Ayer fue mi boda civil (la semana que viene os contaré los detalles), mientras para la celebración a lo grande faltan algo más de tres meses todavía. Ya os presenté el lugar y el apoyo logístico, hoy quiero hablar de la comida y del menú de boda.
Dime que comes y te diré quien eres
La comida es algo muy personal y muchas veces también emocional. Existen tantas preferencias gustativas (no soporto la espinaca), restricciones alimenticias (intolerancias y alergias) y elecciones personales (vegetarianos, veganos, paleos, …) que es difícil crear un menú que agrade a todo el mundo. En nuestra boda hay personas veganas, con intolerancia a la lactosa, personas que no pueden vivir sin carne, personas que prefieren reducir la ingesta de gluten, y todo ello para un fin de semana completo. ¿Cómo íbamos incluir todo ello en un catering tradicional?
Quiero de todo un poco y sin desperdicios
Ya habíamos decidido de que la mayoría de las comidas se harán en modo buffet para que cada uno pueda coger exactamente lo que le gusta. La gran incógnita era todavía la cena del sábado, después de la ceremonia oficial. Pedimos presupuestos diversos intentando transmitir nuestra idea del público muy heterogéneo y que no se conoce entre sí. Nuevamente, la idea preconcebida de la cena nupcial se hizo notar: primero, segundo, postre, con una opción para vegetarianos. ¿Y los de la lactose? ¿Y el gluten? Y¿ cómo se supone que socializan los que están en mesas distintas?
Además queríamos que la comida sea en lo posible de los alrededores (km 0) y de calidad ecológica. Nada de carne llena de hormonas ni verduras condimentadas con pesticidas, y menos en la cena principal. La exigencia era: comida variada, sana y versátil para que todos salgan satisfechos y sin hambre. ¿Qué tipo de catering nos iba dar tantas opciones sin salir del presupuesto (no hay que olvidar que la cena principal era solo una de muchas comidas)?
La moraleja de los timbales desmontados
Un timbal es una ensalada en la que se han montado los ingredientes una encima del otro para formar una especie de torre. Suelen estar presente en los menús de prestigio, así que de paso te indican cierto nivel de precio. Hace unas semanas nos topamos con un timbal en una cena de empresa. En toda la mesa (de ocho, claro) yo vi como se desmontaban los timbales para extraer las partes que le gustaban a cada uno. Mi pareja y yo tenemos la suerte de completarnos, así que intercambiamos los platos a mitad de camino, ambos quedándonos con un timbal a medida. Sin embargo, la mayoría de los platos volvió a la cocina con partes de timbales desmontados que seguramente acabarían en la basura. ¡Cuánto desperdicio! ¡Y cuántos comentarios de personas quejándose de algún ingrediente indeseado!Precios, preferencias y pragmatismo
Al final de cuentas decidimos hacerlo diferente. Ningún catering nos podía atender a nuestros requisitos de versatilidad, km 0, gestión inteligente de recursos (o sea, que no haya ni muy poco ni demasiada comida) y oportunidad de cambiar de compañeros de mesa, especialmente tomando en cuenta que no era la única comida del fin de semana. Volvimos al inicio, al sueño de hacer una boda-barbacoa con nuestros amigos. Y así será: la gran Laura de Vinyols Camps nos ayudará e preparar una barbacoa con barra de ensalada de muerte para que cada invitado se pueda montar su propio timbal y escoger su propio trozo de carne, tofu o pimiento (comprados de proveedores de la zona). Así todo el mundo se moverá por el espacio, habrá oportunidades de sobra para hablar con los demás invitados y además, lo que sobra, se podrá aprovechar para el brunch de resaca del próximo día.
Algunas veces simplemente hay que volver a los inicios y recordar que fue lo que realmente querías hacer.