezca interesante y que desean guardar, están invirtiendo su tiempo en darle información a la plataforma que están utilizando, sobre sus diferentes gustos y preferencias.
Con base en toda esa información que las personas comparten diariamente sin saberlo, las preferencias y los gustos de los usuarios de los teléfonos son moldeados, a fin de crear hábitos cada vez más sólidos que se afianzan y se fortalecen con el tiempo. ¿Quién de ustedes cuando compró su primer Smartphone tan solo lo usaba unas pocas veces por día, para darse cuenta posteriormente que se volvió completamente dependiente de sus servicios?
Los servicios de mensajería telefónica, llámense como se llamen, han sido creados para quedarse, y son un negocio multibillonario que depende ciento por ciento para su supervivencia, de la mayor cantidad de personas comprometidas y enganchadas permanentemente a dichos servicios.
La adición al teléfono es despiadada. Incluso aquellas personas que afirman usar su teléfono “solo por cuestiones de trabajo”, son incapaces de escapar al influjo de estas máquinas. Y de hecho, esas personas, son tal vez las más adictas y dependientes de los servicios de mensajería telefónica.
Nada se ha dejado al azar. Quienes han creado estos sistemas, sabían muy bien lo que estaban haciendo y, si acaso lo duda, intente salir a la calle al menos durante un solo día, sin llevar su teléfono en el bolsillo de su pantalón. Por muy poca que sea su adicción al teléfono, durante todo el día sentirá una leve sensación de vacío, y la duda permanente sobre si algo importante estará pasando sin que usted lo sepa, le acompañará durante todo el tiempo que se aleje de su teléfono.
Tan solo las personas bastante mayores, son la que logran sobrevivir sin esa clase de dependencias. En el caso de los más jóvenes, el panorama respecto a la adicción al teléfono, es cada vez más desalentador.
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