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La alquimia y la ilustración

Publicado el 02 mayo 2013 por Joseleg

La alquimia y la ilustración La alquimia y la ilustración
Durante la primera revolución química, se terminan de escribir los 17 volúmenes de la Enciclopedia (Diccionario ra­zonado de las ciencias, las artes y de los oficios) cuyo objetivo principal era difundir las ideas de la Ilustración Francesa. De­nis Diderot, uno de sus editores, reconoce la imagen pública de los químicos:
Los químicos son todavía un pueblo distinto, no muy numeroso, que tiene una lengua propia, sus leyes particulares, sus misterios y que vive prácticamente aislado en medio de un pueblo más grande, que muestra poca curiosidad por sus asuntos y que no espera casi nada de su industria.
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Ésta no es muy diferente de la que se tiene hoy. Sin embar­go, y en buena medida por la influencia de Antoine L. Lavoi­sier, la imagen del laboratorio químico que aparece en la Enciclopedia, a diferencia del de los alquimistas, es público, luminoso, limpio y ordenado (figura 4). Ya desde unos pocos años antes, en Oxford, Robert Boyle había conseguido que sus resultados experimentales sobre la bomba del vacío fue­ran aceptados en reuniones públicas, contra las ideas del ante­riormente mencionado e influyente Hobbes. Con la introduc­ción de un nuevo lenguaje, metafóricamente hablando, la luz llegó a la química y dejó de ser un asunto privado, oscuro y hermético.  

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Figura adicional m. Antoine L. Lavoisier & Marie-Anne Pierrette Paulze

Con la primera revolución, a través del Tratado Elemental de Química de Lavoisier se concreta la ambición de éste de “reformar y perfeccionar la nomenclatura química”, y se inicia lo que identificamos como química moderna “No deja de ser curioso que Lavoisier, el gran químico del siglo XVIII, prefiera llamarse a sí mismo físico (Bordieu, 2003, p. 119)… ya estaba culturalmente colonizado.”.
Hay que recor­dar que ya desde la remota antigüedad grecolatina, traducir era el derecho del conquistador (Durand, 2010), como tam­bién imponer su lengua. Nombrar ya no es poseer. El objeto se separa del sujeto. Con la primera revolución se construye el primer paradigma. De la diversidad se empieza a pasar a la unidad. El sociólogo francés Pierre Bordieu dos siglos después, coincidiendo seguramente sin saberlo con Diderot, ha indica­do al respecto (2003, p. 35):
El paradigma es el equivalente de un lenguaje o de una cultu­ra: determina las cuestiones que pueden ser planteadas y las que pueden ser excluidas, lo que se puede pensar y lo que es impensable; al ser a un mismo tiempo una adquisición y un punto de partida, representa una guía para la acción futura, un programa de investigaciones a emprender, más que un sis­tema de normas. A partir de ahí el grupo científico está tan distanciado del mundo exterior que es posible analizar mu­chos problemas científicos sin tomar en consideración las so­ciedades en las que trabajan los científicos. “De hecho Kuhn introduce la idea, aunque sin elaborarla como tal, de la autonomía del universo científico. Llega así a afirmar que ese universo escapa pura y simplemente a la necesidad social y, por lo tanto, a la ciencia social (Bordieu, 2003, p. 35).”
En ese momento, particularmente en 1787, apareció en inglés la palabra responsibility y once años después la francesa responsabilité. Este dato filológico, como se verá más adelante, no es trivial. Desde entonces y poco a poco, a la par de mu­chas de las ideas y formas de ver el mundo derivadas de la Revolución Francesa y la Revolución Industrial fue adueñán­dose de las sociedades europeas la convicción de que debe­mos asumir, sin excusa ni remedio posible, nuestros propios horrores como algo de lo que debemos dar cuenta […] El mal […] tal vez pueda ser banalizado, pero nunca más podrá vol­ver a ser ignorado (Cruz, 2005, p. 117). El filósofo catalán Manuel Cruz indica de manera muy clara este cambio en la mentalidad de las nacientes sociedades industriales:
La responsabilidad no se puede pensar bajo la figura de la deuda, ni cabe convenirla en un gesto reactivo. Es más bien la actitud más afirmativa que estamos en condiciones de pen­sar. Por lo mismo, declararse responsable no es un imperativo cuya legitimidad última derive de ningún tipo de trascenden­cia. Antes bien al contrario, se pretende uno de los gestos secu­lares por excelencia. (Cruz, 2005, p. 143)  

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Figura adicional n. Jons Jacob Berzelius

El paradigma lavoiseriano, los átomos de Dalton, la elec­troquímica que permitió descubrir nuevos elementos recono­cidos a través de la simbología propuesta por Berzelius, la se­paración que éste hizo de la química en orgánica e inorgánica, los pesos equivalentes, las leyes de los gases, los tipos de Ger­hardt, las moléculas, los trabajos de Avogadro, la isomería, la valencia y muchas otras novedades y dificultades químicas se dieron cita en la fronteriza ciudad de Karlsruhe “En Alemania, cerca de la frontera con Francia. El lugar no se escogió al azar; se adelanta de alguna manera la integración cultural europea.” a principios de septiembre de 1860 en el Primer Congreso Internacio­nal de Químicos “Que fue también el primero de cualquier otra disciplina.”.  

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Figura adicional o. Amadeo Avogadro

Convocado por tres reconocidas persona­lidades de la época —Karl Weltzein, Friedrich A. Kekulé y Charles A. Wurtz— que ambicionaban, como Lavoisier años atrás, reformar y perfeccionar el lenguaje de la química “Kekulé, por ejemplo, tenía 19 formas diferentes de escribir ácido acético en un libro que estaba preparando”.La carta a través de la cual convocaron a 127 personas, 56 prove­nientes de Alemania, 21 de Francia, 18 de Inglaterra, ocho de Rusia y Polonia, siete de Austria, seis de Suiza, dos de Italia y uno de España, Portugal y México es muy clara.
En ella se puede leer que la razón de ser de esta reunión era lograr supe­rar (Bensaude-Vincent, 1997, p. 116) las profundas divergen­cias acerca de las palabras y los símbolos, que dañan la comu­nicación y la discusión, motores esenciales del progreso científico.
Fracasaron en su intento original pero salieron for­talecidos y compartiendo el paradigma que caracterizaría la segunda revolución (Kauffman, 2010). La química era una actividad pública europea que posteriormente perfeccionaría su lenguaje, a través de otros congresos y con la fundación de la IUPAC.  

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Figura adicional p. Friedrich August Kekulé von Stradonitz

Por otro lado, y a partir de la participación de Sta­nislao Cannizzaro en Karslruhe, las moléculas quedaron clara­mente diferenciadas de los átomos y Dimitri I. Mendeleiev, otro asistente al evento, construyó su famosa tabla periódica utilizando el ordenamiento de Cannizzaro, la valencia y los pesos atómicos. Muchas de las dudas teóricas se disiparon mientras que los avances industriales a partir del descubrimiento del colorante malva por William H. Perkin se ace­leraban, particularmente en Alemania.
El modelo universitario alemán que relacionaba estrecha­mente la investigación “pura” con la “aplicada” fue copiado por otros países de Europa. Así, la segunda revolución es tes­tigo del final del químico amateur, para dar paso al profesio­nal. La química fue la primera, entre todas las otras ciencias, en la que el trabajo experimental durante su enseñanza se volvió obligatorio. En ese momento en muchos países de Eu­ropa se instala la educación obligatoria y las escuelas empie­zan a ser construidas y gestionadas por los gobiernos locales. Como lo indica Knigth (1992, p. 155)  

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Figura adicional q. Dmitri Mendeleiev

Probablemente durante el siglo XIX la química fue la ciencia más enseñada […] la química era útil para cualquiera ya fuera que se interesara en ciencia pura o aplicada; las industrias requerían cada día más y más personas con conocimientos de química. Para todos era claro que los químicos pensaban no sólo con el cerebro, sino también con las manos. PRINCIPAL REGRESAR

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