Revista Cultura y Ocio

La burla negra

Publicado el 06 junio 2010 por Carm9n @Carmenyamigos
LA BURLA NEGRAEl último pirata europeo, Benito Soto, era gallego y tremendamente sanguinario. El primer acercamiento literario a la figura de Soto la realizan Alejandro Benisia y Fernández de la Gomera, en una obra ambiciosa aunque desafortunada, titulada “El Milano de los Mares”. Y a partir de aquí escritores como Galdós, Pérez Reverte, F. Javier Castro Miranda y Enrique G. Luque (que escribieron "Los Diablos del Mar. La odisea de la Burla Negra", interesante libro para conocer los pormenores de la vida del pirata) le dedicaron algún libro, reseña o artículo. Incluso se dice, aunque esto entra a formar parte de la leyenda, que José de Espronceda se basó en la muerte de Soto para inspirarse en su famosa "Canción del pirata" publicada por primera vez en 1840, diez años después de la ejecución del gallego. Pero, ¿quién era Benito Soto?
Benito Soto Aboal nació en Marin (Pontevedra) el 22 de marzo de 1805 en un entorno de pobreza. No sabía leer, pero se convirtió en un espabilado contrabandista al que, a los dieciocho años de edad, las aguas de la costa gallega le habían quedado pequeñas. Embarcó rumbo a Cuba, y se pierde de vista hasta su reaparición a bordo del Defensor de Pedro, buque con "patente de corso".
Tras un motín, Soto Aboal abandonó al capitán de la nave en tierras africanas y se lanzó a la piratería. Su segundo es el culto Victor de Saint-Cyr, familiar del famoso mariscal de Napoleón. A partir de ahí, podemos considerar que el  Defensor de Pedro ya no era un buque con patente de corso, sino un barco pirata a las órdenes de Soto. El nombre del buque ahora era La Burla Negra y su primera víctima fue la fragata mercante Morning-Star, de bandera inglesa. El asalto a la  Morning Star devino en toda una matanza. Al no querer que hubiese testigos de su fechoría y después de matar a los tripulantes que aún resistían, Soto ordenó que se hundiese la fragata inglesa y se eliminase a todo su pasaje.
Puso, entonces, rumbo al Norte, hacia las islas portuguesas Azores, cometiendo varios abordajes más. Su segunda víctima fue la fragata norteamericana Topacio que provenía de Calcuta con un rico cargamento a bordo. Fue abordada, saqueada e incendiada, después de masacrar a gran parte de su pasaje. En viaje a las islas Cabo Verde, Benito de Soto abordó un segundo bergantín inglés, al que también hundió y después, cerca del archipiélago de las Canarias, asaltó la fragata Sumbury de la misma nacionalidad.
Cuando, ya en la mismísima bahía de Marín, Benito Soto se creía rico y a salvo de cualquier contratiempo, tuvo problemas para vender la mercancía y se dirigió, entonces, al Sur de la Península; en Punta Tarifa, cerca del puerto de Cádiz, fue detenido.
La sentencia de muerte de Benito Soto fue dictada por un tribunal inglés; esta cesión fue hecha por expresa voluntad del rey Fernando VII quien, sin embargo, se encargó de que la mayoría de la tripulación del bergantín Defensor de Pedro fuese juzgada y sentenciada a muerte por una magistratura militar española.
La ejecución de Benito Soto, el 25 de enero de 1830, resultó especialmente cruel, con una larga agonía. Cuenta el historiador Carlos Canales Torres:
"El verdugo colocó la cuerda demasiado alta, pero Soto lo ayudó subiéndose al ataúd para meter bien la cabeza en el lazo y, tras gritar al público ¡Adiós a todos, la función ha terminado! saltó al vacío, pero los pies tocaban el suelo y no acabó de ahogarse -para satisfacción del público- hasta que el verdugo, con una pala, quitó algo de tierra bajo sus pies y el pirata finalmente murió."
El fin del pirata Soto está considerado históricamente como el punto y final de la piratería a gran escala en el Atlántico; la piratería "al modo romántico" había llegado a su fin.

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