Por Jorge Gómez
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Curiosamente, los sucesos registrados en Núñez fueron más graves que los de Mataderos, porque involucraron a una mayor cantidad de personas, porque su barrabrava ya había invadido el campo de juego y castigado a los jugadores una semana antes, y sobre todo porque -fue filmado- un grupo de directivos y empleados del club acompañó a una patota a amenazar al árbitro. Sin embargo, porque “River es un grande”, no se le quitará puntos como a Nueva Chicago y “se estudiará” la suspensión de su estadio tratando de no perjudicarlo.
Sin dudas, ésta es una buena oportunidad para reflexionar sobre estos empresarios, burócratas y periodistas vinculados al espectáculo del fútbol, para confrontarlos con los hinchas genuinos y para ver dónde ubicarnos nosotros, los que despreciamos la mentira y la brutalidad del poder.
Un dirigente de Almirante Brown, también castigado con una quita de 18 puntos en 2007, nos explica muy bien la ética de los mercaderes. Asumiendo el papel del bufón que festeja que su amo lo maltrate, justifica la diferencia entre varas: “hay que ser realistas -sostiene- es uno de los más grandes. Nos falta caminar bastante para parecernos a ellos”.
Así son las cosas. En el marco del realismo que nos piden los dueños del negocio y sus satélites, ya sabemos que para ellos no se trata de torneos deportivos sino de espectáculos comerciales, y que nada les importa menos que la seguridad pública o la igualdad ante la Ley. Cuando hablan de Tribunal de Disciplina, Colegio de Árbitros, Comité de Seguridad y todos esos nombres que inventan mientras la población sufre la violencia de los barras protegidos, son tan serios como el jurado de Showmatch.
Con sus explicaciones sobre la lógica de las sanciones del fútbol, Julio Grondona es tan grotesco como Moria Casán cuando informa sobre las reglas de Bailando por un Sueño. Al Tribunal de Disciplina lo podrían integrar Marcelo Polino y Graciela Alfano, con resultados similares a los de ahora.
En cambio, nosotros elegimos rebelarnos y denunciar el circo junto a los miles de hinchas de Chicago, que con toda razón reclaman la devolución de los puntos arrebatados. Sobre todo nos ponemos al lado de quienes dejaron de creer en los dueños del negocio y viven con alegría su pasión inexplicable.
Las orgullosas familias de Mataderos que exhiben en la ventana la bandera del Torito, los que cuando piden tres deseos no se olvidan de su club, las abuelas que desde cualquier lugar del país les regalan a sus nietos el merchandising inhallable (ellas lo encuentran, con su ojo verdinegro), los que lavan el auto los domingos con la camiseta puesta, los que recuerdan emocionados el último partido en primera, los amantes del fútbol de todos los pequeños clubes agredidos por la AFA… Ellos nos marcan el sitio donde debemos ubicarnos.
Con los humillados que no se resignan, con los hinchas sinceros que se mantienen alejados del poder, con quienes disfrutan de mirar en cualquier campito al que juega con la camiseta de sus amores, con los que se ríen a carcajadas de la pretensión de justicia del torneo de la AFA: allí debemos estar. Denunciando la mentira, puteando en todos los idiomas a estos malandras (es fóbal, se nos permite la licencia) y celebrando la acertada decisión de estar junto a los buenos.