Revista Libros
El subgénero postapocalíptico sigue dando maravillas sin descanso, tanto en el medio escrito como en el audiovisual. El grupo Arde Bogotá acaba de sacar La torre Picasso, un sencillo que sirve de epílogo a la etapa de Cowboys de la A-3. El revuelo que está armando procede principalmente de la canción, casi un tributo a una manera de hacer rock ya olvidada, significada por piezas de una longitud mayor y una notable diversidad de tramas, una forma de componer abandonada hace años a pesar de haber dado muchas de las obras maestras del rock del siglo pasado. El videoclip está en boca de todos, pero pocos, casi ninguno de los artículos y tuits que he podido leer, se centran en el aspecto visual, que a mí, particularmente, me parece que tiene una altura semejante, o incluso superior, a la que alcanza la magnífica música.El arte de Aitor Guerrero y la productora Hautsa Gara emociona e invita a ver el vídeo una y otra vez, buscando detalle tras detalle. En él se ocultan claves secretas del pasado reciente de la banda, pero son las calles imaginadas de un Madrid abandonado e invadido por la naturaleza las que seducen por su belleza y la técnica con la que están creadas. Particularmente, me traen a la memoria los edificios y perfiles que disfruté tanto en el libro El arte de Tokyo Genso, lo cual no es extraño, pues ambas obras remiten a esos fondos digitales inmersivos en los que transcurren los videojuegos postapocalípticos, aunque en este caso, la clave sea mucho más cercana. No sé qué tiene este subgénero con el que conecto a niveles profundos, pero me sigue sorprendiendo y maravillando una y otra vez. Es una de las pocas cosas de las que a estas alturas aún no me he cansado. Disfrútenlo, merece mucho la pena.