Godot13
Vivimos en una época difícil.
Todas lo son, en mayor o menor medida.
Siempre me ha interesado la perspectiva histórica; es así que, me pregunto, dentro de 20, 100, 5.000 años ¿qué suceso de entre los acaecidos durante este decenio tendrá cierta trascendencia? ¿Serán tan importantes el Brexit, Trump, el resurgimiento de los nacionalismos o el fanatismo terrorista? ¿Acaso el cambio climático, la creciente desigualdad en el corazón de los países más desarrollados como espoleta de conflictos sociales? Es imposible preverlo. Pero se intuye que hay una íntima relación en todo lo que he descrito.
Lo expondré con un ejemplo; en la década de los 40 del siglo XX se produjo un hecho muy significado: la Guerra Mundial, que supuso la invención de la bomba atómica. Desde entonces, la humanidad detentamos el mayor poder posible, el de autodestruirnos. Es aterrador.
Sin embargo, creo que el hecho más trascendental fue que las heridas de guerra favorecieron la producción industrial de un medicamento nuevo; de un hongo: la penicilina.
Los humanos nos vanagloriamos de haber alcanzado una esperanza de vida altísima (en el primer mundo, claro está) debido a dos factores: la potabilización del agua y el uso de los antibióticos. La penicilina es así tan importante para nuestra supervivencia cotidiana como lo fue en su día dominar el fuego o el descubrimiento de la agricultura. Los antibióticos han salvado cientos de millones de vidas.
Por desgracia, como ya advirtió Fleming en su discurso de aceptación del premio Nobel, es probable que el mal uso que hacemos de los antibióticos provoque la aparición de superbacterias resistentes, y una consecuente pandemia. Lo veremos.
Visto con perspectiva, como he indicado, resulta interesante el engañoso título de este artículo: “la anomalía del Valle de los Caídos”, como un ejemplo de enfoque habencia sub species aeternitatis, a la manera de Spinoza. Desde un contexto, pues, que trascienda nuestra corta experiencia como especie.
Xauxa
Cualquiera habrá pensado: el autor va a tratar del tema de las tumbas del dictador español Francisco Franco y de Primo de Rivera, éste último líder fundador de Falange Española, el partido fascista creado a imagen y semejanza de la italia de Mussolini. El Valle de los Caídos es un conjunto arquitectónico faraónico, inmenso, que se fundó (sic) “por la dimensión de nuestra Cruzada, los heroicos sacrificios que la Victoria encierra, y la trascendencia que ha tenido para el futuro de España esta epopeya”. En definitiva, que “por los siglos se ruegue por los que cayeron en el camino de Dios y de la Patria”. Sólo por los caídos en el bando vencedor, el bando fascista. Lo construyeron – en parte - con la mano de obra de presos políticos que así acortaban su condena.
Mucho más tarde se cambió la perspectiva, cierto, suavizando el mensaje a principios de la década de los 60, cuando el régimen franquista buscaba un aperturismo que lo liberara de la autarquía; pero lo cierto es que los restos del falangista José Antonio Primo de Rivera se trasladaron al monumento en 1959. Y hay una bandera falangista en su interior. Son hechos, no opiniones.
Resulta una obviedad: de los tres ejemplos de fascismo en la Europa de la década de los 30, sólo España conserva los restos de sus dirigentes en un lugar de culto ¿Acaso imaginan un magnífico mausoleo con los restos de Hitler o Mussolini? Al menos Rusia trasladó los restos del genocida Stalin desde la posición de privilegio que ostentaba junto a la momia de Lenin.
Es, en definitiva, una anomalía que se explica porque Franco fue el único fascista que ganó la guerra.
Una anomalía evidente del Valle de los Caídos.
Y, sin embargo, este artículo busca una perspectiva más amplia. Sorpréndanse; hay otra anomalía en el Valle de los Caídos que podría resultar más importante a largo plazo. De hecho, preveo que dentro de 500 años la figura de Franco – como la de tantos otros - caerá en la bruma del olvido y ocupará un lugar marginal de nuestra historia, repleta de datos y gestas; y, es muy probable, sus restos no descansarán en el Valle de los Caídos. No serán objeto de devoción ni de especial cuidado.
Supongo – espero - que el juicio de los siglos sea inmisericorde hacia su figura. Sólo hace falta el embate erosionante del tiempo y de su cruel compañera: el olvido.
Pero, entonces, ¿qué hay en el Valle de los Caídos que pueda ser tan importante?
Resulta que en los sótanos del Valle de los Caídos se encuentra un importante Laboratorio de Geodesia, centrado en estudios gravimétricos, con mediciones tanto absolutas como relativas de la fuerza de la gravedad.
CSIC
En 1972 el Instituto de Astronomía y Geodesia, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, instaló en el subsuelo rocoso de la basílica del Valle de los Caídos unos laboratorios en los se miden, con excepcional precisión, las fuerzas gravitatorias que denominamos mareas terrestres.
Resulta que la Luna y el Sol, y el resto de cuerpos celestes en mucha menor medida, ejercen una influencia sobre la superficie de la Tierra. En los océanos es fácil detectar esta atracción gravitatoria observando el avance y retroceso de la masa de agua en una playa. Lo denominamos la marea.
Pero la superficie sólida también se ve afecta por esta fuerza de atracción, hasta tal punto que un lugar determinado se eleva varias decenas de centímetros. Por decirlo con un ejemplo, con relación a un punto del centro de la Tierra por la mañana yo mido 1,70 metros de altura; por la tarde mido 2 metros. Por supuesto no soy consciente, porque todo lo que me rodea se ha alzado en la misma proporción, y porque me falta un punto de referencia.
En el subsuelo del Valle de los Caídos dos salas miden con total precisión estas variaciones. A la derecha, unos péndulos Melchior miden las mareas clinométricas. En el laboratorio de la izquierda, un medidor Askana mide las mareas gravimétricas. La instalación la completa un clinómetro hidráulico instalado en colaboración con la universidad china de Wuhan.
Estos instrumentos llevan decenas de años midiendo ciclos completos de mareas. La superficie de nuestro planeta es elástica, se deforma diariamente; y resulta importante disponer de unas mediciones precisas.
Pero hay más. En un edificio cercano los investigadores disponen de un laboratorio de gravedad absoluta, que utilizan científicos de todo el mundo. Forma parte de una línea de calibración de gravímetros a nivel planetario denominada Absolute Gravity Basestation Network o Red Mundial de Gravedad Absoluta, formada por 30 estaciones todo a lo largo del planeta que miden al campo gravitatorio de nuestro mundo.
Por último, una estación de seguimiento controla los niveles de flexión de la Cruz que se alza en lo más alto del monumento. No es extraño que la cruz sea objeto de un seguimiento especial; es la cruz más alta situada en un monumento católico, con 150 metros de altura.
Todo esto se explica porque el suelo granítico del Valle de los Caídos, la perforación de la roca para construir la basílica, había facilitado un entorno extremadamente estable desde el punto de vista sísmico y gravimétrico. Sin embargo, en el número 47 de la Revista de Geofísica, editado en 1991 por el Instituto de Astronomía y Geodesia, se daba noticia de una anomalía: las mediciones realizadas del 9 al 12 de mayo de 1990 en el laboratorio de gravedad absoluta resultaron extrañas. Las desviaciones observadas por científicos españoles y finlandeses eran diez veces superiores a lo que se esperaba. Algo fallaba.
Una anomalía en el Valle de los Caídos.
Si bien los errores se subsanaron en parte empleando en un primer momento un programa informático de filtrado suministrado por el Laboratorio Geodésico Nacional de los Estados Unidos, era urgente localizar el foco del problema y poner solución al mismo.
CSIC
Aunque en un principio se pensó en que se había producido un fallo en el instrumental, los investigadores comprobaron que todo se debía a un error del basamento del laboratorio, que reaccionaba elásticamente a la celda de la cámara de vacío que debía realizar las mediciones. La única solución era anclar toda la estación directamente a la roca granítica mediante pilares, de tal manera que formasen un solo cuerpo rígido el laboratorio, la instrumentación y la corteza terrestre.
El laboratorio Del Valle de los Caídos se abraza a la piedra, se funde en ella y fluctúan al unísono. Es una imagen de una fuerza innegable.
Ahora bien; ¿qué otra anomalía tendría algo que ver con el valle de los Caídos?
Permítanme que les hable del “Efecto Allais”
Maurice Allais, ingeniero, físico y economista (premio Nobel de economía en 1988), descubrió en 1959 que los eclipses solares afectaban mínimamente al comportamiento de los péndulos de Foucault y a la gravedad misma.
Este hecho, de ser cierto, es algo más que una paradoja. Es imposible de explicar, y pondría en solfa mucho de lo que damos por sabido en física. ¿La luna oscurece el Sol, y la gravedad se ve alterada? ¿Por qué? ¿Qué consecuencias podría tener este fenómeno?
No sabemos mucho sobre la gravedad. De hecho, el mayor reto al que nos enfrentamos es encajar la gravedad en el universo cuántico, el mundo de las partículas más pequeñas.
La gravedad es un misterio, que oculta sus secretos con celo. Se piensa que pueda haber una partícula elemental tipo bosón, llamada gravitón, que transmitiría la interacción gravitatoria. Pero no se ha encontrado.
La gravedad es una escurridiza fuerza, la única capaz de pasar de una dimensión a otra, más allá de las cuatro dimensiones que percibimos. Hablo de branas (en teoría de cuerdas) o universos paralelos, en los que sólo la gravedad puede abrirnos la puerta a una realidad alternativa.
Pero hay más: la gravedad viaja en forma de ondas gravitatorias, que acaban de detectarse hace muy poco. Estas ondas son la marca de sucesos gravitatorios masivos, un retrato de cómo la gravedad esculpe la realidad. Una visión complementaria y distinta del cosmos que tiene una ventaja sobre la luz: no está circunscrita a un momento determinado. La gravedad, sus ondas, pueden mostrarnos una imagen del universo de apenas unos segundos tras el Big-Bang.
Muy someramente: lo que sabemos hasta ahora del universo es lo que percibimos a través de telescopios o radiotelescopios; en ambos casos, recibimos distintas frecuencias de luz en forma de luz visible, microondas, ondas de radio o rayos gamma. Pero hay un límite temporal: lo marca un momento en el que el universo estaba tan caliente que los electrones vagaban libremente en una sopa de plasma, interactuando con los fotones. En este ambiente opaco no se puede distinguir nada, y por tanto sólo podemos observar y analizar lo que sucedió a partir de que esa “nube” se disipase. A partir del momento en que el universo se volvió transparente.
La gravedad, sin embargo, está presente desde el principio. Una fuerza de gran poder que nos abre ventanas a otros universos y a un pasado inaccesible.
Pero… es tanto lo que no sabemos. La Luna se interpone entre la Tierra y el Sol, y la gravedad se ve afectada. O eso pensamos, porque no hay certeza posible; es difícil medir variaciones minúsculas en un tiempo tan concreto y corto, los escasos minutos que dura un eclipse. Sería necesario hacer coincidir un eclipse total con la presencia de gravímetros de gran precisión. Y, a ser posible, contar con un largo periodo de estudio histórico, que nos permita tener un marco de referencia.
En marzo de 1997 investigadores chinos comprobaron pequeñas variaciones en péndulos de Foucault y en la gravedad terrestre durante un eclipse. Pero otras mediciones realizadas los últimos años no han dado resultados concluyentes. No se sabe si el efecto Allais es real. Y, de serlo, no se sabe explicar su naturaleza ¿Acaso el cambio de temperatura atmosférica provoca un cambio repentino de presión y, a su vez, un cambio en los niveles gravitatorios? ¿Es posible que la luna haga de pantalla y evite que un número normal de gravitones interactúe con un lugar concreto del planeta? Me resulta extraño.
Todo lo que tiene que ver con la gravedad es misterioso. Pero en el año 2005 se tuvo la oportunidad de realizar mediciones en el Valle de los Caídos durante un eclipse; por desgracia, no tenemos noticias de que se hayan hecho. En realidad, parece que sus laboratorios de geodesia han sufrido por los recortes en investigación de los últimos años.
Hoy leo en los periódicos sobre la polémica generada por el Valle de los Caídos, como una anomalía histórica que conviene reparar. Entiendo que se hable sobre ello, que se debata en el Parlamento y sea objeto de fuertes controversias. Pero desde mi perspectiva, bajo la basílica tallada en la roca, los laboratorios de geodesia representan no el pasado, sino el futuro.
Y no encuentro mayor anomalía que dedicar todo el tiempo a lo ya sucedido y descuidar una investigación que nos puede conducir a universos paralelos, a tener una visión completa y verificable de la realidad; más allá de las estrellas.
El péndulo de Foucault oscila con el empuje de la rotación terrestre y la gravedad, ajeno a todo este ruido mediático. Sabe de un secreto que nos atañe íntimamente. Y se extraña de nuestra falta de perspectiva.
Y la gravedad, como la nieve, cae. Sobre los vivos. Sobre los muertos.
Antonio Carrillo