Revista Opinión

La batalla antigua

Publicado el 11 septiembre 2017 por Vigilis @vigilis
Es más complicado tratar la idea de batalla que la idea de guerra. La guerra, como conflicto armado de larga duración entre entidades políticas, da pie a ser estudiada desde varias disciplinas diferentes como la religión o la economía; sin embargo la idea de batalla debido a su caracter más acotado aparece no pocas veces reducida a "episodio de la guerra". De esta forma, sucesivos enfrentamientos armados que llamamos batallas constituirían lo que entendemos por guerra.
La primera noticia de un conflicto armado entre entidades organizadas es de mediados del XXVI a.C.. El primer estado organizado (como economía de palacio o como estado palaciego) que fue Sumeria vivió conflictos entre sus ciudades-estado. Desde luego que la idea de conflicto hay que suponer que venía de atrás, el mito del paraíso perdido del hombre es tan solo eso, un mito. Pero es con la entrada en escena de la Πολιτεία (politeia, organización política en términos muy amplios y generosos) cuando aparecen nuevos actores en los conflictos que ya no son simplemente enfrentamientos entre "bandas callejeras" o enfrentamientos singulares. Estos nuevos actores son las agregaciones de gente organizada alrededor de un granero.
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Es muy atractivo adaptar la idea de división del trabajo al arte de la guerra sin embargo tener gente únicamente dedicada al combate será un lujo que tardará varios siglos en despuntar. Lo normal es que las filas de un ejército estén formadas por población general con pocas excepciones (y en concreto por gente que hoy llamaríamos "niños").
Una cosa que no deja de sorprendenderme en recreaciones o imágenes del pasado es la noción de que los combatientes saben pelear. es entretenido ver coreografías de dos bandos enfrentados sabiendo pelear. Pero esta imagen me parece muy irreal. Yo diría que es una derivación del duelo propio de la esgrima entre espadachines. Esos combates duran un tiempo en el que se suceden ataques y defensas. ¿Qué ocurre si extrapolamos un duelo entre dos tipos que no saben pelar a un combate entre grupos humanos? El combate entre gente que no sabe pelear puede acabar de dos maneras: o bien de forma muy rápida con una victoria aplastante o bien en un empate técnico. No sé si tenéis la imagen de dos señores que pelean sin saber pelear pero es una imagen ridícula en la que suelen acabar los dos hechos un ovillo en el suelo. Extrapolamos eso a dos ejércitos y el enfrentamiento no es nada bonito, no hay danza ni coreografía.
Afortunadamente los seres humanos nacemos con ciertos mecanismos de serie como el dolor si nos pinchan o el temor a ese dolor. En la Antigüedad y en la Edad Media cuando dos ejércitos se veían en el campo de batalla, pocas veces llegaban a combatir y si lo hacían las batallas duraban muy poco. Esto tiene algo muy bueno que es que en las batallas antiguas había muy poca mortandad. Aunque ojo, no existen leyes históricas: la primera unificación china tras el periodo de los estados combatientes se debe a la invención de la "guerra total" que incluyó lo que hoy consideramos crímenes de guerra (atacar a población desarmada o civil). Es decir, usar un ejército para asesinar en masa sí es un invento antiguo, pero ese asesinato en masa no se producía en el campo de batalla (si lo pensáis no es paradójico que uno tenga más oportunidades de sobrevivir en un campo de batalla que indefenso en su aldea).
Las primeras armas que también encontramos en Sumeria son hachas pequeñas de cobre y martillos de piedra caliza. Las hojas afiladas tardarán muchos siglos en aparecer debido a la necesidad de un avance en las técnicas metalúrgicas. Ante estas armas (podemos pensar que en origen se trataba de herramientas con otros usos) surge la necesidad de protección. Tenemos restos de cascos de cobre y de toscas armaduras que no iban más allá de capas de cuero con discos de cobre cosidos. Hemos de suponer que el empleo del metal en una época tan temprana como esta estaba reservado a una élite, dejando a la mayoría de los combatientes con poco más que túnicas y palos de madera o piedras.

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Estela de los buitres (fragmento donde no aparecen los buitres llevándose cabezas humanas con el pico), esta estela cuenta la victoria de Lagash sobre Umma (ciudades sumerias) alrededor del siglo XXVI a.C.. Se ve la probablemente primera representación de una batalla, con una formación cerrada de soldados detrás de escudos y lanzas.


La distinción de una élite o de una casta dirigente se hace notar en las estelas que representan batallas y elementos religiosos. Aparecen aquí también los primeros carros de transporte cuyo uso por la élite tiene mucho sentido si pensamos que en caso de huir se necesitaba hacerlo lo más rápidamente posible ya que en ese momento uno quedaba muy expuesto. Estos carros (de cuatro ruedas y tirados por una, dos y hasta cuatro mulas) no serían elementos de ataque sino elementos preparados para la huida en una batalla o para el mero transporte de la élite y que así no se cansaran al andar (o elementos del espumeo: "miradme yo tengo coche y vosotros no").

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En el lado de la guerra del Estandarte de Ur (2.500aC) se ven los primeros carros sumerios toscos, de cuatro ruedas.


Siendo los imperios del bronce las primeras civilizaciones complejas que dependían de una burocracia estatal son numerosos los testimonios escritos y dibujados que dan cuenta del uso de armas para la guerra e incluso por los restos arqueológicos sabemos que estas armas se irán sofisticando. Comienzan a aparecer los primeros peltastas y arqueros y con ellos la infantería se vuelve más ligera y móvil. Durante siglos en la media luna que va del Nilo al Indo pasando por Mesopotamia se produce una carrera armamentística principalmente dependiente del bronce. La metalurgia del bronce requiere de cobre y estaño, esto hace que también haya una carrera por los recursos estratégicos.
Durante el colapso civilizatorio del Bronce Final tenemos el caso chipriota. En Chipre había minas de estaño que comerciaban principalmente con el imperio hitita (en Anatolia), ante nuevas y misteriosas amenazas (no hay otra forma de contar esto) los hititas se ven forzados a enviar tropas a la isla para proteger la extracción y transporte de estaño y esto hace que se desguarnezcan sus guarniciones en el continente. Los hititas se ven ante un problema irresoluble: o proteger tu fuente de recursos o proteger tu país (imaginemos que tuviéramos que enviar al ejército español a proteger pozos de petróleo en México y Nigeria mientras las costas españolas son atacadas).

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Hacia el siglo XII a.C. todo lo que va de la India hasta Egipto colapsa. Algunas entidades políticas sobrevivirán malamente siendo un pálido reflejo de su prosperidad anterior (los egipcios no volverán a hacer gigantescas pirámides jamás) y una de las razones de este colapso tiene que ver con lo que llamamos Problema Fuera de Contexto: el surgimiento de un elemento externo a tu mundo para el que no solo no estás preparado sino que ni siquiera puedes imaginar (puedes no estar preparado para enfrentarte a los filisteos, pero sabes que hay filisteos y si te atacan más o menos apresuras tu defensa; esto es distinto). Al margen del debate sobre el colapso civilizatorio (nada menos que casi mil años de crisis hasta reconstruir la civilización) aquí nos interesa la amenaza de los pueblos del mar y cómo aparecen precisamente en el Mediterráneo. La victoria de la que se jactará Ramsés III frente a estos desconocidos invasores consiste en una defensa ante un desembarco. Los imperios del bronce carecían de armadas... quizás por eso los imperios sucesores surjan en el Mediterráneo oriental alrededor de flotas de barcos.
Del Bronce Final salto al periodo clásico griego porque lo que hay entre medias es Mad Max. En ese periodo, como apunté antes, tenemos pueblos basados en el comercio naval. Resulta que las rutas comerciales marinas son más seguras que las terrestres: poca gente se puede permitir un barco, es casi imposible cruzarte con otro barco (hay muy pocos) e incluso si te cruzas nadie quiere arriesgarse a un enfrentamiento. El combate naval en la Antigüedad, de producirse, consistía en un combate terrestre sobre las cubiertas de las naves (los romanos introducirán arietes y catapultas en su armada, pero es que los romanos fueron como Supermario cuando come la estrella). Los imperios comerciales del Mediterráneo explorarán en busca de recursos estratégicos y establecerán factorías y colonias en la costa. Ah, pero en aquellos nuevos lugares ya vivía gente y se produce un intercambio que va más allá del comercio: el intercambio de conocimientos que provoca saltos tecnológicos y la extensión de la escritura. Pero no quiero desviarme de la idea de batalla.

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Ahí no te acercas que pincha.

Las guerras entre griegos y persas y las guerras entre romanos y cartagineses tienen varias cosas en común. En los dos conflictos tenemos a un bando formado por ciudadanos libres (frente a esclavos y mercenarios, básicamente y respectivamente) lo que les daba un +5 en ataque y defensa (ya sabéis que el guerrero más chiflado y despiadado de todos los tiempos es el hombre libre). Además son conflictos en los que el bando de los libres lucha en su propio terreno. Más aún, el paralelismo está en las propias formaciones de combate. ¿Os acordáis de la estela de los buitres? La formación compacta acorazada con pinchitos que inventan los sumerios sigue siendo en esta época el principal instrumento de una batalla. La falange griega consiste básicamente en gente con escudos en formación cerrada y con palos muy largos. El primer ejército romano también era una falange griega. En el periodo de lucha contra Cartago los romanos empleaban la legión manipular que dividía a los soldados en función de su riqueza (o sea, equipo de combate) siendo los más aguerridos y mejor armados los que se quedaban en la tercera línea de batalla, los hastati, detrás de los príncipes y los velites.
Los romanos obtendrán la ventaja militar en comparación con sus vecinos porque se enfrentan a mucha gente distinta al mismo tiempo (y porque como los cimmerios, descubren el secreto del acero, aunque este periodo sea la Edad de Hierro, para los romanos debemos hablar de Edad del Acero). Después de siglos, en los albores del imperio, el arma romana básica ya no será el hoplita sino el legionario, armado con un pilum, un escutum, un gladius (para el raro cuerpo a cuerpo) y, en principio, acorazado con una lorica segmentata (los romanos de Astérix, vaya). Tras las reformas de Mario en las que se cambian manípulos por cohortes y los soldados pasan a ser reclutados de la población general (seguirán habiendo soldados pudientes que lleven a sus esclavos en campaña para que les lleven el equipaje y les sirvan copas), el ejército se vuelve profesional, el primer deber del estado.

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Columna de Trajano, detalle.

El soldado romano estándar del "periodo Robert Graves" no era exactamente igual que este que os acabo de describir. Al legionario nos lo tenemos que imaginar con un escudo redondo y una lanza (la lanza es muy superior a la espada antes de la aparición de las armas de fuego y por eso será el principal arma en casi todas las batallas durante un milenio). La cara armadura segmentada será sustituida por la squamata (escamada) y la hamata (de cota de malla). Ésta última sobrevivirá mil años al imperio romano (lo que es indicativo de problemas).
Hay un periodo de varios siglos en la historia romana en el que los romanos desde Galicia hasta Mesopotamia hacen lo que les da la gana. Esto es bastante alucinante y es una de las infinitas cosas que hacen de Roma algo muy especial junto a su añoranza constante de un clasicismo perdido y su convencimiento de que eran un pálido reflejo de una excelente era olvidada sobre todo centrada en Grecia de la que ellos eran meros herederos lejanos, que es básicamente lo que nosotros pensamos de Roma. Ups, perdón.
Regresando a la idea de batalla, los romanos se enfrentan, en líneas generales, a dos tipos de enemigos: por un lado los aviesos partos que presentaban filas organizadas dependientes de generales y que seguían unas tácticas y unas reglas de enfrentamiento similares a las romanas y por otro lado partidas de tropas irregulares que practicaban la guerra asimétrica. Más allá de estos enemigos externos el contrincante más habitual del ejército romano solía ser otro ejército romano. Sin embargo, de todos estos, el enemigo más temible durante el medio milenio de imperio fue sin duda el peligro persa. Los romanos, de hecho, perdían a veces contra los persas, lo que obligó a pertrechar bien las tropas en las fronteras y procurar que no les faltaran salarios. Esto a su vez obligaba a las provincias orientales a ser más eficaces en la recaudación de impuestos y al erario público a dedicar esfuerzos en la mejora de la seguridad y de las infraestructuras de transporte. El círculo virtuoso que esto provoca hace que el comercio en comparación con la mitad occidental aumente y la prosperidad a su vez hace aumentar la población, con lo que es más sencillo sustituir las tropas que se van perdiendo. Comparad esta situación con el limes del Rin o británico, lugares poco poblados con sus líneas logísticas peligrosamente expuestas.
Tras las victorias de Claudio II y Aureliano que ponen fin a la crisis del siglo III (victorias que coinciden con el fin de largos periodos de plagas masivas de viruela que matan a millones de personas), el peligro de sediciosos generales sedientos de oro y sangre disminuye porque se establece un ejército que acompaña al emperador y por tanto que está movilizado en el interior del territorio. Teniendo en cuenta que el número de soldados apenas varía desde el siglo I, esto significó una reducción de las tropas de frontera. Aún así, las últimas incursiones de pueblos fronterizos en Occidente que se producen en este periodo se saldan con aplastantes victorias romanas.
En el siglo III a partir del Edicto de Caracalla que extiende la ciudadanía romana a todos los habitantes del imperio, el ejército deja de distinguir entre la clase ecuestre italiana y los auxilia de provincias. De hecho, el fin de esta distinción lleva a la extensión del equipamiento auxiliar a todos los legionarios (armadura de cota de mallas, escudo redondo u ovalado). Otro asunto es el de la paulatina sustitución del gladius por la spatha (espada corta por espada larga). En principio esto se explica por la incorporación de "bárbaros" a las filas romanas ya que este arma sí era empleado por las tribus germanas (en realidad los romanos ya empleaban antes la espada larga en sus caballeros montados). Las legiones romanas reducen sus miembros y aparecen las vexillationes (una vexillatio era un destacamento de alta movilidad para misiones de incursión, reconocimiento e inteligencia).

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Las murallas aurelianas (Roma, s. III) medían al principio 8 metros de altura, en el siglo V llegaron a medir 16. Casi veinte kilómetros de perímetro. El Bajo Imperio es Edad Media.

En cuanto a la tecnología militar, a partir de la crisis del siglo III en esta parte del mundo entramos en la Edad Media. Siglos después los romanos de oriente continuarían con un ejército de formación compacta y con despliegues en la frontera (los themas) ya que su enemigo presenta también ejércitos en formación. Los romanos orientales evitarán la guerra asimétrica a golpe de talonario. Esa guerra asimétrica es la que tendrá que combatir el imperio occidental durante sus últimos años, normalmente con éxito, dicho sea de paso.
Tras la atomización del imperio occidental las entidades políticas se vuelven más pequeñas y con ellas los ejércitos, los primeros reinos bárbaros contarán con una casta guerrera rodeando la corte itinerante del rey, que desde el minuto uno tratará de imitar el modelo romano sin ser Roma, con desiguales resultados en las antiguas provincias. La carencia de un ejército permanente repartido por el territorio obligará al pequeño ejército germano a tener una alta movilidad y disponibilidad, con lo que el caballo se volverá un instrumento de guerra esencial y la nueva aristocracia no tendrá tiempo para aprender otra cosa que no sea destripar peña. La capacidad de matar enemigos y la influencia política pasan a ser sinónimos. En algún momento de este proceso se data la caída del Imperio Romano de Occidente pero en aquel momento a la gente no le preocupó demasiado aunque nos llegaron graciosos testimonios escritos de gente que se quejaba de que las cosas ya no eran como antes, como el siguiente texto de Amiano Marcelino, historiador del siglo IV:

Siendo éste el estado de las cosas, las pocas mansiones donde se honraba todavía culto a la inteligencia se encuentran invadidas por la afición a los placeres hijos de la pereza. Solamente se oyen voces que modulan, instrumentos que resuenan. Los cantores han expulsado a los filósofos y los profesores de oratoria han cedido el puesto a los maestros en achaque de voluptuosidades.
Ciérranse las bibliotecas como los sepulcros: el arte solamente se ejercita en construir órganos hidráulicos, liras colosales, flautas y otros instrumentos de música gigantescos para acompañar en el escenario la pantomima de los bufones. Un hecho reciente demuestra hasta qué punto están pervertidas las ideas. Habiendo llevado el temor de la escasez a que se expulsara precipitadamente de Roma a todos los extranjeros, la medida se extendió brutalmente hasta al corto número que ejercía profesiones científicas y liberales, sin dejarles tiempo para prepararse; mientras tanto se exceptuaba expresamente a los que formaban parte de las compañías de los histriones o supieron con destreza fingir que lo eran y así se toleraba sin dirigirles ni una pregunta, la presencia de tres mil bailarinas y de otros tantos coristas, figurantes o directores.

Luego el autor continúa quejándose de los peinados de mujeres que por su edad podrían tener varios hijos pero que preferían seguir solteras y bailar en la calle. Esto lo escribía el buen Amiano unos cien años antes de la caidita de Roma.
Y no le preguntéis por el fútbol, porque Amiano lo tenía claro:
En cuanto al populacho sin casa ni hogar, unas veces pasa la noche en las tabernas, otras duerme al abrigo de los toldos con que Catulo, siendo edil, imitando los refinamientos de la Campania, fue el primero en cubrir nuestros anfiteatros; o bien se entrega furiosamente al juego de los dados, reteniendo el aliento, que en seguida expele con extraño ruido; o también, siguiendo el gusto dominante, se le ve entregado de la mañana a la noche, arrostrando el sol y la lluvia, a interminables discusiones acerca de las menores circunstancias del mérito o inferioridad relativa de tal caballo o de tal auriga. Cosa extraña por cierto ver a todo un pueblo que apenas respira esperando el resultado de una carrera de carros. Estos son los cuidados que preocupan a Roma, no dejando espacio para nada grave.

Caray, este señor que murió hace 1.600 años podría escribir en mi blog.

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