¿Puede la pequeña literatura ser gran literatura? ¿Puede un relato de apenas dos páginas dejar más poso que una novela? ¿Puede sugerirse la tristeza, el desencanto, la amargura, y a la vez atisbarse el amor y la felicidad en un puñado de párrafos?
Los catalanes tienen fama de tacaños, adjetivo que yo que conozco unos cuantos cambiaría por la cualidad de usar sólo lo que es necesario en el momento justo en que es oportuno: así llegamos a la conclusión final de que Pàmies ejerce fundamentalmente de catalán: usa lo imprescindible para contar lo que quiere contar. (Permítaseme la licencia literaria y absténganse si es posible nacionalismos de un lado y del otro).
No me parece fácil. Hay muy poca gente con esa increíble capacidad de resumir lo que se piensa de la vida cuando se está en la madurez en un puñadito de relatos breves, como quien no quiere la cosa. Muchos autores se han estrellado en esta empresa.
Una vez escribía en un comentario que Murakami era un corredor de fondo: bueno en las novelas, menos bueno en los relatos. Sergi Pàmies es entonces un sprinter: no conozco a nadie que sea capaz de manejarse en esa distancia de las dos o tres páginas con una carga tan abrumadora de vida, un lenguaje tan sobrio como efectivo y una ingeniosa capacidad de generar sensaciones, también las incómodas.
En general, bueno. En algunos relatos, brillante, como el hermoso "Mapa de la curiosidad" ¿Y si lo que nos parece más horroroso en esta vida es lo que le da sentido?