Está ahí. Siempre ha estado allí y aquí. En la oscuridad y en el secretismo, en la arrogancia y en el miedo del poder, en la conducta inconfesable de sus secuaces. Está ahí en la prisión de Guantánamo y aquí, en las «devoluciones en caliente» o en las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla. Está aquí, en la impunidad del poder, en el juego de apariencias de las democracias falaces y en la máscara amable de los regímenes totalitarios.
Ni cuando la soberanía de los estados se vinculaba a la inspiración divina ni cuando apareció el llamado Estado de derecho, hubo un compromiso radical por la defensa de la dignidad de las personas. ¿Avances? ¡Por supuesto!, sería de necios no reconocerlos. Pero también sabemos de la hipócrita utilización de la libertad y seguridad como pretexto y coartada para intervenir, masacrar y torturar. A pesar de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la Convención contra la Tortura y otros tratos o penas crueles inhumanos y degradantes y otros acuerdos internacionales, firmados y ratificados por prácticamente todos los países; la tortura y la barbarie siguen presentes para atemorizar, humillar y degradar a las víctimas. Jean Améry, filósofo austriaco torturado por la Gestapo, afirmó: «Quien ha sido torturado sigue estándolo. La fe en la humanidad, tambaleante ya con la primera bofetada, demolida por la tortura luego, no se recupera jamás». Quien conociera el horror de Auschwitz concluye que la tortura es la reducción a carne y dolor.
Uno de los argumentos más utilizados por sus defensores consiste en afirmar, como si de un auto de fe se tratara, que la tortura es imprescindible para conseguir la información que garantice la seguridad. ¡Cuidado!, ya lo advirtió Benjamin Franklin: «Quien sacrifica la libertad a la seguridad, no merece ni libertad ni seguridad». Plantearse si la tortura es un método eficaz o inoperante, es el primer paso para su justificación y aceptación. Sabemos que existe, que está ahí y aquí, que camina de la mano de la impunidad y protegida por el poder. Ante ella sólo cabe una legislación coherente con los tratados internacionales y una aplicación estricta para evitar la barbarie. ¿Qué clase de sociedad es la que tolera la complicidad de algunos y la pasividad de muchos?
El informe del Senado de los Estados Unidos no supone una novedad en las atrocidades que enumera. A todos nos impactaron las imágenes de las torturas de la cárcel de Abu Ghraib, conocemos que Estados Unidos torturó a los sospechosos de terrorismo detenidos tras los ataques terroristas del 11 de septiembre y conjeturamos sobre lo que ocurría y ocurre en Guantánamo. Ahora tenemos la constatación oficial. Hay quien minimiza dicho informe, pero ¿sería posible uno similar en otros países? ¿En Israel o España, por ejemplo?
La democracia se fundamenta en el respeto a la dignidad de las personas, en el conocimiento de la verdad y en la garantía de los derechos colectivos e individuales. Dicho de otra manera, sólo desde el conocimiento de la verdad se puede construir la democracia y sólo la democracia de los ciudadanos, transparente y honesta, puede garantizar el respeto a los derechos cívicos. Conocemos el informe del Senado de los Estados Unidos y la Comisión de la Verdad de Brasil, ¿para cuándo España? ¿Cuándo sacaremos de las cunetas a nuestros muertos? ¿La Transición supuso un acuerdo para sepultar de manera vitalicia la responsabilidad en las torturas y crímenes del franquismo?
Es lunes, escucho a Rotem Sivan Trio:
Ley de Seguridad Ciudadana, otra vuelta de tuerca, Que la CIA tortura y asesina, vaya novedad, El día que la mordaza privada fue preludio de la pública, ¿Quién dijo que la CIA ya no tortura?, Sobre las expulsiones sumarias, La tortura como instrumento de guerra, Tortura y la boquita de piñón, 12 salvajadas de la CIA en el informe sobre la tortura, Mariano Vidriera Rajoy, Fascismo coetáneo, Las torturas de la CIA, Los hombres que miraban fijamente a las cabras, Nuestros derechos fundamentales en riesgo, Torturas, 11-S y la CIA.