Revista Cultura y Ocio
Título: La brevedad del silencio.Autora: Mónica López Bordón.Editorial Grupo Cero. 94 PÁGINASISBN:978-84-9755-143-4
Como cualquier lector de poesía sabe, larelación amorosa entre humanos (en cualquiera de sus vertientes: deseo, pasión,ausencia, celos, traición, abandono, erotismo…) es médula que recorre losversos a través de la historia, desde sus mismos inicios, acaso porque el amores el sentimiento más humanos y más revolucionario, aquél que puede derruircualquier estructura de opresión. Sostienen los expertos que la poesíapopular (ésa que se inicia y se transmite oralmente) tiene como uno de suspilares importantes el amor de la pareja. Y si nos asomamos a los primerospoemas escritos en España (las jarchas mozárabes del siglo XI) comprobaremoscomo, en una mayoría abrumadora, el tema recurrente es el quejido de la amadapor la ausencia o tardanza en el regreso del amado, cuestión ésta que luego serepetirá en las cantigas de amigo galaicas o en buena parte de los primitivosvillancicos y romances castellanos. No se trata aquí de realizar un estudiocomparativo sobre esta cuestión, simplemente lo señalo porque Mónica LópezBordón (Las Palmas de Gran Canaria, 1976) ha publicado en este recién estrenado2012 su poemario La brevedad del silencio(Editorial Grupo Cero) cuya esencia bebe de esta agua que siempre han sidoafluente sustancial del río de la poesía, no sólo en español, sino la poesía decualquier civilización.Este poemario no es la primera incursión enel mundo editorial de la poeta. Viene a continuación de una obra colectiva Mitos azules de 2004 y su primer librode poemas en solitario Árbol de sol editadoen 2007. Este volumen, además, presenta la singularidad de contar con todos suspoemas traducidos al italiano por Luig Muccitelli, con lo que se puede afirmarque se trata de una edición bilingüe.La autora, que creció en Toral de Vados(León) y reside en Alcalá de Henares, no sólo está relacionada con la palabra através de la poesía, sino que su actividad también abarca el periodismo y laenseñanza. Y hago mención de estas circunstancias, en apariencia ajenas a unlibro de poesía, porque en sus versos se observa ese afán suyo por ir a loesencial, sin perderse en demasiados senderos ajenos a ese núcleo central alque me refería.El libro, formalmente, es hijo de nuestraépoca. Me apresuro a resaltarlo, por no dejar al posible lector con la extrañaidea de estar ante un libro anacrónico. Por el contrario, el verso de LópezBordón se extiende amplio sobre la página con total libertad, ajeno a losanderiveles o ataduras (esto nunca se sabe muy bien) del metro y la rima. Másaún el gusto por la imagen emparentada, aunque sea lejanamente, con elsurrealismo y con el hallazgo de imágenes desde la sinestesia de los sentidos,le confiere cierto tono onírico y, sobre todo, muy sensual. El versogeneralmente de arte mayor provoca en el lector la sensación de un movimientoondulante y lento: “Me sentía una gacelaen pleamar / brotando en el fuego de tus manos / antílope y lira / preludio deuna buena canción.” “Más allá de mi nombre de primavera / bordo una mujer deluna que camina feliz / el nuevo día con sereno paso.”Como decía al principio, se podría afirmarque el tema medular del poemario es el amor de la pareja humana que en ocasiones,sobre todo hacia el final del libro, se asoma también a la trascendencia de unser o ente superior. Pero decir eso es quedarse, quizá, un poco a las afuerasdel texto. Más bien se centra en el sentimiento doloroso que produce en elsujeto poético la ausencia del amado. Un dolor que empuja a la melancolía, alrecuerdo, a la angustia.Comienza el libro con dos citas que, mefiguro, son importantes y necesarias para ubicar bien el sentido del libro. A modode pórtico, nos encontramos con un verso de Clarilda Oliver Labra: “Soy la palabra recobrada” y justo comocita al poema inaugural, un verso de Pedro Salinas “¿Dónde está mi vida, di?”. A continuación ese poema breve, seisversos, que marcan (a mi modo de ver) el tono del resto de la obra: “Todo estuvo bien hasta que vi mis huellas./ Encontré el amor tendido en una estrella / que temblaba en la espera. // Conternura dibujé en cada hoja de papel / una noche para poder soñar / y me comíel silencio”.Es decir estamos ante un libro que pretende conjugar la palabra y amor como la osamenta que aguanta y conforma elser del sujeto poético, ese yo, esa primera persona del singular en que estáescrito el libro.El amor para Mónica López es total o no es.No le sirven medias tintas, no se conforma con fugacidades de tiempo o espacio.Una relación sólo puede ser amor, cuando incumbe todo el ser (desde lo máshondo a la superficie) en todo tiempo y en todo lugar. En este sentido el amadoes y tiene sentido desde el amante quien le completa, quien le explica, quienda sentido y orden incluso al mundo a todo aquello que parece ajeno a la propiarelación.Los treinta y cinco poemas que componen La brevedad del silencio, también sonuna búsqueda o un intento de explicación de la propia esencia de la relaciónamorosa, más que del amor propiamente dicha: “Soy aquella de mirada encandilada / que corteja el friso de silencioque me tocan / y los dibujo sobre un puerto a la deriva.”Pero al mismo tiempo, o quizá como lógicaconsecuencia, Mónica López Bordón nos acerca a los abismos de la soledad y dela muerte, pues ambas son como la otra cara de la moneda y, por tanto, estánsiempre presentes —aunque no loparezca— en la relaciónamorosa. También proclama su fe inquebrantable en el ser humano, en un futuroabierto a la esperanza pues vivir es loque importa.La noche es uno de los escenarios favoritosde la autora. La noche quizá porque es el momento en que ha concluido lajornada y llega el tiempo de lo más íntimo, de aquello que es intransferible yal mismo tiempo aquello que nos alimenta y, sobre todo, barrunto, porque es elinstante del día en que con más sinceridad podemos enfrentarnos a nosotrosmismos, ser sinceros con nuestro propio ser hasta el punto de poder afirmar: “Soy una mujer que se encuentra / perdiendoel pasado, / borrada memoria de mí / con rosas en la piel / y carne de versos”.Mónica López Bordón, pues, nos ofrece un poemarioque bebe del amor a través del que se intenta ordenar el mundo y quién uno es. Unlibro más que descriptivo, meditativo y sensual, un libro con tono personal, unlibro que concluye con estos versos que más que un final, son anuncio de próximasentregas: “Habito las luces de la voz. Celebrola brevedad del silencio / sin volver la vista atrás”.