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La amenaza fascista

Por Peterpank @castguer

La amenaza fascista

Todo el mundo sabe que la palabra fascista es peyorativa y se usa a menudo para describir cualquier postura política que no gusta a quien habla. No hay nadie por ahí que esté dispuesto a levantarse y decir “Soy un fascista: creo que el fascismo es un gran sistema social y económico”.

Pero yo digo que si fueran honrados, la gran mayoría de políticos, intelectuales y activistas políticos tendrían que decir justamente eso.

El fascismo es el sistema de gobierno que carteliza el sector privado, planifica centralizadamente la economía para subvencionar a los productores, exalta el estado policial como fuente de orden, niega derechos y libertades fundamentales a los individuos y hace del poder ejecutivo el amo ilimitado de la sociedad.

Esto describe la política general hoy en Estados Unidos. Y no solo en Estados Unidos. También es verdad en Europa. Es tan parte de la corriente principal que difícilmente se advierte.

Es verdad que el fascismo no tiene un aparato teórico general. No hay un gran teórico como Marx. Eso no lo hace menos real y distinguible como sistema social, económico y político. El fascismo también prospera como un estilo distinguible de gestión social y económica. Y es una amenaza igual o mayor para la civilización que el socialismo completamente desarrollado.

Esto pasa porque sus rasgos son en buena medida una parte de la vida (y lo han sido durante tanto tiempo) que nos son casi invisibles.

Si el fascismo nos es invisible, es verdaderamente un asesino silencioso. Dispone de una estado, enorme, violento y torpe alrededor del libre mercado que drena su capital y productividad como un parásito mortal en un huésped. Por eso al estado fascista se le ha llamado la economía vampiro. Se pega a la vida económica de una nación y produce una muerte lenta en una economía antes próspera.

Dejadme que mencione solo un ejemplo reciente.

El declive

Los periódicos estuvieron la semana pasada llenos de los primeros datos del Censo de EEUU. La noticia de portada se preocupaba por el enorme aumento en la tasa de pobreza. Es el mayor aumento en 20 años y ahora llega al 15%.

Pero la mayoría de la gente escucha esto y lo rechaza, probablemente por buenas razones. Los pobres en este país no son pobres bajo ningún patrón histórico. Tienen celulares, TV por cable, coches, montones de comida y mucha renta disponible. Es más, no existe una clase fija llamada los pobres. La gente va y viene, dependiendo de la edad y las circunstancias de la vida. Además, en política estadounidense, cuando oyes quejas acerca de los pobres, todos sabemos qué se supone que debes hacer: dar tu cartera al gobierno.

Enterrado en el informe hay otro hecho que tiene un significado mucho más profundo. Se refiere a la mediana de la renta familiar en términos reales.

Lo que revelan los datos es devastador. Desde 1999, la mediana de las rentas familiares ha caído un 7,1%. Desde 1989, la mediana de las rentas familiares es en buena medida plana. Y desde 1973 y el fin del patrón oro, apenas ha aumentado en absoluto. La gran máquina de generación de riqueza que fue en un tiempo Estados Unidos está fallando.

Ya no puede una generación esperar vivir mejor que la anterior. El modelo económico fascista ha matado lo que una vez fue llamado el sueño americano. Y, por supuesto, la verdad es incluso peor de lo que revelan las estadísticas. Tenéis que considerar cuántas rentas existen dentro de una familia para constituir la renta total. Después de la Segunda Guerra Mundial, la familia de una sola renta se convirtió en la norma. Luego se destruyó el dinero y los ahorros estadounidenses se eliminaron y la base de capital de la economía fue devastada.

Fue en ese momento cuando las familias empezaron a luchar para mantenerse a flote. El año 1985 fue el punto de inflexión. Fue el año en que se hizo más común que no que una familia tuviera dos rentas en lugar de una. Las madres entraron en el mercado laboral para mantener a flote la renta familiar.

Los intelectuales alabaron esta tendencia, ya que representaba la liberación, cantando los hosannas de que todas las mujeres en todas partes se añadían a las nóminas como valiosas contribuidoras a las arcas del estado. La causa real es el aumento del dinero fiduciario que depreciaba la moneda, robaba los ahorros y empujaba a la gente a ser fuerza laboral como contribuyentes.

La historia no solo la cuentan los datos. Hay que mirar la demografía para descubrirla.

Este enorme cambio demográfico esencialmente proporcionó a la familia estadounidense otros 20 años de aparente prosperidad, aunque es difícil calificarla así, ya que no hubo ninguna alternativa al caso. Si querías seguir viviendo el sueño, la familia ya no podía arreglárselas con una sola renta.

Pero este enorme cambio es simplemente una vía de escape. Produjo 20 años de ligeros aumentos antes de que tendencia de la renta volviera a hacerse llana. A lo largo de la pasada década, estábamos de nuevo cayendo. Hoy la mediana de rente de una familia esta solo ligeramente por encima de donde estaba cuando Nixon destrozó el dólar, puso controles de precios y salarios, creó la EPA y todo el aparato del estado parasitario de bienestar y guerra se enquistó e hizo universal.

Sí, esto es fascismo y estamos pagando el precio. El sueño se está destruyendo.

Las palabras en Washington acerca de la reforma, ya sea de demócratas o republicanos, son como un mal chiste. Hablan de cambios pequeños, recortes pequeños, comisiones que establecerán, límites que pondrán en diez años. Es todo un ruido de fondo. Nada de esto arreglará los problemas. Ni siquiera estará cerca.

El problema es más esencial. Es la calidad del dinero. Es la misma existencia de 10.000 agencias regulatorias. Es la completa suposición de que tengas que pagar al estado por el privilegio de trabajar. Es la presunción de que el gobierno debe dirigir todo aspecto del orden capitalista. En resumen, el problema es el estado total y el sufrimiento y el declive continuarán mientras existe el estado total.

Los orígenes del fascismo

Es verdad que la última vez en que la gente se preocupó por el fascismo fue durante la Segunda Guerra Mundial. Se nos dijo que estábamos luchando en el extranjero contra este malvado sistema. Estados Unidos derrotó a los gobiernos fascistas, pero la filosofía de gobierno que representa el fascismo no fue derrotada. Muy poco después de esa guerra, empezó otra. Fue la Guerra Fría que posicionando al capitalismo contra el comunismo. El socialismo en este caso se consideraba una forma moderada de comunismo, tolerable e incluso alabable mientras estuviera ligada a la democracia, que es el sistema que legaliza y legitima un continuo pillaje sobre la población.

Entretanto, casi todos han olvidado que hay muchos otros colores de socialismo, no todos evidentemente de izquierdas. El fascismo es uno de estos colores.

No puede haber dudas de sus orígenes. Está ligado a la historia de la política italiana tras la Primera Guerra Mundial. En 1922 Benito Mussolini ganó unas elecciones democráticas y estableció el fascismo como su filosofía. Mussolini había sido miembro del Partido Socialista Italiano.

Todos los más importantes miembros del movimiento fascista vinieron de los socialistas. Era una amenaza para los socialistas porque era el vehículo político más atractivo para la aplicación al mundo real del impulso socialista. Los socialistas se trasladaron en masa para unirse a los fascistas.

Por eso el propio Mussolini disfrutó de tan buena prensa durante más de diez años después de empezar a gobernar. Fue alabado por el New York Times en un artículo tras otro. Fue proclamado en publicaciones académicas como un ejemplo del tipo de líder que necesitábamos en la era de la sociedad planificada. Publirreportajes sobre este fanfarrón fueron muy comunes en el periodismo de EEUU desde final de la década de 1920 hasta mediados de la de 1930.

Recordemos que en este mismo periodo, la izquierda estadounidense sufrió una enorme transformación. En las décadas de 1910 y 1920, la izquierda estadounidense tuvo un muy alabable impulso anticorporativista. La izquierda en general se oponía a la guerra, al sistema penal público, a la ley seca y a todas las violaciones de las libertades civiles. No era amiga del capitalismo, pero tampoco lo era del estado corporativo del tipo que forjó FDR durante el New Deal.

En 1933 y 1934, la izquierda estadounidense tenía que tomar una decisión. ¿Adoptaría el corporativismo y la reglamentación del New Deal o seguiría el principio de sus antiguos valores liberales? En otras palabras, ¿aceptarían el fascismo como un paso intermedio para su utopía socialista? Se produjo una batalla gigantesca en este periodo y hubo un claro vencedor. El New Deal hizo a la izquierda una oferta que no pudo rechazar. Y fue un pequeño paso ir de la adopción de la economía planificada fascista a la alabanza del estado del bienestar que cerró el periodo del New Deal.

No fue más que una repetición de la misma sucesión de acontecimientos en Italia una década antes. También en Italia la izquierda se dio cuenta de que su programa anticapitalista podía alcanzarse mejor dentro del marco del estado autoritario y planificado. Por supuesto, nuestro amigo John Maynard Keynes desempeñó un papel crítico en proporcionar una justificación pseudocientífica para unirse a la oposición al laissez faire del viejo mundo en una nueva apreciación de la sociedad planificada. Recordad que Keynes no era un socialista de la vieja escuela. Como él mismo decía en su prólogo a la edición nazi de su Teoría general, el nacionalsocialismo era mucho más acogedor para sus ideas que una economía de mercado.

Flynn dice la verdad

El estudio más definitivo sobre el fascismo escrito en estos años fue As We Go Marching, de John T. Flynn. Flynn era un periodista e intelectual de espíritu liberal que había escrito varios libros superventas en la década de 1920. Probablemente pueda colocársele en el bando progresista en la década de 1920. Fue el New Deal el que le cambió. Todos sus colegas siguieron a FDR al fascismo, mientras que el propio Flynn mantuvo la antigua fe. Eso significó luchar contra FDR a cada paso y no solo en sus planes nacionales. Flynn era un líder del movimiento America First que veía la deriva de FDR hacia la guerra como nada más que una extensión de New Deal, algo que era realmente.

Pero como Flynn fue parte de lo que Murray Rothbard llamaría más tarde la Vieja Derecha (Flynn pasó a oponerse tanto al estado de bienestar como al estado de guerra), su nombre cayó en el agujero de la memoria orwelliana después de la guerra, durante el apogeo del conservadurismo de la CIA.

As We Go Marching se public en 1944, en el último tramo de la Guerra y justo en medio de los controles económicos de tiempo de guerra en todo el mundo. Es extraordinario que haya conseguido pasar la censura. Es un estudio a gran escala de la teoría y la práctica fascistas y Flynn indicaba con precisión dónde acaba el fascismo: en el militarismo y la guerra con cumplimiento de su programa de gasto en estímulo. Cuando no te queda otra cosa en la que gastar el dinero, siempre puedes depender de fervor nacionalista para respaldar más gasto militar.

Al revisar la historia del auge del fascismo, Flynn escribía:

Uno de los fenómenos más desconcertantes del fascismo es la casi increíble colaboración entre hombres de la extrema derecha y de la extrema izquierda en su creación. La explicación es ésta. Tanto la derecha como la izquierda se unieron en su reclamación de regulación. Los motivos, los argumentos y las formas de expresión fueron diferentes pero todos iban en la misma dirección. Y ésta era que el sistema económico debe estar controlado en sus funciones esenciales y este control deben ejercitarlo los grupos productivos.

Flynn escribe que la derecha y la izquierda discrepaban precisamente en quién debe considerarse el grupo productivo. La izquierda tiende a considerar a los trabajadores como productores. La derecha tiende a estar a favor de los propietarios de empresas como productores. El acuerdo político (que sigue hasta hoy) fue cartelizar ambos.

El gobierno bajo el fascismo se convierte en el dispositivo cartelizador tanto para trabajadores como para propietarios privados de capital. La competencia entre trabajadores y entre empresas se considera como derrochadora y sin sentido: las élites políticas deciden que estos miembros de estos grupos tienen que unirse y cooperar bajo supervisión del gobierno para construir una nación poderosa.

A los fascistas siempre les ha obsesionado la idea de la grandeza nacional. Para ellos, esto no consiste en una nación de gente que se haga cada vez más próspera, disfrutando de vidas mejores y más largas. No, la grandeza nacional se produce cuando el estado se dedica a construir enormes monumentos, crear sistemas nacionales de transporte, esculpir Mount Rushmore o cavar el Canal de Panamá.

En otras palabras, la grandeza nacional no es lo mismo que tu grandeza o la de tu familia o la de tu empresa o profesión. Todo lo contrario. Te tienen que poner impuestos, el valor de tu dinero tiene que depreciarse, tu privacidad invadirse y tu bienestar disminuirse para conseguirlo. Desde este punto de vista, el gobierno tiene que hacernos grandes.

Por desgracia, tal programa tiene una mucha mayor posibilidad de tener éxito político que el socialismo de la vieja escuela. El fascismo no nacionaliza la propiedad privada como hace el socialismo. Esto significa que la economía de se derrumba inmediatamente. Tampoco el fascismo busca igualar las rentas. No se habla de la abolición del matrimonio o de la nacionalización de los niños.

La religión no queda abolida, sino que se usa como herramienta de manipulación política. El estado fascista era más astuto políticamente que el comunismo en este aspecto. Mezclaba religión y estatismo en un paquete, animando a adorar a Dios, dado que el estado opera como intermediario.

Bajo el fascismo, la sociedad como la conocemos queda intacta, aunque todo esté dominado por un poderoso aparato del estado. Mientras que las enseñanzas tradicionales socialistas estimulaban una perspectiva globalizada, el fascismo era explícitamente nacionalista. Adoptaba y exaltaba la idea del estado-nación.

Respecto de la burguesía, el fascismo no busca su expropiación. Por el contrario, la clase media obtiene lo que quiere en forma de seguro social, prestaciones médicas y altas dosis de orgullo nacional.

Es por todas estas razones por las que el fascismo asume un aspecto de derechas. No ataca los valores burgueses esenciales. Se apoya en ellos para conseguir el apoyo para un reglamentación nacional completa respaldada democráticamente de control económico, censura, cartelización, intolerancia política, expansión geográfica, control del ejecutivo, estado policial y militarismo.

Por mi parte, no tengo ningún problema en referirme al programa fascista como una teoría de derechas, aunque sí cumpla aspectos del sueño de la izquierda. Lo esencial aquí se refiere a su atractivo para el público y los grupos demográficos que normalmente siguen políticas de derechas.

Si lo pensáis, el estatismo de derechas es de un aspecto, forma y tono distinto del estatismo de izquierdas. Cada uno está pensado para atraer a un grupo distinto de votantes con distintos intereses y valores.

Sin embargo, estas divisiones no son estrictas y ya hemos visto cómo un programa socialista de izquierdas puede adaptarse y convertirse en un programa fascista de derechas con muy pocos cambios sustanciales aparte de la mercadotecnia.

Las ocho características de la política fascista

John T. Flynn, como otro miembros de la Vieja Derecha, estaba disgustado ante la paradoja de que lo que veía, casi todos los demás optaban por ignorarlo. En la lucha contra regímenes autoritarios en el exterior, apuntaba, Estados Unidos había adoptado esas formas de gobierno en el interior, completadas con controles de precios, racionamiento, censura, dictadura del ejecutivo e incluso campos de concentración para grupos enteros considerados como no fiables en su lealtad al estado.

Después de revisar esta larga historia, Flynn procede a resumir con una lista de ocho puntos que considera que son las características del estado fascista.

Al presentarlos, también hago comentarios sobre el estado centralizado estadounidense.

Punto 1. El gobierno es totalitario porque no reconoce ninguna limitación a sus poderes

Es una característica muy elocuente. Sugiere que el sistema político de EEUU puede describirse como totalitario. Es una característica chocante que la mayoría de la gente rechazaría. Pero solo pueden rechazar esta caracterización mientras no se vean directamente atrapados en la red del estado. Si es así, descubrirán rápidamente que no hay de hecho límites a lo que puede hacer el estado. Esto puede pasar al subirse a un avión, al conducir a casa o al ver a tu negocio en conflicto con alguna agencia pública. Al final deben obedecer o ser enjaulado como un animal o muerto. De esta manera, no importa cuánto puedas creer que eres libre, hoy todos estamos a un paso de Guantánamo.

Todavía en la década de 1990, puedo recordar que hubo momento en los que Clinton parecía sugerir que había cosas que su administración no podía hacer. Hoy no estoy tan seguro de que pueda recordar a ningún cargo público alegando las limitaciones del derecho o las limitaciones de la realidad a lo que puede hacerse y lo que no. Ningún aspecto de la vida está exento de intervención pública y a menudo adopta formas que no vemos fácilmente. Toda la atención sanitaria está regulada, pero lo mismo pasa con cada pizca de nuestra comida, transporte, ropa, productos del hogar e incluso relaciones privadas.

El propio Mussolini expresó así este principio: “Todo dentro del estado, nada fuera del estado, nada contra el estado”. También dijo: “La piedra angular de la doctrina fascista es su concepción del estado, de su esencia, sus funciones y sus objetivos. Para el fascismo, el estado es absoluto, los individuos y grupos, relativos”.

Os pregunto si ésta es la ideología que prevalece hoy en Estados Unidos. Esta nación, concebida en libertad, se ha visto secuestrada por el estado fascista.

Punto 2. El gobierno es una dictadura de hecho, basada en el principio de liderazgo

Yo no diría que tengamos verdaderamente una dictadura de un hombre en este país, pero sí tenemos una dictadura de un sector del gobierno sobre todo el país. El poder ejecutivo se ha expandido tan enormemente en el último siglo que se ha convertido en una broma hablar de contrapesos y equilibrios. Lo que aprenden los niños en las clases de civismo no tiene nada que ver con la realidad.

El estado ejecutivo es el estado tal y como lo conocemos, que va desde la Casa Blanca hacia abajo. El papel de los tribunales es aplicar la voluntad del ejecutivo. El papel del legislativo es ratificar la política del ejecutivo.

Además, este ejecutivo realmente no es la persona que parece estar al frente. El presidente es solo el barniz y las elecciones son solo los rituales tribales que realizamos para conferir cierta legitimidad a la institución. En realidad, el estado-nación vive y prospera fuera de cualquier “mandato democrático”. Aquí encontramos el poder de regular todos los aspectos de la vida y el perverso poder de crear el dinero necesario para financiar este gobierno del ejecutivo.

Respecto del principio de liderazgo, no hay mayor mentira en la vida pública estadounidense que la propaganda que oímos cada cuatro años acerca de cómo el nuevo presidente/mesías va a conseguir los grandes resultados de la paz, la igualdad, la libertad y la felicidad humana global. Aquí la idea es que toda la sociedad realmente está moldeada y controlada por una sola voluntad, algo que requiere un acto de fe tan grande que tienes que olvidar todo lo que sabes acerca de la realidad para creerlo.

Y aun así la gente lo hace. La esperanza de un mesías llegó al paroxismo con la elección de Obama. La religión cívica estaba en modo adoración a gran escala del humano más grande que haya vivido o vivirá nunca. Fue una visión despreciable.

Otra mentira que cree el pueblo estadounidense es que las elecciones presidenciales generan un cambio de régimen. Es una tontería. El estado de Obama es el estado de Bush, el estado de Bush era el estado de Clinton, el estado de Clinton era el estado de Bush, el estado de Bush era el estado de Reagan. Podemos remontarnos mucho más atrás en el tiempo y ver que se solapan nombramientos, burócratas, técnicos, diplomáticos, cargos de la Fed, élites financieras y así sucesivamente. Los cambios en el cargo no se producen por las elecciones sino por la mortalidad.

Punto 3. El gobierno administra un sistema capitalista con una burocracia inmensa

La realidad de la administración burocrática ha estado con nosotros al menos desde el New Deal, que se moldeó sobre la burocracia planificadora que hubo en la Primera Guerra Mundial. La economía planificada (ya sea en tiempos de Mussolini o en los nuestros) requiere burocracia. La burocracia es el corazón, los pulmones y las venas del estado planificador. Y aun así regular una economía tan completamente como se hace hoy es matar la prosperidad con un billón de pequeños cortes.

Esto no significa necesariamente una contracción económica, al menos no inmediatamente. Pero definitivamente significa acabar con el crecimiento que se habría producido en un mercado libre en otro caso.

Entonces ¿dónde está nuestro crecimiento? ¿Dónde está el dividendo de la paz que se suponía que vendría tras el final de la Guerra Fría? ¿Dónde están los frutos de las asombrosas ganancias en eficiencia que ha permitido la tecnología? Se los ha comido la burocracia que gestiona todos nuestros movimientos en esta tierra. El monstruo voraz e insaciable se llama aquí Código Federal y hace que miles de agencias ejerzan el poder policial para impedirnos vivir libremente.

Es como dijo Bastiat: el coste real del estado es la prosperidad que no vemos, los empleos que no existen, las tecnologías a las que no tenemos acceso, los negocios que no llegaron a existir y el brillante futuro que se nos ha robado. El estado nos ha saqueado tan seguramente como un ladrón que entra en nuestra casa y nos roba todo lo que amamos.

Punto 4. Los productores están organizados en cárteles al estilo sindical

No pensamos normalmente en nuestra actual estructura económica como sindicalista. Pero recordad que sindicalismo significa control económico por los productores. El capitalismo es diferente. En virtud de sus estructuras de mercado, pone todo el control en mano de los consumidores. Por tanto, la única pregunta a los sindicalistas es qué productores vana disfrutar del privilegio político. Podrían ser los trabajadores, pero también pueden ser las grandes empresas.

En el caso de Estados Unidos, en los últimos tres años, hemos visto cómo bancos gigantescos, empresas farmacéuticas, aseguradoras, compañías automovilísticas, bancos y brokers de Wall Street y compañías hipotecarias cuasiprivadas disfrutaban de enormes privilegios a nuestra costa. Todos se han unido al estado en llevar una existencia parasitaria a nuestra costa.

También esto es una expresión de la idea sindicalista y ha costado a la economía de EEUU incontables billones y sostenido una depresión económica al impedir el ajuste posterior al auge que habrían dictado los mercados en otro caso. El gobierno ha apretado su rienda sindicalista en nombre del estímulo.

Punto 5. La planificación económica se basa en el principio de autarquía

La autarquía es el nombre que se da a la idea de autosuficiencia económica. El su mayor parte se refiere a la autodeterminación económica del estado-nación. El estado-nación debe ser enorme geográficamente para soportar el rápido crecimiento económico de una población grande y creciente.

Éste fue y es la base del expansionismo fascista. Sin la expansión, el estado muere. También es la idea que hay tras la extraña combinación de presión proteccionista hoy combinada con el militarismo. Está dirigida en parte por la necesidad de controlar los recursos.

Fijaos en las guerras en Iraq, Afganistán y Libia. Seríamos enormemente ingenuos si creemos que estas guerras no están motivadas en parte por los intereses de los productores del sector petrolífero. Es en general la verdad del imperio estadounidense, que apoya la hegemonía del dólar.

Es la razón para la planificada Unión Norteamericana.

El objetivo es la autosuficiencia nacional en lugar de un mundo de comercio pacífico. Consideremos también los impulsos proteccionistas de los candidatos republicanos. No hay un solo republicano, aparte de Ron Paul, que apoye de verdad el libre comercio en su definición clásica.

Desde la antigua Roma a los actuales Estados Unidos, el imperialismo es una forma de estatismo que ama la burguesía. Por esta razón, el empuje de Bush tras el 11-S hacia un imperio global se ha vendido como patriotismo y amor al país en lugar de lo que es un saqueo de la libertad y la propiedad en beneficio de las élites políticas.

Punto 6. El gobierno sostiene la vida económica mediante el gasto y el crédito

Este punto no requiere ningún desarrollo porque ya no está oculto. Hubo un estímulo 1 y un estímulo 2, ambos tan desacreditados que el estímulo 3 tendrá que adoptar un nuevo nombre. Llamémosle la American Jobs Act.

Con un discurso en horario de máxima audiencia, Obama argumentó a favor de este programa con algunos de los análisis económicos más necios que yo haya escuchado nunca. Reflexionaba acerca de cómo es que la gente está desempleada en un momento en que escuelas, puentes e infraestructura necesitan reparaciones. Ordenó que oferta y demanda se unieran para hacer el trabajo necesario con empleos.

¿Hola? Las escuelas, puentes e infraestructura a los que se refiere Obama han sido todos construidos y mantenidos por el estado. Por eso se están cayendo. Y la razón por la que la gente no tiene empleos es porque el estado ha hecho demasiado caro contratarlos. No es complicado. Tumbarse y soñar con otros escenarios no es distinto de esperar que el agua fluya hacia arriba o que las rocas floten en el aire. Equivale a una negación de la realidad.

Pero Obama continúa invocando la vieja añoranza fascista de la grandeza nacional. “Crear un sistema de transporte de categoría mundial”, decía, “es parte de lo que nos hizo una superpotencia económica”. Luego se preguntaba: “¿Nos vamos a cruzar de brazos y ver cómo China construye nuevos aeropuertos y ferrocarriles más veloces?”

Bueno, la respuesta a esa pregunta es sí. ¿Y sabéis qué? No daña a ningún estadounidense que una persona en China viaje en un ferrocarril más rápido que los nuestros. Afirmar otra cosa es incitar a la histeria nacionalista.

Respecto del resto de este programa, Obama prometió otra larga lista de proyectos de gasto. Mencionemos solo la realidad: Ningún gobierno en la historia del mundo ha gastado tanto, tomado prestado tanto y creado tanto dinero falso como Estados Unidos. Si Estados Unidos no se puede calificar de estado fascista en este sentido, ningún gobierno ha podido serlo nunca.

Nada de esto sería posible si no fuera por la actuación de la Reserva Federal, el gran prestamista del mundo. Esta institución es absolutamente crítica para la política fiscal de EEUU. No hay forma de que la deuda nacional pueda aumentarse a un ritmo de 4.000 millones de dólares diarios sin esta institución.

Bajo un patrón oro, se acabaría todo este gasto maniático. Y si la deuda de EEUU tuviera un precio en el mercado con una prima de impago, estaríamos viendo una calificación muy inferior a A+.

Punto 7. El militarismo es un puntal del gasto público

¿Habéis advertido que el presupuesto militar nunca se discute seriamente en los debates políticos? Estados Unidos gasta más que la mayoría del resto del mundo combinado.

Pero sí oímos hablar a nuestros líderes, Estados Unidos es solo una diminuta república comercial que quiere la paz pero está constantemente bajo amenaza en el mundo. No harían creer que todos estamos desnudos y somos vulnerables. Todo es una horrible mentira. Estados Unidos en un imperio militar global y la principal amenaza para la paz hoy en el mundo.

Visualizar el gasto militar de EEUU en comparación con otros países es verdaderamente chocante. Un gráfico de barras que podéis encontrar fácilmente muestra el presupuesto militar de EEUU de más un billón de dólares como un rascacielos rodeado de diminutas cabañas. Respecto de siguiente mayor gastador, China gasta una décima parte respecto de Estados Unidos.

¿Dónde está el debate acerca de esta política? ¿Dónde está la discusión? No está. Simplemente, ambos partidos han asumido que es esencial para el modo de vida de EEUU que Estados Unidos sea el país más mortífero del planeta, amenazando a todos con la extinción nuclear si no obedecen. Esto debería considerarse por toda persona civilizada como una atrocidad fiscal y moral.

No son solo los servicios armados, las subcontratas militares, los escuadrones de la muerte de la CIA. Son también cómo la policía a todos los niveles ha adoptado posturas de tipo militar. Esto es aplicable a la policía local, la policía estatal e incluso a los vigilantes de los pasos de peatones en nuestras comunidades. La mentalidad del comisario, la matona alegría de gatillo, se ha convertido en la norma en toda la sociedad.

Si queréis ver atrocidades, no es difícil. Tratad de entrar en este país desde Canadá o México. Ved cómo tipos con chalecos a prueba de balas, fuertemente armados y con botas llevando perros arriba y abajo en las filas de vehículos, escogiendo a gente al azar, acosando a inocentes, haciendo preguntas rudas y entrometidas.

Tienes la fuerte impresión de estar entrando en un estado policial. Esa impresión sería correcta.

Pero para el hombre de la calle, la respuesta a todos los problemas sociales parece ser más cárceles, condenas más largas, más policía, más poder arbitrario, más medidas enérgicas, más pena capital, más autoridad. ¿Dónde acaba todo esto? ¿Y llegará el final antes de que nos demos cuenta de lo que ha ocurrido a nuestro país antes libre?

Punto 8. El gasto militar tiene objetivos imperialistas

Ronald Reagan solía decir que su aumento militar era esencial para mantener la paz. La historia de la política exterior de EEUU desde la década de 1980 ha demostrado que esto es un error. Hemos tenido una guerra tras otra, guerras lanzadas por Estados Unidos contra países no colaboradores y creación de aún más estados clientelares y colonias.

La fortaleza militar de EEUU no ha llevado a la paz, sino todo lo contrario. Ha hecho que la mayoría de la gente en el mundo considere a Estados Unidos como una amenaza y ha llevado a excesivas guerras en muchos países. Las guerras de agresión se definieron en Nuremberg como crímenes contra la humanidad.

Se suponía que Obama acabaría con esto. Nunca prometió hacerlo, pero todos sus defensores creían que lo haría. Sin embargo, ha hecho todo lo contrario. Ha aumentado los niveles de tropas, afianzado guerras y empezado otras nuevas. En realidad ha presidido un estado belicista igual de malo que cualquiera en la historia. La diferencia esta vez es que la izquierda ya no critica el papel de EEUU en el mundo. En ese sentido, Obama es lo mejor que la haya ocurrido nunca a los belicistas y el complejo militar-industrial.

Respecto de la derecha en este país, hubo un tiempo en que se oponía a este tipo de fascismo militar. Pero todo cambió tras el inicio de la Guerra Fría. La derecha sufrió un terrible cambio ideológico, bien documentado en la olvidada obra maestra de Murray Rothbard, The Betrayal of the American Right. Bajo la disculpa de detener al comunismo, la derecha pasó seguir el apoyo del ex-agente de la CIA, Bill Buckley, a una burocracia totalitaria en el interior para hacer la guerra en todo el mundo.

Al final de la Guerra Fría, hubo un breve retorno cuando la derecha de este país recordó sus raíces en el no intervencionismo. Pero no duró mucho. George Bush I reavivó el espíritu militarista con la primera guerra en Iraq y no ha habido ningún cuestionamiento fundamental del imperio estadounidense desde entonces. Incluso hoy, los republicanos obtienen los mayores aplausos espoleando a las audiencias con amenazas exteriores, aunque nunca mencionando la amenaza real para el bienestar estadounidense que existe en la Beltway.

El futuro

No puedo pensar en una prioridad mayor que una alianza antifascista seria y efectiva. En cierto sentido, ya se está formando una. No es una alianza formal. Está compuesta por quienes protestan por la Fed, los que rechazan seguir con las políticas fascistas de la corriente principal, los que buscan la descentralización, los que reclaman impuestos más bajos y libre comercio, los que defienden el derecho a asociarse con quien quieran y comprar y vender en los términos que elijan, los que insisten en que pueden educar a sus hijos por sí mismos, los inversores y ahorradores que hacen posible el crecimiento económico, los que no quieren ser toqueteados en los aeropuertos y los que se han convertido en expatriados.

También incluye a los millones de empresarios independientes que están descubriendo que la amenaza número uno a su capacidad de servicio a otros a través del mercado es la institución que afirma ser nuestro mayor benefactor: el gobierno.

¿Cuánta gente entra en esta categoría? Más de la que sabemos. El movimiento es intelectual. Es político. Es cultural. Es tecnológico. Vienen de todas las clases, razas, países y profesiones. Ya no es un movimiento nacional. Es verdaderamente global.

Ya no podemos predecir si los miembros se consideran como de izquierdas, de derechas, independientes, libertarios, anarquistas u otra cosa. Incluye gente tan diversa como padres que educan en casa a sus hijos en los suburbios como a padres en áreas urbanas cuyos hijos están entre los 2,3 millones de personas que languidecen en la cárcel por ninguna buena razón en un país con la mayor población reclusa del mundo.

¿Y qué quiere este movimiento? Ni más ni menos que la dulce libertad. No pide que la libertad de conceda o dé. Solo pide la libertad que promete la propia vida y existiría si no fuera por el estado Leviatán que nos roba, nos fastidia, nos encarcela, nos mata.

Este movimiento no desaparece. Estamos rodeados diariamente por evidencias de que es legítimo y real. Cada día es más evidente que el estado no contribuye absolutamente nada a nuestro bienestar, sino que resta masivamente a él.

De vuelta a la década de 1930, e incluso durante la de 1980, los defensores del estado estaban rebosantes de ideas. Tenían teorías y programas que tenían muchos soportes intelectuales. Estaban ansiosos y excitados acerca del mundo que crearían. Acabarían con los ciclos económicos, traerían avances sociales, crearían clase media, curarían las enfermedades, proporcionarían seguridad universal y muchas más cosas. El fascismo creía en sí mismo.

Ya no es verdad. El fascismo no tiene nuevas ideas, ni grandes proyectos y ni siquiera sus propios partidarios creen realmente que pueda lograr que pretende. El mundo creado por el sector privado es tanto más útil y bello que cualquier cosa que haya hecho el estado que los propios fascistas se han desmoralizado y son conscientes de que su programa no tienen ningún fundamento intelectual real.

Cada vez es más conocido que estatismo no funciona ni puede funcionar. El estatismo es la gran mentira. El estatismo nos da exactamente lo contrario de lo que promete. Prometía seguridad, prosperidad y paz y nos ha dado temor, pobreza, guerra y muerte. Si queremos un futuro, es el que tenemos que construir nosotros mismos. El estado fascista no nos lo dará. Por el contrario, se interpone en el camino.

También me parece que ha pasado el antiguo romance de los liberales clásicos con la idea del estado limitado. Es hoy mucho más probable que los jóvenes adopten una idea que hace 50 años se consideraba impensable: la idea de que la sociedad está mejor sin ningún estado en absoluto.

Yo consideraría el auge de la teoría anarcocapitalista como el mayor cambio intelectual en mi vida de adulto. Ha desaparecido es visión del estado como el vigilante nocturno que solo defendería derechos esenciales, resolvería disputas y protegería la libertad.

Esta opinión es deplorablemente ingenua. El vigilante nocturno es el tipo con las armas, el derecho legal a utilizar la agresión, el tipo que controla todas las entradas y salidas, el tipo que se posa en lo alto y ve todas las cosas. ¿Quién le vigila? ¿Quién está limitando su poder? Nadie y precisamente por esto es la verdadera fuente de los mayores males de la sociedad. Ninguna constitución, ni elecciones, ni contrato social controlarán su poder.

De hecho, el vigilante nocturno ha adquirido el poder total. Es él quien sería el estado total, al que Flynn describe como un gobierno que “posee el poder para aplicar cualquier ley o tomar cualquier medida que la parezca apropiada”. Mientras un gobierno, dice “esté investido con el poder de hacer cualquier cosa sin ninguna limitación en sus poderes, es totalitario. Tiene el poder total”.

Ya no es algo que podamos ignorar. El vigilante nocturno debe ser despedido y sus poderes distribuidos entre toda la población y debería gobernarse ésta por las mismas fuerzas que nos proporcionan todas las bendiciones que nos permite el mundo material.

Al final, esta es la alternativa que afrontamos: el estado total o la libertad total. ¿Cuál elegiremos? Si elegimos el estado, continuaremos hundiéndonos más y más acabaremos todo lo que atesoramos como civilización. Si elegimos la libertad, podemos aprovechar el notable poder de la cooperación humana que nos permitirá continuar haciendo un mundo mejor.

En la lucha contra el fascismo, no hay razón para desesperar. Debemos continuar luchando con toda la confianza en que el futuro nos pertenece a nosotros y no a ellos.

Su mundo se está desmoronando. El nuestro se está construyendo.

Su mundo se basa en ideologías en bancarrota. El nuestro se asienta en la verdad acerca de la libertad y la realidad.

Su mundo solo puede mirar atrás hacia los días gloriosos. El nuestro mira adelante al futuro que nos estamos construyendo.

Su mundo se asiente en el cadáver del estado-nación. Nuestro mundo se basa en la energía y la creatividad de todos los pueblos del mundo, unidos en el gran y noble proyecto de crear una civilización próspera a través de la cooperación humana pacífica.

Es verdad que ellos tienen las armas más grandes. Pero las grandes armas no han garantizado una victoria permanente en Iraq o Afganistán (o en cualquier otro sitio del planeta).

Poseemos la única arma que es verdaderamente inmortal: la idea correcta. Esto es lo que nos llevará a la victoria.

Como dijo Mises:

A largo plazo, ni siquiera los gobiernos más despóticos con toda su brutalidad y crueldad pueden competir con las ideas. Al final, prevalecerá la ideología que se haya ganado el apoyo de la mayoría y haya frustrado sus planes. Entonces los muchos oprimidos se levantarán en rebelión y acabarán con sus amos.

Llewellyn Rockwell


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