La división de la sociedad en clases no es originariamente un producto de la economía como la gente piensa, sino del poder y de las consecuencias que derivó la instauración y la legitimización del mismo para la organización social.
El poder es un producto de la sacralización del Yo en todas sus manifestaciones que finalmente derivó en la creación de las instituciones que iban a detentar el monopolio de la fuerza coercitiva y la violencia, este es el caso del Estado policial y militar.
La sacralización del Yo originó la autoridad -a partir del autor- lo que conllevó la legitimización de las figuras intelectuales que iban a ser los referentes del sistema de dominación para la sociedad creando de esta forma una nueva casta.
El fascimo intelectual sirve como sosten a la clase dirigente que a través de la autoridad cultural da soporte a los políticos que representan a los intereses de los ciudadanos. De la representitividad política se logra la gestión de los bienes públicos por parte del Estado para posteriormente edificar un sistema económico y social basado en la acumulación de Capital que especula de forma sistemática con las vidas de los ahora súbditos que han cedido su autonomía y libertad a cambio de seguridad y bienestar.