Benito Soto Aboal nació en Marin (Pontevedra) el 22 de marzo de 1805 en un entorno de pobreza. No sabía leer, pero se convirtió en un espabilado contrabandista al que, a los dieciocho años de edad, las aguas de la costa gallega le habían quedado pequeñas. Embarcó rumbo a Cuba, y se pierde de vista hasta su reaparición a bordo del Defensor de Pedro, buque con "patente de corso".
Tras un motín, Soto Aboal abandonó al capitán de la nave en tierras africanas y se lanzó a la piratería. Su segundo es el culto Victor de Saint-Cyr, familiar del famoso mariscal de Napoleón. A partir de ahí, podemos considerar que el Defensor de Pedro ya no era un buque con patente de corso, sino un barco pirata a las órdenes de Soto. El nombre del buque ahora era La Burla Negra y su primera víctima fue la fragata mercante Morning-Star, de bandera inglesa. El asalto a la Morning Star devino en toda una matanza. Al no querer que hubiese testigos de su fechoría y después de matar a los tripulantes que aún resistían, Soto ordenó que se hundiese la fragata inglesa y se eliminase a todo su pasaje.
Puso, entonces, rumbo al Norte, hacia las islas portuguesas Azores, cometiendo varios abordajes más. Su segunda víctima fue la fragata norteamericana Topacio que provenía de Calcuta con un rico cargamento a bordo. Fue abordada, saqueada e incendiada, después de masacrar a gran parte de su pasaje. En viaje a las islas Cabo Verde, Benito de Soto abordó un segundo bergantín inglés, al que también hundió y después, cerca del archipiélago de las Canarias, asaltó la fragata Sumbury de la misma nacionalidad.
Cuando, ya en la mismísima bahía de Marín, Benito Soto se creía rico y a salvo de cualquier contratiempo, tuvo problemas para vender la mercancía y se dirigió, entonces, al Sur de la Península; en Punta Tarifa, cerca del puerto de Cádiz, fue detenido.
La sentencia de muerte de Benito Soto fue dictada por un tribunal inglés; esta cesión fue hecha por expresa voluntad del rey Fernando VII quien, sin embargo, se encargó de que la mayoría de la tripulación del bergantín Defensor de Pedro fuese juzgada y sentenciada a muerte por una magistratura militar española.
La ejecución de Benito Soto, el 25 de enero de 1830, resultó especialmente cruel, con una larga agonía. Cuenta el historiador Carlos Canales Torres:
"El verdugo colocó la cuerda demasiado alta, pero Soto lo ayudó subiéndose al ataúd para meter bien la cabeza en el lazo y, tras gritar al público ¡Adiós a todos, la función ha terminado! saltó al vacío, pero los pies tocaban el suelo y no acabó de ahogarse -para satisfacción del público- hasta que el verdugo, con una pala, quitó algo de tierra bajo sus pies y el pirata finalmente murió."El fin del pirata Soto está considerado históricamente como el punto y final de la piratería a gran escala en el Atlántico; la piratería "al modo romántico" había llegado a su fin.