Revista Arte

La autoría de una emoción, de la esplendida y gloriosa emoción encerrada entre los cuadros.

Por Artepoesia
La autoría de una emoción, de la esplendida y gloriosa emoción encerrada entre los cuadros. La autoría de una emoción, de la esplendida y gloriosa emoción encerrada entre los cuadros. La autoría de una emoción, de la esplendida y gloriosa emoción encerrada entre los cuadros. La autoría de una emoción, de la esplendida y gloriosa emoción encerrada entre los cuadros. La autoría de una emoción, de la esplendida y gloriosa emoción encerrada entre los cuadros. La autoría de una emoción, de la esplendida y gloriosa emoción encerrada entre los cuadros. La autoría de una emoción, de la esplendida y gloriosa emoción encerrada entre los cuadros.
Cuando un coleccionista estadounidense adquirió en España, en 1880, la obra sin firmar Ciudad sobre la roca, pensó, sin dudarlo ya, que la misma tendría que ser por fuerza del genial Goya. Y así se la llevaría a su país, y se mantuvo durante años entre las paredes de su mansión seguramente, con el lujo extraordinario de poseer ya un lienzo, tan fascinantemente original, del gran maestro español. Pero a finales de 1929, la colección de la señora Havemeyer donaría por fin este lienzo al Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. En su ficha técnica sería catalogado como Una ciudad sobre una roca, siglo XIX, Goya. Y así se mantendría la obra hasta 1970, cuando se comenzaría a dudar de la autoría real de Goya. Se dedujo que la creación debía haber sido confeccionada entre 1850 y 1870, no antes. Si el genial pintor aragonés falleció en 1828, ¿quién fue entonces?
Eugenio Lucas Velázquez nació en Madrid en 1817, y se educaría en la Academia de Arte de San Fernando. Para cuando comenzó a pintar, el Romanticismo había dejado su lugar al Realismo, y éste a su vez a un Ademicismo clasicista que regresaba a las hieráticas creaciones de estudio, tan frías y alejadas del vibrante universo cálido, onírico y natural de los grandes maestros españoles de antes, como lo fueron Velázquez o Goya. Así que Lucas Velázquez lo tuvo muy claro desde entonces: seguiría a su admirado Goya, a pesar de que las tendencias de su época fuesen ya por otro lado.
Y así lo hizo, tanto que hasta esta obra, Ciudad sobre la roca, ha llegado a ser atribuida a él por la mayoría de los expertos. Y en ella vemos el mejor homenaje que un autor pueda hacer a otro: imitarlo tan bien que pareciera ser del imitado en vez del imitador. Pero aquí no hay falsificación ni copia. El artista no firmó el cuadro, y Goya nunca pintó un cuadro parecido. Sólo elementos suyos -de Goya-, pintados en otras tantan obras de él, pequeñas o grandes, grabados o pinturas, y que fueron reconocidos en esta peculiar y extraordinaria obra. Por ejemplo los seres voladores, tan propios del estilo goyesco más peculiar de sus Caprichos. Por esto se consideró esta obra un Pastiche, es decir, una composición de cosas ya existentes de otro autor, combinadas ahora en una obra supuestamente original. Pero, no, no creo que sea ni justa ni precisa esta apreciación.
La idea de lo que representa la obra es una ciudad, un lugar, un baluarte casi inexpugnable, situado en lo alto de un montículo rocoso. Ubicación idónea además para salvar así cualquier asedio violento de los otros. Se observa en el cuadro un grupo de personas abajo que tratan con el fuego de sus cañones intentar doblegar ya la ciudad. En el cielo de la misma surgen esos seres voladores, los mismos que Goya ya pintara en sus Caprichos. Fue un magnífico homenaje, una maravillosa forma de homenajearlo, pero, también, una grandiosa creación original de Lucas Velázquez. Un ser humano que jamás pidió para él mayor reconocimiento que el de su Arte. Obtuvo en vida todo lo que un artista en su época pudiera desear. Pintaría el techo del Palacio -ya desparecido- del Teatro Real de Madrid, y sería nombrado por la reina pintor honorario de cámara y caballero de la orden de Carlos III. 
Cuando el pintor preimpresionista Manet quiso pintar una fuerte escena dramática, se inspiraría en uno de los creadores pictóricos españoles más interesantes del siglo de Oro español, y a la vez más injustamente desconocido: Antonio de Puga. Este pintor gallego, nacido en Orense en 1602, se adelantaría sobremanera a los pintores del siglo XIX. Original y atrevido, crearía en 1630 una obra que sigue estando tan sólo atribuida a él, es decir, no se sabe con certeza su autoría. Como otros creadores, de Puga no firmaría sus obras. Pero sus pinturas, al igual que Lucas, estarían influidas por otro maestro: Velázquez. Muchas de sus obras fueron asignadas al genial maestro sevillano, sin embargo han sido finalmente atribuidas a Antonio de Puga
Manet, el genial y primordial impresionista, admiró ya la forma en que estos pintores españoles habían sido capaces, hacía más de doscientos años, de fijar tan originalmente ya, por ejemplo, la figura de un cuerpo humano tendido entre los ángulos sombreados de una obra. En el lienzo Soldado muerto, de 1630, sólo se muestra el cuerpo tendido y escorzado de un soldado, no hay nada más. Tan solo unos restos oseos propios de la futilidad y evanescencia de la vida, pero nada más. La obra sigue siendo incierta, el museo londinense de la National Gallery lo cataloga como Anónimo napolitano. Pero de Puga es uno de los más posibles candidatos a ser el creador de tan misteriosa obra. 
Crear sólo hace que alguien haya compuesto una obra de Arte, las autorías son mera especulación a veces, elucubraciones cuasi arqueológicas para encontrar al autor que la compuso. Nos dejamos en ocasiones condicionar por ese académico y divino magisterio sagrado. Pero la obra, si es original, si es compuesta, si es una hermosa imagen acreedora de emociones, sensaciones, ideaciones y congojas, sólo necesita ya de nuestro aliento, de nuestro ver ahora cómo hace que unas líneas, unas cosas, un color, un reflejo y unas tomas, sean la única autoría más directamente perfecta para llegar, con un pincel, a crear una emoción catalogada ya, enteramente, en nuestro afecto.
(Óleo Ciudad sobre una roca, 1860?, Eugenio Lucas Velázquez -Goya-, Museo Metropolitam de Art, Nueva York, EEUU;  Obra del pintor italiano Giovanni Francesco Grimaldi, Paisaje con Río y Barcas, 1640?, pintura conservada en el Museo del Prado, y que pudo ser la inspiración para la Ciudad sobre una Roca; Lienzo Soldado muerto, 1630, atribuida al pintor español Antonio de Puga, catalogada su autoría como Anónimo napolitano por el Museo National Gallery de Londres; Obra Maja con perrito, 1865, del pintor Eugenio Lucas Velázquez, Museo Carmen Thyssen, Málaga; Obras de Goya, Caprichos, 1810-1820, Modos de volar y Todos caerán, Museo del Prado, Madrid; Óleo La muerte del torero, 1864, Manet, Museo Galería Nacional, Washington, EEUU.)


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