Revista Opinión

La batalla moderna

Publicado el 02 diciembre 2017 por Vigilis @vigilis
Para el tema que nos ocupa limitaremos el alcance de la voz "moderna" a lo que va desde la extensión de la artillería de pólvora hasta la extensión del empleo de las armas de repetición o de la ametralladora. El marco geográfico será el mismo que las otras veces añadiendo ahora al continente americano.
Podemos distinguir algunas características del arte de la guerra y de la idea de batalla durante estos cuatro o cinco siglos.
Para empezar: los cambios que se producen comienzan a ser cada vez más rápidos. Pese a que en la época antigua y en la medieval la inventiva y los saltos cualitativos son innegables, el tiempo que se tarda en su adaptación es más alargado, ahora por la dependencia mutua entre los reinos europeos y por la extensión del uso de la fuerza mercenaria los cambios tardan menos en ser adoptados. Esto tiene una consecuencia inmediata: se producirá un equilibrio tecnológico de sur a norte y de oeste a este (en el espacio europeo, que es el que nos incumbe y cuyo arte de la guerra al final de esta época acabará imponiéndose como estándar planetario).

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Alejandro Farnesio tuvo que levantar un puente de 800 metros para tomar Amberes en 1585, una capital defendida por el río Escalda y con varias líneas de fortines, torres y murallas. Tardaron siete meses en construirlo bajo el fuego enemigo, los españoles tuvieron que disponer casi 100 cañones para defenderlo. En la hora decisiva los holandeses arrojaron casi doscientas naves para quebrarlo, el puente resistió, se envió a los tercios para abordar los barcos y la lucha acabó en un cuerpo a cuerpo con victoria para la Monarquía. Pero de esto Hollywood no hará una película porque es mucho más interesante la enésima reinterpretación de Romeo y Julieta en forma de pandilleros del Bronx.

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Mel Gibson, espabila, que aunque te guste matar ingleses los holandeses también han dicho cosas malas del Papa.

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La fortaleza flotante holandesa "Fin de la guerra", llamada por los españoles "Los gastos perdidos".

Creo que no está de más apuntar la importancia que tiene el hecho de que la experiencia militar europeo-mediterránea sea la base de la guerra futura. Estos reinos y repúblicas del Mediterráneo en ningún momento pierden su contacto con la historia precedente no sólo por la conexión directa que propicia la herencia del imperio romano en oriente sino además por la propia evolución de las armas y de las unidades de combate. Si el arma fundamental de la Edad Media era la lanza igual que el pilum lo fue para el legionario romano, en la época moderna continuará habiendo una evolución de estas armas con la extensión del uso de la partesana, la alabarda y finalmente la pica en las unidades de formación cerrada. Los cuadros de piqueros que alcanzan su cénit con los tercios durante las guerras de religión del XVII comenzaron empleando armas de fuego de forma auxiliar (espingarderos en la guerra de Granada, arcabuceros después) para finalmente ser sustituidos por estos. El proceso de sustitución culminará en el XVIII intercambiándose el número de picas en un cuadro de infantería por el de mosquetes (sin embargo la idea del cuadro permanece, una idea que nos recuerda a la falange o al manípulo).
Aparte de las armas y de las formaciones tenemos otra pista de la herencia clásica en las unidades empleadas: los tercios españoles de las guerras de Italia (el Real Madrid de las batallas de la época) emplearán estradiotes (Στρατιώτες), que fueron una caballería ligera directamente importada de las cenizas humeantes del Imperio Bizantino (de hecho algunos oficiales que sirven bajo el mando de Gonzalo Fernández de Córdoba son descendientes de la aristocracia bizantina, contribuyendo así a cierta idea de transmisión de la misión imperial que Hollywood jamás nos contará porque en caso de hacerlo la Anglosajonía se derretiría como los malos de En busca del arca perdida).
Sentada la idea de continuidad y de que los cambios se producirán a mayor velocidad podemos ir ahora a lo que más llama la atención de la batalla de esta época, algo que a ojos de un humano que vive en la época de la ametralladora, el misil y el avión llama mucho la atención: ¿cómo es posible que en un mundo donde ya hay armas de fuego se mantengan las formaciones compactas de infantería?
Hay varias razones que explican esto: por un lado debemos tener en cuenta que en esta época el objetivo de la guerra no era la aniquilación completa del país enemigo. Es más, tu rey no estaba en guerra con otro país sino con otro rey. La destrucción del producto del trabajo y tener objetivos civiles son un invento muy reciente. Así, los ejércitos combatían contra otros ejércitos en batalla campal. Algunas veces se quedaba con el enemigo para combatir en algún lugar y otras veces el enemigo era interceptado (cuando movías miles de soldados tenías pocos caminos para elegir así que no era raro prever el movimiento del enemigo). Este es un punto importante ya que sólo al final de esta época aparece la guerra de guerrillas.
Otra razón —acaso la más importante— para la permanencia de la formación compacta (hombro con hombro) cuando el enemigo se acerca con arcabuces o mosquetes la tenemos en las características de estas armas de fuego.
Arcabuz

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No sé qué cuadro es, Internet me dice que es Gravelinas. Se podría hacer un estudio sobre el humo en los cuadros de batallas.

El arcabuz del XVI es un arma tontísima. Básicamente es una tabla de madera noble que sostiene un tubo de hierro. El tubo tiene dos agujeros, uno por el que sale la bala (una bolita de plomo) disparada hacia un hereje y otro (llamado oído) que es por donde se mete el fuego que hace estallar la pólvora que dispara la bala. La introducción del fuego en el oído se hace con una mecha de lino con salitre, cáñamo o algodón (lo que sea más barato en el mercado en ese momento, el salitre ayuda al estallido). Esta mecha se irá perfeccionando con un sistema para cubrirla cuando llueve o sopla el viento y otro sistema para acercarla ya prendida al oído con un gatillo rudimentario. La precisión de esta arma hay que relacionarla con su alcance, que varió por las características cambiantes del arma y por la época. Por ejemplo en la inolvidable batalla de Mühlberg (¿Mulberga?) los arcabuceros se disparaban desde las orillas del Elba (menos de 100 metros) y pronto los imperiales recibieron orden de adentrarse en el río para mejorar los aciertos. Se suele decir que a partir de los 40 metros el tiro de arcabuz empieza a ser preciso y a partir de los 25 mortal. Hay textos que nos hablan en el XVII de situar la línea de tiro a dos picas de distancia, unos 10 metros. A esa distancia le ves los mocos al enemigo (al menos antes del primer tiro porque después ya no ves nada por el humo. El enemigo tampoco).

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"Diálogos militares" de Diego García de Palacios (1583).

Respecto a la cadencia de tiro hay que pensar en cómo se cargaba el arma. Primero con una baqueta de hierro había que limpiar el interior del cañón, después se introducía la pólvora (la cantidad venía preparada en frasquitos que el arcabucero colgaba de una bandolera), a continuación normalmente se metía un taco de esparto para presionar la pólvora, después se cargaba la bala por el cañón (avancarga) después podía meterse otro taco o no, pero había que volver a baquetear la bala para presionarla contra la pólvora. La bala tenía un diámetro menor al del cañón con lo que los gases que se expulsaban entre bala y pared interna del cañón ("viento") era un desperdicio de ahí la necesidad de los tacos (normalmente de esparto). Después disparabas junto a tus compañeros (las unidades de arcabuceros eran auxiliares de los piqueros en los tercios (si hablo todo el rato de los tercios es porque hasta el XVIII fueron la crema)), se llenaba todo de humo, te pìtaban los oídos y te encomendabas a la Virgen o a Santiago. Se tardaba varios minutos en volver a disparar. En total podemos calcular el número de disparos en una batalla por los frasquitos que llevaba el arcabucero que acabaron siendo doce (llamados "los doce apóstoles"). La participación activa del arcabucero duraba una fase muy concreta de la batalla ya que el ejército contaba con otras unidades como artillería o caballería que también tenían sus funciones. Podríamos limitar esta participación al encuentro con la primera linea enemiga y a partir de ahí dejar el peso de la batalla en el puercoespín de picas que formaba una especie de fortaleza inexpugnable y móvil en el campo de batalla. Como nadie disparaba a discreción el arcabucero podía avanzar o replegarse en función de las necesidades del combate siguiendo las órdenes de sus oficiales.
Más: Tercios de Flandes - El arcabuz
Mosquete
El mosquete aparece después del arcabuz (de forma independiente, no es una evolución de este sino un arma en principio concebida para la defensa de una posición estática, como en unas murallas) y convivirá con él hasta que le come la tostada a comienzos del XVIII. Se distingue principalmente por ser un arma pesada y grande. El mosquetero necesitará una horquilla donde apoyar el cañón para poder disparar. Si el arcabuz pesaba cuatro kilos el mosquete pesará el doble y por lo tanto el mosquetero tendrá que aligerar su carga y no llevar coraza. Como ventaja tenemos un mayor alcance (debido a su largo cañón, que puede alcanzar el metro y medio, casi la altura de un soldado de la época). Esta ventaja es importantísima ya que poder alcanzar al enemigo sin que él te alcance mejora la moral de la tropa amiga y empeora la del enemigo. El mosquete incorporará la llave de pedernal a finales del XVII (se vuelve más seguro su uso ya que un soldado llevando una mecha prendida cerca de un montón de frasquitos de pólvora no parece muy buena idea) y reducirá su peso hasta hacer inútil la horquilla, con lo que el arcabuz pasa a ser un arma de caballería y el mosquete se estandariza para la infantería que ahora será mosquetera. Su alcance será variable pero superior en todo caso al del arcabuz: a finales del XVII podemos estimar un alcance de 250 metros.

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Mosquetero holandés del primer tercio del XVII (observad los frasquitos en la bandolera). Por añadir una nota de color: en esta época en Hungría todavía se combatía a caballo con armaduras de acero, en la atrasada Inglaterra estaban descubriendo el Renacimiento y se dice que Japón tenía tantas armas de fuego como toda Europa.

La mayor fuerza de disparo del mosquete tornó inútil la coraza con lo que el soldado empezó a aligerar su carga y aumentar su movilidad y sus fuerzas. El largo cañón del mosquete comenzará a incorporar una bayoneta encastrada (metida en el cañón) con lo que el arma de fuego, el arma contra caballería y de cuerpo a cuerpo se mezclan. La sofisticación de la bayoneta de cubo liberará el cañon para poder seguir disparando sin necesidad de quitar la bayoneta. Esto jubila al piquero: ahora formaciones compactas de mosqueteros pueden hacer el trabajo que antes hacían piqueros y arcabuceros. Las líneas de tiradores se alargan cubriendo cientos de metros en grandes batallas como la de Almansa.
El mosquete no parará de evolucionar y sofisticarse: cañones más largos, más ligeros y bala y pólvora compartiendo cartucho. El soldado ya no llevará frasquitos de pólvora sino cartucheras con hasta cuarenta proyectiles. Ya no hay que baquetear tres veces el arma sino solo dos (para limpiar y para cargar) con lo que la cadencia de tiro aumenta una barbaridad. También la salida de gases por la recámara será un importante invento pues mejorará el alcance del arma. Con todo, todavía estamos en un punto en que el acierto era una cuestión de suerte, el campo de batalla con dos líneas de tiradores enfrentados a pocas decenas de metros enseguida se llenaba de humo que hacía muy dificil no apuntar a bulto. Las líneas se mantenían compactas, hombro con hombro y en ocasiones para aumentar la cadencia de tiro se disponía una primera línea con rodilla en tierra para doblar los disparos. Tras el disparo los soldados se sustituían por los que venían detrás, que tenían que estar muy cerca para hacer el relevo rápidamente (ya que en ese momento estaban expuestos al dar la espalda al enemigo). Así, la formación compacta también lo tenía que ser en profundidad. Había nacido lo que en las academias militares del XIX se llamó cuadro napoleónico que era la disposición en cuadrado de cuatro líneas de infantería para atacar y protegerse —de un rápido ataque de caballería— al mismo tiempo.
Más: Tercios de Flandes - El mosquetero
La bala Minié
El gran problema de todas estas armas de fuego era su falta de precisión y su alcance limitado. A mediados del XIX el ejército francés desarrolló un nuevo tipo de proyectil para usarlo en cañones de ánima rayada. El ánima rayada era conocida desde el XVII y se sabía que la rotación del proyectil sobre el eje de disparo aumentaba su alcance. El problema era que al disparar pelotas parte de la pólvora se quedaba en las estrías del cañón haciendo muy peligroso su uso si no se limpiaba con esmero (algo que reducía muchísimo la cadencia de tiro). La nueva bala Minié (recibe el nombre del inventor) era una bala cilindro-cónica, estriada y con una cavidad cóncava en su base. Al disparar, la base cóncava del proyectil se abría y así se aprovechaba toda la fuerza impulsora y no dejaba rastros de pólvora en las estrías del cañón. Enseguida se sustituyó el ánima lisa por el ánima rayada (en inglés "rifling", de ahí rifle). En muy pocos años los mosqueteros serían sustituidos por rifleros: tanto en la guerra de Crimea como en la de Secesión ya se emplearon con profusión estas nuevas armas de mayor alcance.

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Balas Minié de la Guerra de Secesión americana (1861-1865).

Además, la nueva bala tenía otra particularidad: atravesaba el cuerpo del enemigo, cosa que disminuyó el número de heridos y aumentó el de muertos. Un par de décadas después el invento de la medicina moderna provocará la aparición de cuerpos de medicina militar que reducirán una barbaridad las amputaciones (con lo que las guerras no afectarán tanto a la fuerza de trabajo de un país. Recordemos que las guerras de religión terminan en Alemania porque todos se vuelven buenos y firman la paz de Westfalia aunque quedarse sin gente para cultivar pepinos también influyó, creo).
La fiel infantería

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Fotografía de un cuadro de infantería durante la guerra civil americana.

Nótese cómo en esta época el peso de la batalla recae sobre el soldado de a pie. El ocaso de la caballería se explica porque el aumento del poder real hace innecesario que los caballeros aporten sus propias tropas y es más, el noble dejará de tener una función militar como en la época medieval. La centralización y modernización del estado (básicamente el aumento de la eficiencia en la recaudación de impuestos) hace que paulatinamente el rey deje de ser el "noble más importante" del reino y sea efectivamente rey. Con la unidad de mando el interés del reino y el interés del rey se entremezclan llegando al cénit con Luis XIV. Pero como todo lo que sube baja, los descendientes de Luis XIV se enfrentarán a gente que cree que rey y reino son cosas distintas. Esta chispeante idea se extenderá de Francia al resto de Europa en sucesivas revoluciones (1820, 1830, 1848). A partir de mediados del XIX será normal contar con gobiernos más o menos representativos en Europa, cuyos intereses ya no son reales sino nacionales y a esto se añade la capacidad de reclutamiento masivo, la mejora del transporte y la logística, la estandarización del equipamiento militar y de la formación (cosa que se había iniciado en las academias de oficiales de la armada en el XVIII). Los ejércitos van puliéndose como máquinas cada vez más destructivas con lo que el número de guerras se va reduciendo al mismo tiempo que aumenta su capacidad de destrucción.

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