Los sondeos auguran que en las próximas elecciones aumentarán las formaciones políticas con presencia en las corporaciones locales, provinciales y en los distintos parlamentos. Considerando estos pronósticos, hay quien afirma que el país se encuentra desorientado y quien opina todo lo contrario, que se ha pasado de la brocha gruesa a la pincelada sutil. La variedad cromática, la pluralidad de trazos y matices coloca al elector ante la posibilidad de optar por una decisión más pensada, precisa y variada. ¿Dónde está la desorientación, dónde el problema?
Una vez más el riesgo no está en la ciudadanía que vota sino en las candidaturas presentadas, en sus estrategias y en los intereses que hay detrás de cada formación electoral. La confortable hegemonía del bipartidismo se descompone; todo indica que un coro de voces sustituirá a esos solistas de monólogos reiterativos y soporíferos. Si los sondeos se cumplen, la primera consecuencia será el derrumbe de la mayoría absoluta y la necesidad de pactar, algo que implica dialogar y ceder. Entonces, surgen las dudas. Acostumbrados a un debate político más cerca del combate que del diálogo, los candidatos, llevados por la inercia o infectados por ese virus tan contagioso de la irracionalidad, se limitarán a emular a Mayweather y Pacquiao.
Con estas perspectivas, el valor de los programas electorales queda más matizado que de costumbre. Por ello sorprende, o acaso no, que la presentación del programa electoral de Podemos haya tenido tanta repercusión mediática en primeras páginas, editoriales e infinidad de sesudos artículos de opinión. ¿Es razonable tanta atención cuando los electores no leemos esos mamotretos para decidir el voto y cuando los elegidos suelen sufrir amnesia fulminante pasado el trámite electoral? ¿Se prestará la misma atención al resto de programas? ¿A todos se les exigirá la correspondiente memoria económica? Con las encuestas en la mano, ¿tanta relevancia tiene el programa de una opción que no parece pueda formar gobierno?
Un presidente de negro pasado e infausto presente, con toda su mayoría absoluta a cuestas, no tuvo reparos en afirmar: «La realidad me ha impedido cumplir mi programa electoral». Ignoro si la realidad frustra deseos y programas o si lo que causa el incumplimiento es la carencia de objetivos razonables, la tendencia al engaño y la rendición ante grupos de poder. La política real no se construye sobre deseos sino sobre acciones concretas. Como los programas electorales están contaminados por estrategias e intereses, en cada convocatoria electoral y junto a la publicación de los mismos, las distintas candidaturas tendrían que dejar claro si están dispuestas a pactar, con quién y con qué condiciones.
Cuando el electorado otorga mayoría absoluta a un partido, éste debe aplicar su programa. Cuando esta mayoría no existe se abre un espacio para el diálogo. Por ello, es interesante que el votante sepa, de cada formación, si apuesta por pactos o se niega a ellos, si apuesta por pactos temporales o estables, parlamentarios o de gobierno. El elector tiene derecho a conocer con qué otras fuerzas políticas podría pactar y con las que no lo haría nunca o, llegado el caso, si apostaría por una abstención estratégica para permitir la formación de gobierno aunque sin su apoyo.
Ahora que podemos, mejor el pincel que la brocha gorda. Ahora es necesario que todas las formaciones concreten sus opciones de programas y pactos. Sería decepcionante votar la opción P si esta está dispuesta a pactar con la opción C. En todo caso, llegado el pacto, es necesario precisar y dar a conocer sus límites, contenidos y garantías. Pactar, qué tipo de pacto y con quién es un jeroglífico que precisa respuesta y más en tiempos de incertidumbres electorales. Lo dicho, más interesante la pincelada que el brochazo.
Es lunes, escucho a Russel Malone:
El remedio a todos los males El cuento de Podemos El inmeso valor de cada voto Los dislates del CIS Los medios de comunicación en año electoral IU llama al acuerdo de la izquierda: “Se llama Madrid” Ingobernable Más que palabras Más razón que un santo El run run Guateque electoral y botellón ideológico Después de la derrota