Revista Arte

La alegoría trágica más poética en el Arte fue el instante preciso más conflictivo entre desesperación y esperanza.

Por Artepoesia
La alegoría trágica más poética en el Arte fue el instante preciso más conflictivo entre desesperación y esperanza.
 

El instante que más acercaría la desesperación a la esperanza fue siempre el fijado en la Pintura. Es éste entonces así el momento más cercano al final, pero un momento este, sin embargo, que aún no habría llegado todavía a consumarse. En el Arte pictórico no hay secuencia, no hay movimiento y, por lo tanto, no hay ninguna consumación de lo representado. Para elegir el instante mágico y sublime los pintores entonces decidirían, generalmente, la mirada más salvífica de un futuro todavía invisible pero, sin embargo, prometedor. Porque el futuro no existe realmente en el Arte, no se expresará más que por la intuición de lo que prosigue sin verse, de lo que queramos decidir que sea luego lo siguiente en el tiempo, invisible ahora, del Arte. Para la leyenda mitológica de Orfeo y Eurídice el Arte había compuesto diferentes escenas donde se representaba el trágico destino de ella. Porque fue Eurídice quien desfallecería en ese trance definitivo. Orfeo la sobreviviría, aunque ahora, para él, la vida no tendría ya mucho sentido. Para Orfeo la esperanza fue hallarla en el Hades y conducirla luego afuera, a la vida, junto a él, para siempre. Por eso el pintor Corot, un romántico que acabaría comprendiendo que la realidad es mejor aún para impresionar un instante inspirado, acabaría por decidirse a pintar una obra sobre el mito con la única forma que, para él, podría siempre expresarse. Tendrían que ir caminando los dos juntos ahora hacia la salida del infierno, esta era la consumación de lo que, para el pintor, debía ser expresado solo por el Arte. Para esa composición idearía un bosque tenebroso donde el final no se ve nunca ni se presiente. A pesar de la desesperada o indiferente actitud de ella, propia de la morbidad de su estado preexistente, Orfeo caminará decidido y confiado hacia su destino, totalmente esperanzado ahora en conseguirlo. Es por ello que veremos enfrentados, sin verlo, la desesperación y la esperanza. Pero que, sin embargo, ni una ni la otra lo son ahora en verdad. Para Orfeo no es esperanza propiamente, es seguridad, es autoconfianza, es decisión. Para Eurídice, a cambio, es ahora abandono, es seguimiento, es la inercia de lo que, sin emoción alguna, caminará ahora hacia lo indeterminado. 

Así es como el Arte de Corot quiso reflejar un instante donde nada fuese expresado realmente, salvo un avance decidido ahora hacia la esperanza. Es una muestra clara además de su indeterminación artística, ya que el pintor no se decidiría ni por el Romanticismo ni por el Realismo en su vida. Su genialidad fue expresar ambas tendencias juntas con la ayuda artística de un Impresionismo útil. Por eso no veremos emoción ahí por ningún lado, pero tampoco veremos crudeza, ni desgarramiento, ni dolor. Hay una languidez y hay una decisión, hay una esperanza y hay una forma de desesperación. Para los conocedores del mito de Orfeo y Eurídice, lo que vemos ahora es el compromiso con el deseo, con el anhelo de algo que, sin embargo, nunca se consiguió finalmente. Para los desconocedores del mito es tan solo una huida de dos amantes hacia su posible felicidad. Orfeo es pintado por Corot con los atributos de su genio artístico, con las muestras de su determinación, avanzando ahora portando en su mano izquierda el instrumento de su salvación. Es su poder, es su capacidad artística, es su esperanza para crear melodías que rendirán así a las fuerzas malévolas del mundo. Con su otra mano, sin embargo, sostiene y dirige a una Eurídice sin voluntad en el camino hacia su vida. Ella no tiene ahora nada más que a sí misma, o ni siquiera eso. No tiene nada, ni vida casi. Como la desesperanza... Pero el pintor no desea expresar nada de eso exactamente, pero tampoco se niega a lo contrario. Con su obra de Arte representará las dos caras de la vida trágica en sus dos facetas tan opuestas, la esperada y la desesperada. Sin embargo, el pintor no alcanzará a emocionar con su obra, pero, tampoco a dramatizarla. ¿Qué hay justo a la derecha de Orfeo, frente a él, pasando pronto esos árboles oscuros que se le presentan a sus ojos? ¿Es la salida? ¿Es la vida? ¿Es el final? El pintor no compone nada para suponer alguna cosa que así lo justifique, salvo el deseo. Nada veremos, sino solo la decisión de Orfeo tan dirigente. 

La esperanza es una forma de desesperación tan controlada como indecisa. Esta es la impresión que Corot nos hace ver de su personaje mitológico, que camina ahora portando su lira pero, también, llevando a rastras el reflejo de una indecisión. Sin embargo, ese control aparente tenía una justificación y una promesa, ya que podrían salir del Hades ambos si cumplían las condiciones que se le habían impuesto: no mirar nunca atrás. Pero él no pudo controlar, ni saber, el deseo tan incomprensible de Eurídice para no poder cumplirlo. Por eso ella es compuesta con la morbidez de su propia incapacidad volitiva para comprenderlo. No había que mirar atrás, tan solo eso, pero ella no lo cumplió y, poco antes de salir del Hades, dirigió su mirada hacia el abismo. Ella, para él, era ahora lo indeterminado, lo que no se puede prever porque no se conoce, porque se ignora, y, además, no se puede ahora ya controlar ni soslayarlo. La esperanza entonces se transformaría rápidamente, imperceptiblemente también, por eso mismo esto no lo veremos en el Arte. Para el Arte la desesperación consumada no es representable nunca. Pero, a cambio, sí lo es la combinación de ambos estados, la desesperación y la esperanza. Con ellos dos el sentido estético de un hecho incierto alcanzará, sin embargo, ese lugar genial que todo Arte perseguirá para serlo. Siempre que veamos la obra de Corot recordaremos ahora que hay un lugar para la esperanza. A pesar del mito, a pesar de que sabemos lo que sucedió en el mito. Pero eso dará igual porque no lo veremos, porque ahora no veremos en la representación nada de eso. Sólo seguiremos viendo ahora el deseo racional de Orfeo por querer conseguirlo, por alcanzar, así, con su determinación tan solitaria, el camino final de la esperanza.

(Óleo Orfeo conduce a Eurídice fuera de los infiernos, 1861, del pintor Corot, Museo de Finas Artes de Houston.)


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