La batalla de Actium, o Accio, fue una batalla naval sin precedentes, en la que, frente a las costas griegas, se enfrentarían las tropas de Octavio Augusto, con las de Marco Antonio y Cleopatra, que supondría el fin de éstos y elevaría al máximo poder al primer emperador romano.
Para entender el porqué de esta lucha, debemos ponernos en contexto.
Roma, año 43 a.C., tras el asesinato de Julio César, se constituye en el senado de Roma, el segundo triunvirato, formado por Octavio Augusto (hijo adoptivo de Julio César), su antiguo lugarteniente Marco Antonio, y Lépido, que estaba al frente del ejército y tras la muerte de Césr fue nombrado Pontífice Máximo.
Sin embargo, Marco Antonio y Augusto estaban devorados por unas ansias de poder cada vez más evidentes y soñaban con regir las tierras romanas en solitario.
Como el ambiente era cada vez más hostil, en el año 40 a.C., y tras largas conversaciones se firma la Paz de Brindisi, de la que se deriva la decisión de repartir los territorios romanos entre los tres miembros.
Así, Oriente fue para Marco Antonio, Occidente para Octavio y África para Lépido.
El segundo Triunvirato
En los años venideros, Marco Antonio conquistará varios territorios, haciendo destacar su habilidad militar.
El gran cambio vendrá en uno de sus viajes expedicionarios a Antioquia, durante el cual conocerá a Cleopatra VII, faraona de Egipto.
Se enamora y se casa con ella, cambiando así también sus ideologías políticas. Comienza a denominarse como dios vivo y maneja Oriente como si solo fueran suyos los territorios. Concibe hijos con Cleopatra, a los que augura un futuro como emperadores absolutos de Roma.
Mientras tanto, en Occidente, Augusto lleva una vida intachable fiel a la república.
Lépido, aunque se mantenía al margen de las disputas del resto, fue acusado por Octavio de querer usurpar el poder desde Sicilia, y fue desterrado, exiliándose en Cerceo, donde morirá en el 13 a.C.
Marco Antonio conoció a Cleopatra cuando estaba casado con Octavia (hermana de Octavio Augusto) convivieron juntos en Alejandría y concibieron mellizos. Cleopatra tenía ya un hijo, Cesarión, hijo de Julio César (el que según ella por herencia, debería llevar la corona de laurel).
Posteriormente Marco Antonio regresa al lado de Cleopatra, divorciándose de su mujer Octavia, y tienen un tercer hijo.
Marco Antonio y Cleopatra
Es en este momento, cuando Cleopatra se declara reina de Egipto, Chipre, Libia y Celesiria, y decide repartir los territorios entre sus hijos.
A Cesarión lo asocia al trono, a Alejandro Helio, Armenia, Media y Parta; a Tolomeo Filadelfo, Siria¸ Fenicia y Cilicia. A la única niña, Cleopatra Selene, Cirenaica y Libia.
Esto permitiría controlar todo el Oriente a la dinastía de Cleopatra (los Ptolomeos) bajo la protección de Marco Antonio.
Para hacer estas declaraciones se presenta ante el trono vestida como la diosa Isis, ante la mirada atenta de su séquito y su pueblo.
Toda esta parafernalia, y estas auto proclamaciones no fueron bien vistas en Roma, que veían en Marco Antonio un traidor, y a la reina muy osada, pues la mayoría de esos territorios estaban a medio conquistar por Roma.
La batalla de Actium o Accio
Por todo lo antes mencionado, Octavio insta al senado a declarar la guerra a Egipto. Nos encontramos en el año 32 a.C.
Es una buena excusa además para que Octavio intenté ser el único señor de Roma, excluyendo a Marco Antonio, ya que lo ve como una traidor engatusado por una pérfida mujer. Además, había repudiado a su hermana por la egipcia y eso no tenía perdón.
La guerra es declarada y ambos bandos, reúnen a sus ejércitos y preparan sus estrategias ante lo que les va a venir.
Marco Antonio contaba con algunas legiones romanas, que ya habían luchado contra los asesinos de César, además de tropas de Egipto y Asia Menor.
Por su parte Octavio contaba con el ejército romano, casi en su totalidad, y algunos refuerzos de las provincias occidentales.
Una batalla entre Alejandría y Roma, que no se desarrollaría ni en Italia, ni en el continente Africano, si no frente a las costas de Grecia.
En este mismo año, el 32 a.C., comienzan a salir las tropas por mar hacia su destino.
Marco Antonio dirigirá sus ejércitos hacia el golfo de Corinto.
Contaba con 100000 legionarios, 12000 soldados, unos 500 navíos y 19 legiones de soldados egipcios cedidos por Cleopatra, además de otras tantas naves.
Su contrincante, Augusto, tenía preparados 80000 soldados de infantería, 12000 jinetes, y 400 naves, que eran, aunque más pequeñas que las de su enemigo, más rápidas y portaban hombres que eran los mejores estrategas para una batalla.
Poco a poco se va instalando también en tierra formando los campamentos base, el de Marco Antonio en una zona llamada Patras, al sur de la entrada del Golfo de Ambracia, y en el lado opuesto, en Torine se instala Octavio.
Marco Antonio también ocupa la isla de Corfú, desde la que pueden tener una buena comunicación con Italia.
Una vez instalados, pasan varios meses antes de que se muevan debido a un mal tiempo que imposibilitaba cualquier estrategia.
Esto perjudica a Antonio, los abastecimientos empiezan a escasear, y la tropas se desmotivan.
Durante estos meses, Octavio decide poner al frente de la batalla a Marco Vipsanio Agripa, siempre fiel a su superior y muy inteligente, audaz como ninguno en el arte de la guerra.
Éste no tarda mucho en actuar, con los últimos frios del invierno y los primeros albores de la primavera, comienza a moverse y se acerca con un pequeño número de embarcaciones a la posición de su enemigo.
Se hace con el puerto de Metona, y luego con la isla de Léucade, con esto consigue cerrar toda comunicación que Antonio pudiese tener con África, quien le suministraba los víveres con los que subsistían.
Fue conquistando pequeños territorios, y mientras, el ejército de Marco Antonio, mal vivía entre calores, sin apenas comida, ni moral para seguir con esto, que no acaba más que empezar.
Con todo, los generales que acompañaban a Antonio, le recomendaban empezar a actuar y cambiar la batalla marítima por la terrestre, para la que se veían más preparados.
Parecía convencido, cuando Cleopatra le insta a lo contrario, a una batalla por mar, pues los barcos que ella aportaba sabrían defender la línea sin problemas.
Se salió con la suya, y el lugar elegido sería la salida de Actium.
A finales de agosto, del 31 a.C, salen las tropas hacia su destino.
Una mezcla de la fuerza de los remos y el ímpetu del viento los hace avanzar rapidamente.
Las naves, llamadas trirremes y quinquirremes, llevaban varias filas de remeros, además de capacidad para unos 20000 soldados, y armas.
Seis escuadrones en forma de combate de Marco Antonio, y las naves de Cleopatra detrás, de enfrentaban a las naves de Octavio, dirigidas por Agripa.
Antonio pretende envolver el ala izquierda, para poder avanzar con las naves egipcias, llegando al centro y cortando la línea enemiga.
Pero Octavio supo sobreponerse a ese movimiento.
La batalla al principio estuvo muy reñida.
La situación según documentos de la época fue singular, pues las naves de Octavio eran pequeñas y ágiles, y las de Antonio, grandes y pesadas, mientras los primeros avanzaban y disparaban, los otros atacaban “desde arriba” desde cubierta lanzando todo tipo de armas a los marinos que en ellas navegaban.
Los detalles que conocemos de la batalla nos han llegado en gran parte, por los escritos de Plutarco, de su serie Vidas Paralelas, dejamos una cita de este libro, que describe perfectamente la batalla (concretamente es el tomo VII en al capítulo que dedica a Antonio):
“Cuando ya se trabó el combate y vinieron a las manos, no había choques ni roturas de naves, porque las de Antonio, por su pesadez, no tenían ímpetu, que es el que hace más poderosos los golpes de los espolones, y las de César, no solamente se guardaban de ir a dar de proa contra unos espolones firmes y agudos, sino que ni siquiera se atrevían a embestir a las contrarias por los costados, porque las puntas de los suyos se rompían tan pronto como daban en unas naves hechas de grandes maderos cuadrados, compaginados unos con otros con abrazaderas de hierro. Era, pues, parecida esta pelea a un combate de tierra o, por decirlo mejor, a un combate mural; porque tres o cuatro naves acometían a una de Antonio, y usaban de chuzos, de lanzas, de alabardas y de hierros hechos ascua, y los de Antonio lanzaban también con catapultas armas arrojadizas desde torres de madera.”
Sin estar decidida la batalla, Antonio observa que las naves de Cleopatra, despliegan sus velas y se dirigen hacia el sur aprovechando el viento. También ve la nave de Cleopatra y decide huir con ella.
Los soldados de Marco Antonio no dan crédito a lo sucedido. Se dice que subió a la nave de Cleopatra y allí se sentó durante horas con las manos en la cabeza lamentándose.
La batalla aún dura unas horas hasta que las naves de Antonio son vencidas totalmente, pues ya eran inferiores en número y no contaban con el respaldo de las tropas egipcias.
Las naves que sobrevivieron fueron el botín de guerra de Octavio.
El porque de la huída de Marco Antonio ha llevado a varias interpretaciones. Si nos dejamos llevar por la historia más sentimental, y tal como cuenta Plutarco y la tradición romana, Marco Antonio seguiría a Cleopatra por amor, lo describe así:
“Se vio de repente a las sesenta naves de Cleopatra desplegar las velas para navegar y huir por medio de los que combatían (…). Mirábanlas los enemigos, asombrados al ver que con viento favorable se dirigían hacia el Peloponeso. Vióse allí claramente que Antonio no se condujo ni como general ni como hombre que hiciera uso de su razón para dirigir los negocios, sino que hubo así como quien dijo por juego que el alma del amante vive en un cuerpo ajeno; fue él arrastrado por aquella mujer como si estuviera adherido y hecho una misma cosa con ella; pues no bien hubo visto su nave en huída, cuando, olvidado de todo, abandonando y dejando en el riesgo a los que por él peleaban y morían, se trasladó a una galera de cinco órdenes (…) “
Otros historiadores piensan que fue algo pactado, entre él y Cleopatra, retirándose paulatinamente como “plan B” si las cosas se ponían feas.
Las tropas que quedaban en tierra, cada vez más desmoralizadas acaban sometiéndose a Roma, al igual que otras regiones africanas, como Libia, que se unieron al enemigo, y por ende, a la paz.
Octavio entonces decide entrar en Egipto para lidiar con su batalla final, la más cercana a su antes amigo Marco Antonio.
A partir de aquí la historia toma un cariz trágico, y los amantes llegan a su fin.
Marco Antonio se suicida con su propia espada, al verse derrotado y ante la noticia (que alguien había enviado falsamente) de que su amada lo había abandonado (otros historiadores dicen que la información no era el abandono, si no la muerte de la reina).
Pocos días después, Cleopatra, humillada, y prisionera de su enemigo, se suicida también, haciéndose morder por un áspid (clavándose un puñal envenenado según otras fuentes).
Muerte de Cleopatra
Por último, manda matar a Cesarión, y se proclama heredero, era el fin después de 3 siglos de la dinastía ptolemaica. Sería el final también del Egipto antiguo, el de los faraones.
Suetonio, relata lo que sigue a la muerte de los esposos:
“Concedió a los dos esposos (se refiere a Octavio) los honores de la sepultura común, mandó que se terminase la tumba que ellos mismos comenzaron a construir. El joven Antonio, el mayor de los dos hijos que el triunviro(Marco Antonio) tuvo de Fulvia, fue, después de continuas e inútiles súplicas a refugiarse a los pies de la estatua de César: Augusto le arrancó de allí y mandó a matarle. Cesarión, que Cleopatra decía haber tenido de César, fue alcanzado en su fuga y entregado al suplicio. En cuanto a los otros hijos de Antonio y de la Reina, los trató como a miembros de su familia, los educó y les aseguró posición proporcionada a su nacimiento”
Octavio anexiona Egipto a Roma, siendo una provincia más con capital en Alejandría. Lo toma como territorio personal y no deja que nadie viaje allí sin su permiso.
Tres años más tarde será coronado como el gran primer emperador de la historia de Roma.