Es una reacción común del ser humano aquella en la que cuando el horror nos rodea, nos escapemos de la realidad para de esta manera aliviar el sufrimiento y poder sobrellevar los reveses de la vida, que en muchos casos pueden ser extremos. Esto que planteo se da en casos como los conflictos bélicos, cautiverios y secuestros, y todas aquellas situaciones en las que definitivamente la capacidad de aguante de nuestro cuerpo y nuestra mente se ha visto rebasada con creces. Deconozco si esta reacción es un mecanismo de autodefensa, o simplemente es que una vez atravesado un punto, nuestra razón desaparece completamente superados por el dolor.Los resortes de nuestra mente son curiosos, y a veces terribles, yo mismo conozco un caso en el que una persona aquejada de demencia, los últimos años de su vida, todos los días repetía el momento en el que su hermano fue sacado a rastras de su casa, durante la Guerra Civil, para posteriormente ser fusilado, viviendo ese momento una y otra vez cómo si de una especie de castigo bíblico se tratara. No me imagino un infierno en la tierra mayor que ese, y supongo que las cosas que nos guardamos para nosotros, muchas veces salen al exterior de la forma mas insospechada, ya que la realidad es muy tozuda, y aunque no queramos verla, ahí está llamando a nuestras puertas, con las fauces bien abiertas, y dispuesta a devorarnos de un bocado sin el mas mínimo problema.Nuestros viejos conocidos de Teatro del Sótano se encuentran en La Usina explorando estos resortes de nuestra mente, y a la vez analizando los horrores de la guerra, en "La Balada del hombre pájaro" con Manuel Aguilar a la cabeza, así que no pude resistirme una vez mas, a las emociones fuertes que siempre nos aporta ésta compañía teatral, que al ritmo que van se convertirán en una de las mas prolíficas de nuestra cartelera, y en la que sus señas de identidad, cada día aparecen mas claras y definitorias.
Vayamos con el elenco.Jorge Bódalo de indudable presencia y estupendo tono físico y vocal, lleva a cabo una creación muy de verdad y perfectamente medida, en la que logra integrarse facilmente a la función a pesar de encontrarnos practicamente en la recta final de la misma. Nada nos chirría en su aparición, y un trabajo limpio y muy bien perfilado deja muy claro para que ha venido y que quiere contar.Jenny Baldoria en su línea habitual de actriz intuitiva y con grandes recursos dramáticos, nos lleva a diferentes estados emocionales, en un complicado papel de oníricos trazos, y costuras surrealistas, que se ve perfectamente plasmado por nuestra actriz. De fantasmagórica presencia, resulta inquietante por momentos, temible a ratos, y también no produce mucha piedad en algunas escenas, siendo la paleta emocional en la que nuestra actriz se mueve, amplia, difícil y muy bien construida, resultando satisfactoria en todas las aristas que el personaje ofrece y que Baldoria entiende perfectamente, viéndose reflejado en la función de forma cristalina.Manuel Aguilar lleva todo el peso de la función en un comprometidísimo papel que no le deja ni un respiro desde la primera escena. Nuestro actor se sube a una montaña rusa emocional de gran altura interpretativa, y lleva a cabo un sólido trabajo actoral, cuya implicación nos deja completamente fascinados. Cuando acaba la función Aguilar durante unos segundos sigue con la mirada extraviada mientras saluda al respetable, dejando muy claro la honestidad y profundidad de un trabajo que no pasa en absoluto desapercibido, que se ve reflejado desde la verdad y sobre todo desde un enfoque dramático muy conseguido. El sufrimiento de nuestro protagonista se vislumbra de forma muy directa y realmente catártica por momentos. Sus monólogos resultan tremendos, y lo que es mas importante, todo se entiende perfectamente. Aguilar sabe el lugar al que quiere llevarnos y lo consigue en progresión ascendente y profundamente emotiva.
