Revista Opinión

La batalla medieval

Publicado el 15 septiembre 2017 por Vigilis @vigilis
Para el marco geográfico y temporal que trato vamos a entender por medieval el periodo de tiempo vagamente comprendido entre el siglo IV en el que el Imperio Romano pacta acuerdos de colaboración con tribus germánicas y la introducción de la artillería (falconetes, bombardas) a mediados del siglo XIII. El ámbito geográfico lo limito imprecisamente al territorio de los romanos occidentales (por tanto incluyo al sur la Mauritania Tingitana y el límite norte lo marco por la Magna Germania; alrededor del siglo X podremos extender la frontera norte del Medievo a Dinamarca, Escania, Brandemburgo, etc.).
La minúscula fracción de testimonios de primera mano que se conservan del Bajo Imperio (recordad: hablo del occidente romano) nos suponen dos problemas: uno, los autores no parecen demasiado interesados en hablar de su época y prefieren hundirse en la nostalgia (esto no es extraño en la literatura romana: en Virgilio (I a.C.) ya encontramos la añoranza) y dos, tras la atomización del mundo romano, el foco de interés no está en ese nuevo mundo que se va formando sino en oriente (en fuentes del siglo VIII la invasión musulmana de España es una nota al pie, los autores hispanos están mucho más interesados en las noticias de Constantinopla).

La batalla medieval

Edad Media.
IN: Mandorlas místicas.
OUT: Microbiología.

Desde luego que existen fuentes de otros ámbitos (Derecho, Filosofía) que dan cuenta de aquel mundo pero no son tan útiles para la descripción de la batalla. Hay que acudir a (escasas, fantásticas y tardías) representaciones gráficas y a restos arqueológicos. Aún así la clave de esta época es tener presente que no existe un corte con el mundo antiguo: un tratado militar romano muy popular (s. IV) que es Instituciones Militares de Vegecio (se encuentra por De re militari, o la edición que yo tengo Epitoma institutorum rei militaris) es profusamente copiado durante toda la Edad Media e incluso después (en realidad muchos libros romanos y griegos están en circulación durante esta época, el medieval alfabetizado tiene presente constantemente el mundo clásico). El problema es que lo que valía para Roma ya no vale para sus hijos. La política de defensa y organización militar romanas se construían a escala del Imperio. Sí es cierto que las últimas reformas militares exigen unidades más pequeñas y móviles y no es desechable la idea de que este tipo de pequeño ejército móvil sea el primero con el que cuenten los llamados reinos bárbaros.
En la referida obra de Vegecio tenemos las necesidades de entrenamiento y las armas que utilizan los soldados de esta época: la espada que sirve para dar estocadas (la espada es más pincho que cuchillo), la jabalina, dardo o lanza (luego sus variantes de venablo, alabarda, etc.) que será el arma por excelencia tanto en caballería como en infantería, el arco tanto en caballería como en infantería (que alcanzará el cénit de su desarrollo tecnológico en Azincourt y que en distancias cortas tendrá una fuerza de impacto equivalente a las armas de fuego hasta la invención del ánima rayada (menor que la ballesta pero la ballesta tenía menos cadencia de tiro)) y por último la honda (la descripción de Vegecio del uso de la honda parece un relato de la mítica batalla de Covadonga, unos trescientos años después).

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Legionarios romanos, s. VII, Skopje, Macedonia (me parece más correcto hablar de romanos que de bizantinos, ya que lo de bizantino para designar al imperio aparece en el XVI).

Más allá de las armas de cada soldado tenemos armas de artillería que se desplazan con el ejército: balistas y onagros norrmalmente para defender los campamentos o situados en la retaguardia para romper la línea enemiga (su utilidad desaparece en el momento en que el enemigo no presenta una formación cerrada). Las armas de asedio serán construidas in situ en época más tardía según las necesidades (para lo que se requerirá que el ejército cuente con ingenieros, a su vez también necesarios para construir túneles bajo las murallas con el fin de derribarlas).
Respecto al entrenamiento tenemos el famoso palo (dos metros de altura, clavado en la tierra y a pelear con él), el caballo de madera (práctica de montar rápido con armas), la natación (porque a veces "no hay tiempo para construir puentes en los ríos", estos puentes se hacían uniendo canoas que acompañaban al ejército), las marchas (con veinte kilos encima, recordad las "mulas" de Mario), las maniobras y la construcción de campamentos (con sus empalizadas y fosos).

La batalla medieval

Caballero bárbaro (s. VIII?), Magdeburgo.

Luego están las órdenes en la batalla. Las había de tres tipos: la voz de mando ("valor", "Dios con nosotros", etc.), las semivocales (tubas, bocinas y cuernos, para órdenes de avance, retirada, persecución, etc.) y las visuales (estandartes, dragones, águilas, plumas y banderines que se usaban para situar unidades en el campo de batalla).
Respecto a la disposición del ejército en la batalla, las tropas más acorazadas y veteranas se sitúan delante y las más ligeras que usan armas arrojadizas detrás. Éstas son las que inician el combate lanzando flechas, piedras o dardos. En ese momento es cuando se decide si lanzar a la caballería o no en función de si el enemigo empieza a huir. En ocasiones la caballería no se limita a guardar las alas y atacar la huida del enemigo sino que se mezcla entre la infantería para luchar junto a ella.
Hasta aquí las descripciones de Vegecio no parecen otra cosa que técnicas militares romanas tradicionales, sin embargo, una cosa que deja clara es que hay que evitar en todo lo posible la batalla campal y preferir el acoso y hostigamiento. Esta puede que sea una lección aprendida del contacto con los ejércitos bárbaros, igual que el uso de la espada larga y el aumento de la proporción de caballería. La idea de tratar de evitar la batalla campal será común durante todo el periodo (entre 1050 y 1350 en todo Flandes se registran once batallas, son pocas).
La atomización del mundo romano y las dificultades a la hora de recaudar y centralizar los impuestos hacen desaparecer al ejército profesional y la antigua élite militar pasará a ser una élite basada en la propiedad de la tierra. Comienza a surgir el feudalismo como régimen político, social y económico —con todas sus variantes y excepciones— a la par que se suceden los tiempos heroicos de la Iglesia que tendrá que re-evangelizar Europa y acabará convirtiéndose en la mayor entidad propietaria de tierras del continente hasta el siglo XIX y que una vez establecida cierta unidad de mando (a partir de la Querella de las Investiduras) será el principal elemento cohesionador y universalista del atomizado mundo medieval.

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ADEFONSUS REX CASTUS * ARMIGER REGIS * MICHAEL
(Alfonso II el Casto rezando acompañado de un guardia real y del arcángel Miguel. Liber Testamentorum Eccleciae Ouetensis. Catedral de Oviedo, c. 1118, o sea, 250 años después de Alfonso II).

El caso es que no tenemos grandes imperios o grandes reinos que se enfrentan en batallas decisivas hasta que los reinos medievales adquieren cierta madurez (a.k.a. circulación monetaria, recaudación de impuestos) y especialmente con el surgimiento del Califato de Córdoba. Los nuevos chicos que llegan al barrio llamando a la Yihad en un mundo donde todavía no existe el Corán traen consigo las lecciones aprendidas de Persia y el empuje de muchas provincias bizantinas que pese a la nueva administración que las fríe a impuestos continuaban en un periodo clásico de desarrollo académico e ingeniero. Frente a los musulmanes se producen batallas decisivas como Simancas (una de las batallas más retuiteadas del siglo X de la que enseguida dan cuenta en Bagdad y Aquisgrán) o Navas de Tolosa (una de las tres o cuatro batallas que decidieron la Historia Universal), victorias épicas donde curiosamente varios reinos españoles necesitan unir sus fuerzas para convertirse en imparables. Las batallas que tienen estos reinos de forma separada contra los musulmanes solían acabar en derrota. Estas batallas ya no son las del mundo romano, aquí el soldado profesional es sustituido por el siervo y el campesino libre. Las tropas de élite ya no serán asteros acorazados sino caballeros montados, con cota de malla, casco y la adarga que adoptan por imitación de la caballería musulmana (hay que decir que los ejércitos del Califato y luego andalusíes contaban con infantes muladíes, tropas eslavas, mesnadas magrebíes, etc. No solo en muchos casos la infantería irregular era indistinguible entre los bandos sino en ocasiones hasta los caballeros iban equipados de forma muy parecida).

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Caballero carolingio (s. IX) (Biblioteca Municipal de Amiens).

Las armas comunes de la plena Edad Media seguirán en uso hasta el siglo XVI y en Europa Oriental hasta el XVII: en el descubrimiento de América los españoles llevarán consigo los novedosos arcabuces y falconetes pero también rodelas, ballestas y espadas largas y en ocasiones irán protegidos por armaduras de acero que no llamarían la atención en la Guerra de los Cien Años.
Con el paso del tiempo cobra importancia la caballería pesada que cambiará la adarga por el escudo de lágrima (como vemos en el tapiz de Bayeux). El caballero montado tiene muchas más posibilidades de sobrevivir porque puede huir rápidamente si las cosas se tuercen (recordemos la invención del carro como elemento para huir de la batalla. Huir de la batalla y lograr que no le alcancen es la principal preocupación del guerrero durante milenios (en las Navas de Tolosa la persecución es de unos veinte kilómetros y tenemos ejemplos de persecuciones que extienden batallas durante semanas), pero esto es aburrido de contar en una película).

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Codex Manesse (Große Heidelberger Liederhandschrift, Heidelberga, s. XIV).

La atomización del mundo medieval que sobrevuela lo que estoy diciendo nos lleva a casos muy desiguales de batallas "importantes". En la Inglaterra anglosajona el rey iba acompañado de todo su ejército y una batalla podía decidir el destino del reino (de hecho, así es como Haroldo II perdió Inglaterra), en España las batallas de primera división consistían en la unión de los ejércitos de varios reinos con los mayores nobles, órdenes militares y ciudadanos de villas realengas (su disposición en el campo de batalla recuerda mucho a las batallas de la Antigüedad).
El caballero
Sin duda si hablamos de batallas medievales tenemos que mirar al elemento más glorificado por la literatura no religiosa del momento: el caballero montado. El caballero con armadura montado en un destrero es el gran soldado medieval según la idea popular. En realidad este tipo de caballero varía mucho a lo largo del periodo y del continente. Su punto álgido lo podemos situar en la Guerra de las Cien Años y su equipación más conocida un poco después, precisamente en el momento en que dejan de ser útiles en batalla.
Este caballero tenía que ser noble ya que la equipación de batalla podía equivaler a las rentas de una aldea de todo un año. Aun así en España encontramos disposiciones que nombraban caballeros a todo aquel que tuviera un caballo (esto nos dice algo de la movilidad social). Al tratarse de nobles y disponer de vasallos estos caballeros podían contribuir con tropas en una batalla (carne de cañón campesina) aunque en realidad esto estaría reservado para los nobles de las grandes casas. Hasta el siglo XIII no se regula (en España, con Alfonso X) la contribución de fuerzas vasallas en las campañas militares (debemos suponer que esto venía de antes).

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Armadura KD (Karolus Divus) del Rey-Emperador (1525). Patrimonio Nacional.

La armadura de este caballero varió durante el periodo desde la impedimenta tardorromana (cota de malla) a la armadura de placas (XIV y ss.) pasando por la cota de placas (XII-XIII, esta cota será la que empleen los cruzados en Tierra Santa y en la liberación de Sevilla).
Sobre la eficacia en combate de esta caballería pesada el debate está abierto. Ciertamente comenzó ocupando las mismas funciones que el tanque en la Primera Guerra Mundial (dar miedo y causar el caos), sin embargo esta función fue desapareciendo según otros ejércitos se iban adaptando: la caballería ligera mongola y sarracena podía detener el avance de la caballería pesada con una lluvia de flechas y una mayor movilidad, la mejora del arco también fue crucial en detener su eficacia (y ya no digamos la extensión de uso de la ballesta y luego del arcabuz y la pìca). Hacia el XIV, cuando cobran más importancia los asedios a plazas fortificadas, el caballero de armadura de placas empieza a desaparecer en la medida en que su leyenda comienza a surgir: incluso en el XVII no será raro que los reyes se equipen con vistosas armaduras finamente construidas como expresión de poder y reminiscencia del honor caballeresco.
El guerrero profesional
Hacia el final de la Edad Media se produce un fenómeno curioso en el norte de Italia: la aparición de compañías de "contratados" (condotieros). Estas compañías, en origen grandes grupos de delincuentes dedicados a la extorsión ("o me pagas o te reviento la ciudad"), llegarán a ser algunas de las tropas más eficaces y temibles de Europa. Sus contratos de protección de las prósperas repúblicas italianas llegan a ser las acciones de mayor rentabilidad de la época: cuando una compañía de condotieros llegaba a una ciudad para tomarla, la ciudad podía mejorar su oferta inicial tras lo cual la compañía daba media vuelta e iba contra sus anteriores clientes. En la primera mitad del XV, Federico III da Montefeltro, duque de Urbino, era un exitoso capitán de una de estas compañías de mercenarios que decidió hacer valer el lema "pacta sunt servanda" (lo contratado obliga) y convirtió a su compañía en la única insobornable. En cierta ocasión, contratado por la República de San Marcos, los venecianos temieron que sus enemigos le sobornaran y decidieron enviarle más dinero de forma preventiva, Federico rechazó su dinero, rechazó después el soborno de sus enemigos y cumplió su contrato. Esto le reportó fama de insobornable lo que en la Italia del Renacimiento fue como una especie de bomba atómica. A partir de entonces las ciudades firmaron contratos con él para que a su vez no aceptara contratos contra esas mismas ciudades.

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Um, parece que tu pequeña Urbino tiene la cantidad adecuada de palacios de ocho plantas.

A los pocos años la pequeña Urbino contaba con un gran palacio ducal con toques bizantinos y venecianos y una biblioteca que rivalizaba con la del Vaticano. Federico atrajo a humanistas y sabios del continente a su pequeño pueblo con esteroides y durante décadas la pequeña Urbino fue una especie de Proyecto Manhattan del Renacimiento. Tras Federico los condottieri empiezan a decaer ya que no podían rivalizar con ejércitos de Francia o España pero el uso de tropas mercenarias como menores unidades de élite continuará hasta la época napoleónica (notablemente suizos y alemanes, gente de países pequeñitos).
Las órdenes militares
A partir de Urbano II y el invento de las Cruzadas no ya contra herejes sino contra infieles (e incluso contra reyes excomulgados que tarifaban con el Papa o con algún aliado del Papa), empieza la moda de no ya proteger el reino o aumentar la gloria del rey sino de defender la verdadera religión. Esto hace que haya tropas que no respondan exactamente al estilo de vasallaje secular habitual sino que van "por libre" o que dependen directamente de la Iglesia. Estas tropas en realidad no dejan de ser órdenes monásticas que escogen a sus miembros entre casas nobles (y por tanto con posibilidades de tener equipo de combate y entrenamiento). Las órdenes se emplearán tras la Primera Cruzada en Tierra Santa, en el Báltico y docenas de veces en docenas de cruzadas que tuvieron lugar en España.

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Tannhäuser con la cruz de la Orden Teutónica. Codex Manesse (Große Heidelberger Liederhandschrift, Heidelberga, s. XIV)

Con el paso del tiempo algunas de estas órdenes funcionarán demasiado bien y serán un poder militar al margen del rey que hay que meter en vereda. Una de las primeras precondiciones necesarias para que se dé la transición centralizadora al estado moderno es poner a las órdenes bajo control real. Esto se acaba liogrando con la pérdida de Tierra Santa (algunas órdenes continuarán funcionando siglos después de forma independiente, como la de San Juan de Jersualén, después de Rodas, después de Malta).
La pérdida de Tierra Santa está relacionada con el atardecer del Imperio Romano de Oriente. A partir del siglo XIII este imperio será una sombra de lo que fue, dejando el paso expedito a las tropas turcas. Pese a la heroica resistencia de los romanos en Constantinopla, el viejo imperio no resistió el fuego de los grandes cañones turcos. La época de las fortalezas y de los caballeros llegaba a su fin entre el olor a pólvora y el protagonismo de un nuevo tipo de soldado: la chusma.
Constantinopla había caído pero al otro extremo de Nuestro Mar no tardó mucho en aparecer una nueva luz de esperanza. Los españoles habían derrotado definitivamente al último bastión musulmán, liberando así toda la península de las garras de la oscuridad. Los hijos de Roma emularían a sus antepasados levantando nuevamente un imperio de ingenieros, filósofos y soldados.

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