Revista Cultura y Ocio

La batalla de Lützen

Por Enrique @asurza

En una de las grandes batallas de la guerra de los Treinta Años, el León del Norte, Gustavo Adolfo de Suecia, se enfrentó a un resucitado ejército imperial bajo el mando de Wallenstein en Lützen. El rey sueco fue abatido, aunque sus tropas se reagruparon y alcanzaron la victoria tras una dura lucha contra oponentes que habían aprendido de sus derrotas anteriores.

Datos de Lützen

Quiénes: El rey Gustavo Adolfo II de Suecia (1594-1632), al mando del ejército sueco, contra el príncipe Albrecht von Wallenstein, príncipe de Friedland (1583-1634), al frente del ejército imperial.
Cómo: En una disputada batalla, las fuerzas imperiales demostraron que habían aprendido de su anterior derrota a manos de los suecos, y Gustavo fue abatido. No obstante, los suecos se reagruparon y resultaron victoriosos.
Cuándo: 6 de noviembre de 1631.
Dónde: Los campos en torno a la aldea de Lützen, cerca de Leipzig, en Sajonia (Alemania oriental).
Por qué: Wallenstein amenazaba a Sajonia, aliada de Suecia.
Resultado: La batalla salvó a Sajonia, aunque la guerra de los Treinta Años (1618-1648) continuó penosamente, a pesar de esta victoria protestante, duramente ganada.

Antecedentes

Poco podían imaginar los patriotas bohemios, que arrojaron a los delegados imperiales por las ventanas del castillo de Hradcany en Praga, que sus acciones desencadenarían la guerra más larga y sangrienta de la historia moderna de Europa, que duró 30 años. El sacro emperador romano Fernando II confió el mando del ejército imperial al conde Albrecht von Wallenstein, un despiadado e intrigante noble checo que derrotó velozmente a los daneses en la batalla de Latter en 1626. Con un ejército de 125.000 hombres, Wallenstein había ganado una guerra y conseguido toda Alemania para Fernando II, quien le pagó sus victorias con una súbita destitución. La oportunidad de Fernando fue desastrosa, ya que los triunfantes imperialistas estaban a punto de enfrentarse y ser aplastados por su más temible enemigo, los suecos.

batalla lutzen 1632
La batalla de Lutzen

El ejército sueco

Gustavo Adolfo II había ascendido al trono de Suecia en 1611, con solo 17 años, pero había obtenido una experiencia valiosa combatiendo a los rusos y a los polacos entre 1611 y 1630. Su artillería estaba inspirada en la de los holandeses, aunque utilizaba cañones más ligeros y móviles, con calibres estandarizados y manejados por profesionales entrenados. Gustavo Adolfo utilizaba la artillería con un nuevo método ofensivo, en estrecha cooperación con la infantería: disparaba ocho descargas por cada seis disparadas por los mosqueteros.
Los piqueros de la infantería tenían una armadura más ligera y unas picas más cortas, mientras que los mosqueteros suecos utilizaban mosquetes más ligeros. Ambos estaban agrupados en brigadas mixtas flexibles o en columnas rectangulares para aumentar la movilidad y la velocidad de despliegue. Su caballería, a diferencia de los coraceros imperiales, solo estaba ligeramente blindada y atacaba así los flancos del enemigo bajo la cobertura del fuego de artillería, cargando a gran velocidad con las espadas desenvainadas.

Breitenfeld

Por tanto, el ejército que estaba a punto de invadir el continente europeo por primera vez en 1630 era nuevo, aunque inexperto. Los suecos temían que el ejército de Wallenstein tomara Stralsund y, con la ayuda de corsarios, dominara el Báltico y quizá llegase a amenazar a la propia Suecia.
El 6 de julio de 1630, Gustavo Adolfo desembarcó en el norte de Alemania con 13.000 hombres. Cuando el nuevo comandante imperial, el general conde Tilly (1559-1632), saqueó la ciudad de Magdeburgo, Gustavo se limitó a marchar sobre Berlín y obligar al elector Jorge Guillermo a unirse a él o ver su capital, como Magdeburgo, incendiada y arrasada. Cuando Tilly y el ejército imperial invadieron Sajonia, su elector, Jorge Juan, no tuvo más opción que convertirse en «aliado» de los suecos. En consecuencia, el ejército suecosajón de 47.000 hombres marchó sobre Leipzig el 16 de septiembre y chocó con el comandante de la caballería imperial, el conde Pappenheim (1594-1632), cerca de Breitenfeld.
Tilly, de 73 años, seguía practicando la guerra al estilo «español». Esto consistía en combatir al enemigo con enormes cuadrados de 1.500-2.000 hombres con mosquetes, llamados tercios en España, con caballería pesada en ambos flancos. Alineó a su ejército de 40.000 efectivos en 17 enormes tercios, con 10.000 unidades de caballería pesada a los lados. Gustavo situó sus tropas suecas y finlandesas de élite en el centro, apoyadas por tres brigadas de mercenarios escoceses. A la izquierda estaba el general conde Horne, con una fuerza mixta de tropas principalmente alemanas, con algunas suecas, mientras que toda el ala derecha estaba formada por los sajones del elector. La artillería sueca disparó una enorme salva, y sus baterías disparaban tres descargas por cada descarga imperial.
El ala derecha de Tilly confundió el ataque de Pappenheim, no autorizado, con una señal para un avance general contra los sajones, quienes, al ver avanzar a los invencibles tercios, se desbandaron y huyeron, con su elector a la cabeza. De un golpe, la tercera parte del ejército aliado había desaparecido. Sin embargo, los soldados de Gustavo podían moverse y maniobrar el doble de rápido que los de Tilly, y los aliados ocuparon rápidamente el lugar de los sajones. La línea imperial entera empezó a plegarse, y finalmente se hundió, dejándole el campo a los suecos.
Gustavo había reiniciado la guerra y, durante el invierno de 1631-1632, ocupó buena parte del occidente y del sur de Alemania, llegando a amenazar Viena. El 16 de abril de 1632, alcanzó y derrotó a Tilly en Lech; su enemigo murió dos semanas después. Totalmente desesperado, Fernando II se vio obligado a llamar de nuevo a Wallenstein, el único comandante imperial dispuesto y capaz de detener a los suecos.

Mapa de la batalla de Lutzen
Mapa de la batalla de Lutzen

La campaña de Lützen

Las perspectivas eran buenas para el lado imperial, porque Wallenstein era un sagaz estratega, frío y calculador. Evitó el combate a toda costa, obligando a Gustavo a tomar la iniciativa, y el 4 de septiembre el ejercito aliado atacó sin éxito las posiciones fortificadas de Wallenstein en Fürth, donde perdió 3.000 soldados. Wallenstein salió de estas posiciones e invadió Sajonia; no obstante, el 22 de octubre cometió el error de dirigirse a sus cuarteles de invierno, enviando su caballería (de 5.000 efectivos) a Halle bajo el
mando de Pappenheim.
Gustavo aprovechó de inmediato el error de Wallenstein y marchó durante el 5 de noviembre lo más rápido que pudo hacia Pergau para reunirse con los sajones. Después de 15 años de guerra la campiña alemana estaba devastada y no podía alimentar a los ejércitos, y Gustavo necesitaba una batalla de aniquilación para poner fin a este constante movimiento.
El avance aliado fue bloqueado ese día durante horas por caballería croata e imperial en el arroyo de Rippach, lo cual no dejó más opción a Gustavo que desplazar su ejército hacia Lützen. Aquí las tropas aliadas pasaron la noche del 5 al 6 de noviembre en campo abierto, con el ejército imperial acampado a solo 5 km de distancia.
Por otro lado,
Wallenstein estaba decidido a disputar aquí una batalla defensiva, ya que había hecho todo lo posible por evitar la propia batalla**. Lützen se hallaba en una planicie llana del norte de Alemania, atravesada por la carretera general de Leipzig del sudoeste al noroeste, situada sobre una calzada elevada que formaba una línea natural de defensa para el bando imperial. A ambos lados de esa carretera había una zanja que los hombres de Wallenstein convirtieron, durante el 5 de noviembre y la noche siguiente, en una formidable línea de trincheras que se llenaría de mosqueteros.

Disposiciones

Wallenstein tenía 25.000 hombres (enfrentados a 18.000 aliados) con los 8.000 de Pappenheim como refuerzo, y formaría su orden de batalla en una sola línea algo al norte de la carretera de Leipzig. Su flanco derecho se apoyaba en un otero un poco al norte de Lützen, Windmill Hill, mientras que el izquierdo quedaba en situación indefinida al descubierto. Sin embargo, Wallenstein había aprendido del desastre de Breitenfeld. La infantería era ahora más móvil y estaba agrupada en formaciones menos densas, más maniobrables, con su propia artillería ligera. Las tres baterías imperiales, con un total de unos 60 cañones, estaban bien situadas y protegidas, mientras que la caballería había absorbido algunas de las tácticas del equipamiento sueco. Wallenstein se situó con la infantería en el centro, mientras colocaba la caballería
de Colloredo en el ala izquierda y la de Ottavio Piccolomini a la derecha Después incendió Lützen para evitar que el enemigo utilizara sus casas para cubrirse.
Con las primeras luces de un amanecer gris, los suecos y sus tropas aliadas tomaron posiciones frente a los imperiales. En el centro estaban Brahe y Kniphausen, con cuatro brigadas de infantería cada uno; la derecha se hallaba bajo el mando personal de Gustavo, mientras que la izquierda estaba a las órdenes del príncipe Bernhard de Saxe-Weimar (1604-1639).

batalla lutzen 1632
Batalla de Lutzen

Comienza la batalla

La niebla se hizo más densa a medida que avanzaba la mañana, así que hubo que posponer el ataque previsto desde las 08:00 hasta las 11:00, cuando la niebla se levantó temporalmente y permitió que Gustavo iniciara su avance. Gracias al hábil y coordinado fuego imperial de artillería y mosquetería, el avance fue detenido a la izquierda y en el centro. Solo a la derecha se logró una penetración, aunque con un coste elevado. Las brigadas Sueca y Amarilla consiguieron limpiar la trinchera de mosqueteros, cruzar la carretera y capturar las baterías que había al norte de esta.
Después, mientras la niebla descendía de nuevo sobre el campo de batalla, el combate entró en un punto muerto asesino. Justo cuando el ala izquierda imperial se desmoronaba, Pappenheim llegó y rescató al ejército imperial de verse aplastado por la arremetida suecofinlandesa. La Brigada Sueca perdió al 70% de sus piqueros y al 40% de sus mosqueteros en la matanza que se produjo entonces. El otro bando estaba igualmente vapuleado. La caballería sueca se vio reducida a pequeños grupos dispersos a ambos lados de la carretera elevada, y empezó a flaquear; solo la intervención del capellán mayor del ejército, Jacob Fabricius, calmó sus ánimos y la devolvió a la batalla.

La muerte de Gustavo Adolfo

Entre tanto, las cosas habían ido muy mal para el rey Cuando el coronel Frederick Stenbock de la caballería de Smaland recibió un disparo en el pie, Gustavo tomó personalmente mando de la unidad. Cabalgó hacia el norte para ayudar a las oprimidas tropas suecas y finlandesas al norte de la carretera. Justo cuando empezaban a avanzar, descendió una espesa niebla. Al mismo tiempo, unos coraceros imperiales chocaron con el regimiento de Smáland y todo se volvió confuso.
Desde la guerra de Polonia, cuando se le había alojado una bala en el cuerpo, Gustavo había sido incapaz de ponerse una armadura metálica y llevaba, en cambio, cuero grueso endurecido. Sin embargo, esto apenas ofrecía protección alguna contra las balas. Fue alcanzado en el brazo izquierdo, y se vio obligado a dejar caer la espada y tomar las riendas de su caballo, Steiff, con la mano derecha, viéndose separado de los Smálanders. Un oficial imperial, Moritz von Falkenberg, disparó a Gustavo por la espalda, pero fue a su vez abatido a tiros del caballo. Un miembro de la guardia del rey trató de sostener al rey herido en su silla; no obstante, Steiff fue alcanzado entonces en el cuello y Gustavo cayó de la silla y quedó enganchado por un pie en el estribo. Fue arrastrado unos metros, pero quedó en el suelo, aún vivo. Cuando Piccolomini llegó para comprobar el rumor de que su enemigo estaba agonizando, dio órdenes de matar al rey, y sus hombres lo hicieron con júbilo, disparándole en la sien.
Entre tanto, el ensangrentado y aterrorizado Steiff salió galopando de la niebla. Los soldados suecos y aliados habían oído que el rey estaba muerto y temían que todo estuviera perdido. Bernhard, ahora al mando, animó a los vacilantes hombres para un contraataque, y cuando los suecos avanzaron encontraron el cadáver de su rey héroe, mutilado y desnudo. Bernhard había calculado que buscarían ahora venganza y así lo hicieron, deseosos de vengar la muerte de Gustavo. El ataque general sueco había curvado la línea imperial hasta formar algo parecido a una media luna, pero ambos lados estaban ahora cansados y agotados de combatir. Se detuvieron mientras se disparaban unos a otros; no obstante, no pudieron romper el punto muerto. Bernhard decidió que el único modo de dar fin a esta deprimente batalla sería atacar Windmill Hill, derribar los 13 cañones restantes de Wallenstein y abrirse camino entre el centro y el ala izquierda del enemigo.
Las baterías suecas desencadenaron una tormenta de hierro que silenció la batería que estaba en lo alto de Windmill Hill y después, a las 15:00, los suecos, los finlandeses y otros soldados, con tambores redoblando y banderas al viento, marcharon rápidamente por la pendiente que conducía a la colina. Fueron rechazados por un fuego abrasador, aunque se reagruparon y atacaron de nuevo hasta que ocuparon la colina y las trincheras que la circundaban, llenas de hombres muertos y moribundos. Finalmente, después de dos horas de intenso combate, a las 17:00, se izaron los colores suecos en lo alto de la colina. Se había ganado la batalla.

muerte gustavo II batalla lutzen
Muerte de Gustavo II

Secuelas

Wallenstein podía haber continuado luchando; sin embargo, sus tropas estaban ahora totalmente agotadas y desmoralizadas.
El hijo de Wallenstein, Bertold, fue una de las bajas y toda la matanza había costado 7.000 vidas, unas 4.000 aliadas y el resto imperiales.
Lützen fue una victoria suecoaliada, aunque muy ajustada, y era Bernhard quien había conducido al ejército a la victoria. Un año después Wallenstein fue asesinado, mientras que Bernhard fue derrotado por los ejércitos españoles e imperiales en Nórdlingen en 1635. De forma asombrosa, la guerra se prolongó hasta que finalmente, el 24 de octubre de 1648, los exhaustos combatientes firmaron por fin una paz duradera: la de Westfalia.

Escrito por Historia Universal

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