Revista Cultura y Ocio

La baraja del destino

Publicado el 19 noviembre 2018 por Sofiatura

La baraja del destino

Imagen de Oriol Jolonch

El otro día me lo volvieron a preguntar. Y yo, como siempre que me lo preguntan, lo he tenido muy claro: sí, creo en el destino. No soy de supersticiones, de fe, de dioses visibles o invisibles, de religión de ningún tipo. Pero si hay algo en lo que deposito una creencia divina, puede que de forma extraña y contradictoria, es en el destino. Sí, de aquí se puede sacar que no tiene mucho sentido creer en algo aleatorio y sin pruebas fehacientes (sino) mientras se rechaza algo de naturaleza similar (fe religiosa o espiritual), pero me ciño a mi derecho al agnosticimo y al de que cada quien puede escoger la idea absurda que mejor le convenga para tratar de entender este sinsentido al que llamamos existencia. Para mí se trata de un algo, llámalo fuerza, llámalo energía, llámalo poder superior, que hace que nuestras vidas sigan un camino determinado en el que se entreteje un rumbo que muy raramente podemos elegir ni predecir. Es curioso que haya quien no esté muy a gusto con la idea de que en realidad nuestra capacidad de elección sea tan limitada o hasta inexistente. Sin embargo, a mí me produce cierta sensación de tranquilidad, puesto que, si ya la suerte ha sido echada y lo que tiene que ser, será, a uno debería de angustiarle menos lo que sea que esté por venir. Porque, ¿quién se preocupa por el trabajo que ya está hecho?No obstante, tampoco pienso que nuestras posibilidades de decidir sean tan restringidas. Más bien, me gusta pensar que este es un juego en el que el destino ha escogido y barajado previamente nuestras cartas, pero somos nosotros los que tenemos que escoger cómo jugarlas. En mi caso, la baraja ya venía marcada con unas cartas determinadas que me llevaron, entre otras muchas cosas, a emigrar (nací en un país en el que no resido actualmente), a sentir pasión por los libros y los idiomas, y gracias a ello, estudiar lengua y literatura inglesas, o a dedicarme a una profesión que honestamente no consideré nunca ejercer hasta hace bien poco (educación). Alguna fuerza me motivó a escoger ese camino... ¿y por qué no otro? Nunca lo sabré. 
Lejos de lo que parece, esta reflexión no me ha surgido por culpa de una pretensión filosófica, ni con la necesidad de alardear de sabiduría trascendental, ni mucho menos para crear debate sobre creencias místicas. De hecho, esta entrada se me ocurrió gracias a una conversación con unos colegas estupendísimos en una noche de risas entremezcladas con alguna que otra copa (ya se sabe que el alcohol y las musas suelen llevarse bien), así que a nadie se le ocurra tomarse demasiado en serio nada de esto. Como digo, al final estamos todos defendiendo un credo que tiene como único fundamento nuestra propia subjetividad.Por tanto, volviendo al tema principal, reitero que, si hay algo en lo que creo, es en el destino. No siempre con fe ciega y confiando muchas veces en que soy yo la que lleva el timón, pero al mismo tiempo siendo consciente de que hay miles de pequeñas casualidades y causalidades que me llevaron a ciertos lugares, personas, vivencias, golpes de buena o mala suerte que, me guste o no, son parte de mí por algo que escapa irrevocablemente a mi control. 

Publicado el 19/11/2018



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