Revista Filosofía

La analítica trascendental y la Filosofía como teoría de lo que hacemos.

Por Juanferrero

La analítica trascendental y la Filosofía como teoría de lo que hacemos.En la tabla de los juicios de Kant los que quedan englobados en la categoría de cantidad, se difer encian tres tipos juicios universales, particulares y singulares, que corresponden con las subcategorías de unidad, pluralidad y totalidad. Lo que parece más difícil de asimilar es que a los juicios singulares le corresponda la categoría de totalidad, que parecería que su correspondencia más natural sería con los juicios universales a los que les corresponde, sin embargo, la categoría de unidad. Pero desde el punto de vista de la Filosofía como teoría de lo que hacemos creemos que las correspondencias que establece Kant son de largo alcance desde nuestra perspectiva. La primera razón es que hay que tener en cuenta el esquematismo de la razón para las categorías de cantidad.  El esquematismo remite siempre a la temporalidad como sentido interno, en el caso de la categoría de cantidad el esquema es el número, el número, por tanto, remite a su unidad como universal capaz de aplicarse a cualquier contenido concreto, a la particularidad de las aplicaciones y a la singularidad de una aplicación concreta y determinada. Lo que ocurre con las singularidades es que el número tiene su fundamento no en el universal o el particular sino en las acciones singulares en las que se aplica, y la singularidad que da cuenta a todo número es la unidad. La unidad misma es siempre una singularidad producto de la acción. Un codo, un metro, un acre como unidad es el resultado de acciones efectivamente realizadas en las que la unidad alcanza su sentido completo o total. La interioridad de sumar, restar como producto de la imaginación sólo ha podido interiorizarse después de una familiarización con delimitar, determinar según la acción de esta unidad que son las unidades de medida de todo tipo. Las condiciones trascendentales son producto de la acción.
En este sentido la cantidad como producto de las acciones singulares es el fundamento de toda cualidad. La posterior idealización universal y sus particularizaciones derivadas descualifican lo que no puede tener más que un origen en lo que hacemos. Las reglas de la teoría no puede deducirse de un universo ya existente y extemporáneo. La temporalidad interior  que explica el conocimiento es resultado de una relación  con lo exterior y con las producciones, y que efectivamente cristalizan como condiciones a priori. En cierto sentido, un metro, un acre no puede separarse de la acción capaz de delitimarlo, y por tanto, tal acción significa una duración que aún estando completamente determinada en cada una de las realizaciones hechas la idealización posterior que hace posible su tratamiento en signos desvirtua lo que es la distinción real de tal unidad. Y más cuando un acre, una hectárea es practicada (praxis - acción), con un palo horadando la tierra, tirada por bueyes, o con un tractor olvidamos la distinción real que es propia de la fundamentación de toda matemática. Por tanto, las diversas praxis recualifican indefinidamente el acre, no como medida idealizada que es fácilmente intercambiable, sino como espacio asociado a la duración de su praxis (a pie, con bueyes, con tractor). La diversidad de tiempos que hay en el esquematismo en realidad es la diversidad de producciones que se dan en un tiempo y lugar determinado, y la diferencia con otros lugares y tiempos determinados. Practicar la tierra con bueyes determina la subjetividad de manera diferente a hacerlo con palos o con tractores, e incluso ser consciente de estas diferencias la diversidad de tiempso también ha de modificarse.
La clave radica en la irreductibilidad de lo singular que coincide con la totalidad de sentido de las acciones irreductibles a una unidad general, o a particularidades intercambiables. Sin embargo, la unidad idealizada y particularidades intercambiables en la era de la informática han permitido simular las acciones, los usos que inevitablemente nos vemos obligoados a efectuar una sola y única vez. De esta manera estamos siempre en contacto con la naturaleza, en la inmediatez de las acciones, sea según la capacidad productiva que sea, ya sea con herramientas de piedra, ya sea con ratones de ordenador. 
La metafísica siempre ha sido el intento de escapar a la tragedia de la inmediatez de la acción que tenemos en común con el resto de la naturaleza. La ontología, por el contrario, no puede más que asumir la inmediatez de la acción como condición de la libertad.

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