Nouriel Roubini, Project Syndicate
Desde finales del año pasado, una serie de acontecimientos positivos ha impulsado la confianza de los inversores y llevó a un marcado incremento en los activos de riesgo, partiendo por los valores globales y las materias primas. Mejoraron los datos macroeconómicos de Estados Unidos y las empresas de primera línea de las economías avanzadas han seguido siendo muy rentables. China y los mercados emergentes se desaceleraron moderadamente, y se redujo el riesgo de una suspensión de pagos caótica y/o la salida de algunos miembros de la eurozona.
Más aún, bajo su nuevo presidente, Mario Draghi, el Banco Central Europeo parece dispuesto a hacer todo lo necesario para reducir el estrés en el sistema bancario y los gobiernos de la eurozona, así como reducir las tasas de interés. Los bancos centrales de las economías avanzadas y emergentes han proporcionado grandes inyecciones de liquidez. La volatilidad es baja, la confianza aumenta y la aversión al riesgo es mucho menor... por ahora.
Pero por lo menos este año es probable que se hagan realidad cuatro riesgos a la baja, socavando el crecimiento global y finalmente afectando negativamente la confianza de los inversores y las valoraciones del mercado de los activos de riesgo.
En primer lugar, la eurozona se encuentra en una profunda recesión, especialmente en la periferia, pero ahora también en las economías centrales, ya que los datos más recientes muestran una contracción de la producción en Alemania y Francia. La crisis del crédito en el sistema bancario se agrava cada vez más, al tiempo que los bancos reducen el apalancamiento mediante la venta de activos y el racionamiento del crédito, lo que profundiza la recesión.
Mientras tanto, la austeridad fiscal no solo está empujando la periferia de la eurozona a una caída libre económica, sino que la pérdida de competitividad persistirá a medida que el alivio ante la menor perspectiva de una suspensión de pagos caótica refuerza el valor del euro. Para restablecer la competitividad y el crecimiento en estos países, el euro tiene que bajar hacia la paridad con el dólar de EE.UU. Y, si bien disminuye el riesgo de un colapso desordenado, resurgirá este año a medida que la inestabilidad política, los disturbios civiles y más austeridad fiscal conviertan la recesión griega en una depresión.
En segundo lugar, hay evidencias de la pérdida de dinamismo de China y el resto de Asia. En China, la desaceleración económica en curso es inconfundible. El crecimiento de las exportaciones se ha reducido considerablemente, volviéndose negativo con respecto a la periferia de la eurozona. También ha caído el crecimiento de las importaciones, que es una señal de las exportaciones futuras.
Del mismo modo, la actividad de inversión china en bienes raíces residenciales y comerciales se está reduciendo drásticamente, a medida que los precios de la vivienda empiezan a caer. La inversión en infraestructura también se ha reducido, con muchos proyectos ferroviarios de alta velocidad en espera, y los gobiernos locales y las entidades creadas con fines específicos se enfrentan a dificultades para obtener financiamiento en medio de condiciones de crédito más exigentes y menores ingresos por la venta de tierras.
En otras partes de Asia, la economía de Singapur se contrajo por segunda vez en tres trimestres a finales de 2011. El gobierno de la India predice un 6,9% de crecimiento anual del PIB en 2012, lo que sería la tasa más baja desde 2009. La economía de Taiwán cayó en recesión técnica en el cuarto trimestre de 2011. La economía surcoreana creció apenas un 0,4% en el mismo período -el ritmo más lento en dos años- mientras que el PIB de Japón se contrajo un 2,3%, mayor que lo esperado, ya que la solidez del yen lastró las exportaciones.
En tercer lugar, si bien los indicadores estadounidenses han sido sorprendentemente alentadores, el impulso de crecimiento de EE.UU. parece estar llegando a su máximo. El ajuste fiscal se intensificará en 2012 y 2013, contribuyendo a una desaceleración, al igual que la caducación de los beneficios fiscales que impulsaron el gasto de capital en 2011. Más aún, dado el constante malestar en los mercados del crédito y la vivienda, el consumo privado se mantendrá débil; de hecho, dos puntos porcentuales de la expansión del 2,8% en el último trimestre de 2011 reflejaron el aumento de inventarios en lugar de ventas finales. Y en cuanto a la demanda externa, el dólar en general fuerte, junto con la desaceleración mundial y de la eurozona, debilitará las exportaciones estadounidenses, mientras que los aún elevados precios del petróleo incrementarán los costes de importación de energía, lo cual contribuirá aún más a impedir el crecimiento.
Por último, se están elevando los riesgos geopolíticos en Oriente Próximo, debido a la posibilidad de una respuesta militar israelí a las ambiciones nucleares de Irán. Si bien el riesgo de un conflicto armado sigue siendo bajo, está aumentando de intensidad la actual guerra de palabras, al igual que la guerra encubierta que Israel y EE.UU. han emprendido contra Irán, que ahora contraataca con ataques terroristas contra diplomáticos israelíes. La República Islámica, con la espalda contra la pared por los efectos de las sanciones, también podría reaccionar hundiendo algunos barcos para bloquear el estrecho de Ormuz, o dando rienda suelta a sus agentes en la región: los chiíes pro-iraníes de Irak, Bahréin, Kuwait y Arabia Saudita, así como Hezbolá en el Líbano y Hamas en Gaza.
Por otra parte, existen en Oriente Próximo tensiones geopolíticas más amplias que podrían intensificarse. La Primavera Árabe ha tenido un resultado relativamente positivo en Túnez, donde comenzó, pero los acontecimientos en Egipto, Libia y Yemen siguen siendo mucho más inciertos, y Siria se encuentra al borde de la guerra civil. Además, existen importantes preocupaciones acerca de la estabilidad política en Bahréin y la Provincia Oriental, rica en petróleo, de Arabia Saudita y potencialmente incluso en Kuwait y Jordania... todas áreas con una sustancial población chií u otros grupos conflictivos.
Más allá de los países afectados por la Primavera Árabe, las crecientes tensiones entre chiíes, kurdos y suníes en Irak desde la retirada de los EE.UU. no permiten esperar un aumento en la producción de petróleo. También está el conflicto entre israelíes y palestinos, así como las tensiones entre Israel y Turquía.
En otras palabras, hay mucho que podrían salir mal en Oriente Próximo, y cualquier combinación de estos factores podría avivar la alarma en los mercados y llevar a precios del petróleo mucho más altos. A pesar del débil crecimiento económico en las economías avanzadas y una desaceleración en muchos mercados emergentes, el petróleo ya está en alrededor de $100 por barril. Pero los temores podrían elevarlo mucho más, con efectos previsiblemente negativos sobre la economía mundial.
Con tantos riesgos en tantos lugares, los inversionistas, como es lógico, finalmente preferirán la liquidez en sus carteras y rehuirán los activos fijos más riesgosos nuevamente cuando estos riesgos de cola se materialicen. Esa es otra razón para creer que la economía mundial está lejos de alcanzar una recuperación equilibrada y sostenible.Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización