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Las bodas reales siempre han sido un asunto de interés mundial, la importancia mediática que representan las uniones de la nobleza colocan la noticia como un evento que es exprimido, una y otra vez por todo tipo de medios informativos. En México es noticia de cada momento; superando, incluso, el trato mediático a la agenda nacional y a los acontecimientos que impactan y sobrecogen a la sociedad mexicana.
Que los gringos estén felices y no quepan de excitación por la cercanía de boda real del príncipe Guillermo y Katherine Middleton es harto explicable; Inglaterra es el país origen de los estadounidenses y guardan una especie de parentesco, digamos que son países primos hermanos y, en lo momentos cruciales de su historia se han respaldado sólidamente, además lo gringos sostienen un nivel de vida y un poder adquisitivo que los mexicanos están lejos de lograr, esto les permite el tiempo y el lujo de dedicarse a asuntos banales; porque eso es, la boda real del príncipe Guillermo, un asunto banal que en nada le interesa a la gran mayoría del pueblo mexicano que amanecen día a día con el Jesús en la boca ante la necesidad de brindar sustento a la familia y carecer de los medios para hacerlo dignamente.
Para el México de hoy, tan zarandeado por la pobreza y el crimen organizado que, como tal, organizan aquelarres de muerte y llena tumbas con cientos de cadáveres, por razones, no del todo claro; es un México que con toda su carencia y verdaderos problemas que lo aquejan, se da el lujo de dedicarle un tiempo de país de primer mundo a la boda real que se avecina; como si la banalidad de la realeza y la aristocracia inglesa fuera un paliativo que adormecen y ocultan una realidad atormentadora, una realidad que cierra las puertas y oscurece el futuro de toda una generación de mexicanos.