Revista Opinión

La broma dura demasiado

Publicado el 03 enero 2016 por Vigilis @vigilis
Para hablar de la cosa de los cleptócratas catalanes necesitaba una buena metáfora que incluyera la imagen de un pescado que lleva demasiado tiempo fuera del agua y del congelador. La imagen de algo que produce un intenso y desagradable olor a putrefacción. A estas alturas del show estoy casi seguro de que algún horrible pez abisal del Pacífico norte responde al nombre de "procés".
La broma dura demasiado
El toma y daca infinito —más toma que daca, todo sea dicho— de decir que se va a hacer algo que está fuera de la ley y no poderlo hacer, no sorprende a nadie a estas alturas. De la fase más reciente de esta gran, inútil y costosa broma de mal gusto me sorprende el esfuerzo del personal adicto por tratar de proteger al edecán del clan de los Pujol.
La alianza impía de proetarras y cleptócratas tenía muy fácil proponer a cualquier fulano al puesto de presidente regional, pero se han empecinado en continuar escribiendo el bochornoso epílogo de esa organización criminal que conocemos como clan de los Pujol.

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Lo tenemos en varios colores.

Paradojas de la vida y lecciones de política básica, las esperanzas de la casta cleptócrata depositadas en la versión catalana de las cajeras cabreadas del Eroski se han hundido debido a esas mismas cajeras como se hundieron las esperanzas de Marco Antonio en el puerto de Accio. Deshecha ya esa absurda alianza, los catalanes parece que volverán a las urnas.
Repetir elecciones porque no se logra formar gobierno no tiene nada de malo. Yo no entiendo a quienes expresan hastío: con el gobierno autonómico paralizado, la capacidad de hacer daño de los caciques locales es limitada. Además, votar es lo que nos gusta a los demócratas (y cumplir la ley, claro, coda que se debería de escuchar más a menudo).

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Mas y la CUP.

Por supuesto que desde la distancia se observa una parte divertida en este shhow tan humillante para los catalanes: las dagas voladoras, los juramentos de lealtad, los corrillos de abuelas de treinta años con alpargatas y iPad y todo ello aderezado por jornadas históricas que se suceden a ritmo frenético. No deja de tener su gracia que gentes del mundo del espectáculo como Pilar Rahola digan que el desacuerdo entre los pijos que llevan camiseta y los pijos que llevan camisa es un logro del CNI. Sí, amigos, llegan a hablar de manos negras y lisérgicas conspiraciones.
Lo que para la gente normal del resto del país sería una auténtica locura propia de tertuliano pasado de anisete del programón de Fríker Jiménez, en Cataluña por alguna razón se lee como una opinión respetable. Han exprimido tanto sus neuronas inventándose un nuevo lenguaje político y unas nuevas referencias tribales que justifiquen su cerrilismo provinciano, que se han quedado sonados.
Este sainete también tiene un ya clásico componente nazi que para lamento de la gente normal que queda en Cataluña mucho me temo que irá en aumento. Así por ejemplo tenemos el autoodio. ¿Quién si no estos gualdrapas pueden llamar gilipollas a los catalanes?
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En la versión hardcore, del gilipollas pasamos a las exigencias violentas de lealtad, como hace el hasta ahora —dice que dimite— vocal de Jóvenes de UGT Cataluña, Joan Guirado, que se pone de imagen de perfil de Twitter una foto suya siendo entrevistado por TVE porque ya sabemos que aquí lo que al final cuenta es la compensación de los problemas de autoestima y los problemas que la esta gente tiene para encontrar trabajos de verdad:

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(Gracias a L'Inspecteur).

Pero como apuntaba al comienzo todo esto tiene mucho que ver con la caída en desgracia de la telaraña de corrupción y apropiación indebida que un reducido círculo de ladrones tejió durante treinta años en las instituciones autonómicas catalanas. La crisis económica reduce los ingresos públicos y las manos se vuelven sudorosas. Las recomendaciones de disciplina fiscal que vienen de Bruselas provocan una catarata de llamadas nocturnas a bancos de Andorra y Suíza. Todo esto hace que la máquina deje de funcionar y las puertas de los armarios empiecen a abrirse enseñando las sonrientes calaveras que hasta ahora ocultaban.
He aquí todo el misterio y la causa última de esta lamentable farsa: el dinero adquirido de forma ilegal hay que mantenerlo oculto, pero resulta que no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. Los únicos que provocan lástima —como la lástima que provoca el gemido del perro que sufre— son esas legiones de descerebrados que se acabaron creyendo el cuento del Völkisch de la butifarra.

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¡Cuánto lirismo, señora! ¡Qué sutileza!

Como no creo que Junts per la Pela proponga a otro candidato para aprobarlo in extremis, ahora es momento de pensar en las siguientes elecciones. Con las recientes elecciones a Cortes Generales pintando un escenario complicado precisamente porque el sistema de partidos reventó en Cataluña, está por ver quién va a pagar los platos rotos. Experimentar con las drogas puede ser gracioso, pero creo que llegó el momento para muchos catalanes de reclamar que los trenes salgan a su hora. Es que, entre ustedes y yo, mientras estás inventándote naciones y echándole la culpa a reyes medievales de la suciedad en las calles, al otro lado del mundo hay un fulano que trabaja el doble que tú por la mitad de tu sueldo. Es que el mundo sigue girando y tú estás ahí atrapado jugando a un juego de rol gigantesco. Hora de madurar.

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